Capítulo V

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Capítulo V

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Capítulo V

Eran casi las nueve de la mañana cuando Bucky finalmente arribó a la casa de los padres de su mejor amigo. Tocó el timbre y Steve le abrió la puerta con gesto molesto y él sólo juntó sus palmas frente a su rostro a modo de disculpa. El rubio negó, rodando los ojos y lo dejó pasar, siguiéndolo de regreso a la cocina. El recién llegado entró ruidosamente, abriendo los brazos para ir a abrazar a Sarah, olvidándose que allí estaba el resto de la familia de su amigo y más aún, la chica que se supone que debía proteger.

–¡Bella Sarah! – exclamó el castaño, dejando un sonoro beso en la mejilla de la mujer mayor, abrazándola hasta alzarla del suelo– El malvado de tu hijo dijo que no me dejaría nada para desayunar...

– No te preocupes, cariño. Yo jamás te dejaría con el estómago vacío– respondió la mujer, palmoteando los hombros del joven para que la bajara– Siéntate, te serviré algo de inmediato.

–Por eso, precisamente por eso es que te amo, bella Sarah– dijo Bucky apartándose de la mujer.

Sus ojos se encontraron con los de Wanda, quién lo miraba divertida, escondiendo su sonrisa tras su taza y entonces recordó que no estaba ahí en una visita de cortesía, sino por trabajo.

– Buenos días, señorita Maximoff– saludó, sonriendo aún, pero ya sin el entusiasmo que había mostrado antes, sacando su lado más profesional.

Si Wanda no lo hubiera visto ya en acción un par de días antes, no hubiera podido creer que ese hombre era capaz de cuidarla. Se veía tan relajado y divertido, tan cómodo que no parecía el mismo hombre de gesto adusto que la había defendido con su cuerpo de los tiros de los sicarios que habían enviado a cazarla. Se dijo a sí misma que ese sí era James Barnes, el verdadero. Sin saber muy bien porqué, le provocó ternura aquella faceta tan despreocupada y cariñosa. Ella desconocía los lazos que lo unían a la familia Rogers, pero era algo más que obvio que se querían.

– Buenos días, agente Barnes– respondió, bebiendo nuevamente del café que Joseph le había alcanzado sin que su esposa se diera cuenta. Le regaló una sonrisa y él amplió la suya, perdiéndose por un momento en los grandes ojos verdes de ella.

– ¿A mí no vas a saludarme? – preguntó de pronto Natasha, interrumpiendo a esos dos que se habían quedado mirando como si los demás no existieran. Sus ojos penetrantes vieron algo ahí, pero decidió guardarlo para sí. Ya luego averiguaría qué es lo que pasaba ahí.

– ¡Nat, perdona! No te había visto, hermosa– exclamó, saliendo de su ensimismamiento para ir a abrazar a la pelirroja.

Sarah le sirvió el desayuno y Bucky tomó asiento junto a Natasha, comiendo con entusiasmo. Wanda no pudo evitar sentirse un poco fuera de lugar en medio de aquella dinámica familiar tan cálida. Eran una familia, todos. Se lanzaban puyas y bromas, reían a carcajadas mientras comían y se miraban con cariño los unos a los otros. Ella extrañaba eso, extrañaba sentirse parte de algo. Ocultó un suspiro tras su taza y se levantó de la mesa, llamando la atención de los presentes.

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