Capítulo VI

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Capítulo VI

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Capítulo VI

Wanda estaba nerviosa. Mucho, de hecho. Inspiró profundamente y miró a Bucky quién sólo le sonrió suavemente, animándola. La puerta de la pequeña oficina se abrió y apareció un hombre de baja estatura, de piel morena, completamente calvo y con unas pequeñas gafas de marco metálico. Tenía una sonrisa amplia, profesional, que a ella no le generó ninguna confianza. Tenía la ligera impresión de haberlo visto antes, pero no sabía dónde...por más que lo intentó, no pudo ubicarlo en su memoria. Quizás sólo se parecía a alguien que había visto antes.

– ¿Señorita Maximoff? – preguntó, extendiendo una mano pequeña y suave que Wanda estrechó débilmente– Soy Jasper Sitwell, el abogado que llevará su caso.

–Wanda Maximoff– se presentó en voz baja, siguiéndolo cuando él le indicó pasar a su oficina.

– Estaré aquí afuera, señorita Maximoff. En caso de que necesite cualquier cosa– anunció Bucky, mirando significativamente al abogado. Sitwell sonrió discretamente de medio lado y cerró la puerta tras ellos.

– Tome asiento, por favor, señorita– ofreció, corriendo la silla para ella. Wanda se sentó lentamente, extrañamente incómoda.

Sabía que ese momento llegaría, que necesitaban que ella declarara para poder abrir nuevamente el juicio contra el patriarca de los Rostokov, pero el miedo comenzaba a invadirla lentamente, día a día, como un veneno bajo su piel. Declarar significaría volver a abrir las heridas que ya creía cerrada, enfrentarse a sus peores demonios de frente, sola. Sus palmas comenzaron a sudar y las limpió discretamente contra su falda, cruzando sus piernas para buscar estar más cómoda, pese a saber que su incomodidad iba más allá de la posición en la que estaba sentada.

– ¿Se encuentra bien, señorita Maximoff? Luce un poco pálida...– cuestionó el abogado, rodeando el escritorio para sentarse frente a ella– ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Un vaso de agua, quizás?

– No, muchas gracias– negó la chica, bajando la mirada a sus manos, concentrándose en ellas.

– Sé que esto es muy difícil para usted, señorita. Créame que haremos todo lo posible para poner al asesino de su familia tras las rejas, pero, para ello, necesitamos su ayuda– Wanda asintió con un ligero gesto, intentando esbozar una sonrisa– Bien, le pediré que comience relatándome qué relación tenía su padre con la familia Rostokov...

Wanda tragó pesado, suspirando antes de responder.

– Mi padre era contador. Trabajaba en una multinacional y lo despidieron. Llegamos a vivir al Bronx, a la casa que había sido de mis abuelos, cuando yo tenía siete años... y papá estuvo mucho tiempo sin trabajo, hasta que Vladimir Rostokov le ofreció trabajar para él. Su hijo Mijaíl y yo íbamos juntos a la escuela y nos hicimos amigos...

La chica siguió narrando cómo su padre fue subiendo cada vez más en la organización hasta que se dio cuenta de cuáles eran los verdaderos negocios de su jefe, tras varios años de servicio. Su férreo sentido de la moral le impidió seguir trabajando para él e intentó desvincularse de su organización. En ese momento comenzaron los problemas, las amenazas, los ataques. Un día asaltaron a su padre a la salida de su nuevo trabajo en Manhattan. Una semana más tarde, la intentaron secuestrar camino a la escuela. Luego, alguien le dio una paliza a su hermano. Todo colapsó el día en que ella llegó a casa y la encontró destruida.

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