Capítulo IX
Mijaíl apresuró el paso hacia la oficina de su padre, sintiendo un extraño escalofrío en su espalda mientras se acercaba a la pesada puerta de roble que daba al cuarto. Golpeó la puerta con sus nudillos y esperó un momento antes de abrir y entrar. Su padre estaba sentado frente a su escritorio y lo miró bajo sus gruesas cejas, con aquella expresión hermética que lo caracterizaba y que no te dejaba saber que estaba pensando realmente. Le indicó con un gesto una de las sillas frente a su escritorio. Misha se acomodó el cabello y se dejó caer en el mueble, mirándolo con una ceja alzada.
- ¿Para qué me llamabas, viejo? - preguntó, cruzando las piernas y reclinándose en el asiento, adoptando una postura relajada y distendida que estaba muy lejos de sentir.
- ¿Hiciste lo que te ordené? - preguntó en un ladrido, imitando a su hijo y reclinándose también en su enorme silla, deslizando sus dedos por la cadena de oro que le rodeaba el corpulento cuello.
- Claro que sí. Jarin y Vasiliev ya son historia- respondió el muchacho, notando la mirada profunda del hombre. Su padre lo estaba estudiando y por eso se cuidó de no mostrarle ninguna emoción. Aquel era un arte que había aprendido a manejar desde muy niño.
- Bien, hijo, bien. Lo has hecho bien... nuestro contacto en el FBI nos dijo donde están escondiendo a la muchacha- Misha no movió ni un solo músculo del rostro, pero su padre pudo sentir (más que ver) el impacto que la noticia le causó.
- Está bien. Tú me dirás cuando quieres que vaya a por ella y cómo quieres que la mate- respondió, fingiendo desinterés.
Su padre soltó una carcajada grosera y escandalosa, descolocando a su hijo antes de ponerse de pie y golpear el escritorio con fuerza, dejando caer sus enormes manos sobre el mueble, mirando feroz al joven frente a él.
- ¿Tú? ¡¿Matarla?! ¡Si fuiste tú, hijo de perra, el que la dejó ir hace seis años! ¡Tú la dejaste vivir! - lo acusó con el rostro enrojecido por la rabia. Misha no reaccionó. Alzó una ceja y sacó un cigarrillo de su bolsillo, encendiéndolo con calma.
- No sé de qué me hablas, viejo- respondió, encogiéndose ligeramente de hombros y dándole una larga calada al cigarrillo. La pasmosa tranquilidad de su hijo hizo reír nuevamente al patriarca de los Rostokov.
- Eres igual a mí, bastardo- balbuceó, dejándose caer nuevamente en su asiento- Un bastardo insolente, eso es lo que eres... Dime, Misha, ¿realmente creías que yo no sabía lo que hiciste? ¿Crees que algo pasa en esta puta ciudad sin que yo lo sepa? - los ojos amarillos de su hijo lo estudiaron tranquilamente.
- Si lo sabías, ¿por qué me dejaste hacerlo? - preguntó, exhalando suavemente el humo de su cigarro antes de dejar caer la ceniza sobre el cenicero en el escritorio frente a él.
- Porque fue un alivio. Así me di cuenta de que no estaba criando a un maricón... hay que tener huevos para desafiarme, Mijaíl. Y tú los tienes. Tu madre nunca me dejó llevarte con una de las chicas y, como siempre estabas con ella, creí que te estabas convirtiendo en un afeminado de mierda. Entonces te metiste en las pantaletas de esa chica y arriesgaste todo por ella y me di cuenta de que tienes los mismos huevos de tu padre. Eso me alivió, hijo. Sólo por eso lo permití- Misha no dijo nada, pero notó el orgullo solapado que escondían las palabras del viejo y no supo cómo sentirse al respecto.
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Doll
RomanceJames Buchanan Barnes es un agente del FBI que va por la vida dando tumbos. Nadie lo ata y nada lo detiene. Al menos, hasta que cae en sus manos la misión de proteger a una importante testigo.