Pág:12 Saco de huesos

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Ok

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Ok... día 07 de entrenamiento, cuatro de la madrugada... fuera de la Aldea. Estoy muriendo.

No de una forma literal pero todo lo figuradamente literal que se pueda. Es imposible entrenar con una persona tan desgraciadamente superior a ti. En todo sentido si puedo decir. Todo me duele, siento músculos tensos que no recordaba que podían reprimirse de tal forma. Si... no estamos usando el simple sharingan de tres Aspas. En los ojos de Madara brilla el hermoso diseño de una rueda negra con tres círculos en donde antes estuvieron las Aspas.

Acepté con todas las condiciones que él me entrenara y una de las condiciones es

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Acepté con todas las condiciones que él me entrenara y una de las condiciones es... soportar que no puedo verle cuando pelea porque es malditamente rápido. Mi sharingan jamás había estado tan cansado y eso es decir poco.

– Levántate. — dijo Madara parado con los brazos cruzados en su pecho.
Una hora y yo estoy ya tirada... vaya shinobi que soy.

Hice caso y me levanté. Preparada para lo que podría venir. Pero no se movió de ninguna forma extremadamente mortal ni atacó. Se acercó lentamente y con esa mirada rojo sangre me observó analíticamente.

– ¿Qué pasa? — dije sin entender por qué ahora se detenía.

– Acabamos por hoy. — respondió simplemente.

Le vi extrañada.

Él simplemente se acercó más me pidió algo que me dejó extrañada.

– Pasa un brazo por mi hombro. — dijo con esa voz demandante que tiene cuando entrenamos.

Sin pensarlo mucho levanté el brazo y tomé su hombro. El me tomó por la cintura y colocó una mano en mi abdomen lado izquierdo.
Metió su mano sin ningún cuidado entre mis costillas y luego sentí un gran dolor en el costado, sus dedos movían costillas con tranquilidad y no sé si me las quebraba o verificaba que lo estuvieran. No le importó el grito que lancé y siguió tocando mis costillas como si un saco de huesos sin vida fuera yo.

Cuando dejó de tocar yo ya tenía mi cabeza apoyada en su hombro del dolor y lo poco que me podía sostener.

– Si... quebré tres costillas. — dijo cerca de mi. Cabe aclarar que no vi culpa o remordimiento en sus palabras. Las anteriores veces que le he lastimado yo, paso pendiente de como está y verifico que no le haya dañado. Él por el contrario manosea mis costillas y me dice sin remordimiento que me hizo puré.

𝑳𝒂 𝑽𝒊𝒂𝒋𝒆𝒓𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora