Adaptación.

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Capítulo 4.

Adaptación.

Johan se quedó quieto ante la imagen que tenía frente suyo. Esa mañana había salido temprano a ejercitarse y correr un poco; de regreso, antes de entrar de nuevo al edificio, planeó quedarse unos instantes en el bonito jardín de la entrada de la construcción; no pensó encontrarse con Jared, sentado en la banca de piedra, sosteniendo a Cassie en su regazo y con la pequeña pañalera junto a ellos.

Exhaló y metió las manos en los bolsillos delanteros de su sudadera, miró a los alrededores notando que las personas más cercanas estaban a varios metros; era imposible que Jared no le notase, mucho menos cuando tenía que pasar a su lado para entrar al edificio. Sin embargo, tuvo la ligera esperanza de pasar desapercibido cuando Jared comenzó a buscar en la pañalera; aunque al final, a unos cuantos pasos de distancia, cambió su rumbo.

Cassidy disfrutaba de hacer ruidos extraños con su boca, no le importaba salpicarse el rostro ni a quien estuviera cerca; así que Jared comenzó a buscar con algo de apuro el contenedor de toallas húmedas para limpiarle los labios, la saliva brillante resplandecía incluso en sus regordetas mejillas.

—Están en la bolsa del conejo— levantó la mirada y vio a Johan de pie, a su lado; —allí las guarda Duncan— explicó.

Jared entonces observó mejor la pañalera, la cual tenía un compartimiento al frente y dos más en cada lado, pero solo uno de ellos tenía estampado un conejo blanco.

—Gracias— exclamó, y se apresuró a hurgar dentro de la bolsa, solo tenía una mano libre, pues con la otra sujetaba a Cassie para que no fuera a caer. Johan se acercó un poco más y le ayudó a liberar el botón que fungía como cerradura.

—Gracias— repitió Jared antes de quitar la primera capa de saliva del rostro del infante.

—Descuida— respondió Johan, encogiéndose de hombros aún cuando la atención del otro lobo no estaba en él. Pensó en dar media vuelta y marcharse, pero eso sería algo, demasiado grosero; además, se sintió un poco incómodo al ver la manera en la cual Jared sostenía a Cassie, no es que lo estuviera haciendo mal, la pequeña no corría ningún peligro, sino que... bueno, había visto a Duncan hacerlo y definitivamente los movimientos del beta eran más confiados, naturales y ágiles.

En silencio, ayudó a Jared a guardar de nuevo las toallas en el compartimiento de la maleta de tela rosa.

—¿Comenzaste a entrenar desde temprano?— preguntó Jared, él ya conocía ciertas rutinas del más joven desde que estaban en Muna, pues junto con Alex solía ejercitarse por las mañanas.

—Salí a correr desde las seis treinta— explicó, en ese momento pasaban bastante de las ocho de la mañana.

—¿Y qué te parece el vecindario?— Jared tomó la pañalera y la cambió de lugar, la pasó al otro lado; esa fue una clara invitación para Johan a sentarse.

—Es algo ruidoso— contestó, tomando el lugar en la banca.

Jared sonrió levemente, —te acostumbrarás, ya lo verás— en Muna, Johan solía vivir con sus padres en los suburbios; en cambio ahora residía en un apartamento compartido, en un edificio ubicado en una avenida transitada.

Johan suspiró y dejó escapar en un volumen muy bajo, más como un pensamiento personal, —espero poder hacerlo—, pero obviamente el otro le escuchó.

Aunque en la intimidad, con Duncan, ahora con Cassie, y en la privacidad de su hogar Jared era afectuoso, lo cierto es que siempre había sido bastante directo y tajante, por eso no fue del todo inesperado para Johan escuchar las siguientes palabras.

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