Capítulo 4

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Eran las 2:20 P. M. Bonnie había llegado a la escuela más temprano de lo que tenía, también lo sabía por ver la poca cantidad de alumnos rondando en la escuela; si fuera la hora del cambio de clase habrían muchos más. A pesar de que había llegado más temprano, su salón no estaba ocupado por algún otro grupo que comenzara sus clases en la mañana, ya podía entrar y esperar hasta las 3 P. M., para que pudiera empezar. Bonnie caminó hasta el fondo del corredor de su edificio, el salón al que tenía que asistir se encontraba al otro lado. Una vez que llegó, asomó su cabeza para ver quienes ya habían llegado, sólo se encontraba un pequeño animatrónico con forma de humano, exactamente de un niño. Él estaba sentado al fondo del salón en una de las tantas mesas que se encontraban: eran mesas donde se podían sentar cuatro animatrónicos alrededor. Bonnie se sintió algo tímido para sentarse junto a él y comenzar una nueva amistad, así que prefirió sentarse en otra mesa más cercana al pizarrón. El animatrónico notó su presencia, pues en el momento que Bonnie tomó asiento volteó su mirada inexpresiva hacia él, únicamente por algunos segundos, después se volvió a su mesa como si esta le estuviera hablando. Bonnie sólo se sentó en su silla mientras contemplaba el estilo de los salones de clases: paredes blancas y mesas grises con patas negras, junto con sillas azules, tal y como los colores del logotipo de la escuela.

   Faltaban diez minutos para que fueran las tres, y por lo menos Bonnie había visto llegar a más animatrónicos en su salón, ellos eran tan variados que le era difícil poder memorizar a cada uno en tan sólo un día. Él podía ver a una bailarina, a un zorro, a otro conejo azul cielo, etc. Todos comenzaban a llegar y sentarse en diferentes lugares. Varios de ellos no se conocen, puesto que en este nuevo año fueron mezclados entre sí con nuevos compañeros.

   Finalmente habían llegado dos compañeras que se sentaron en el lugar en que Bonnie estaba sentado. Bonnie notó que se trataba de ese mismo animatrónico que había visto en el edificio de administración escolar, Chica. Venía platicando con una compañera realmente alta, de al menos dos metros de estatura. Ella era una marioneta vistiendo ropa negra con rayas blancas, no se trataba exactamente de un animatrónico hecho de partes de metal. Ambas tomaron asiento en donde estaba Bonnie, pero Chica había notado que conocía su rostro.

   —Oye, amigo. ¿Qué no te he visto en otra parte?

   —¿A mí? —preguntó Bonnie —, no lo sé.

   —¡Sí! —exclamó Chica después de analizar su rostro —, ¡tú eres el que estaba con el director cuando fui a quejarme!

   —¿Eres Chica?

   —La única e inigualable, mi amigo —dijo presentándose —. ¿Tú cómo te llamas?

   Bonnie comenzaba a sentirse un poco nervioso, pero por lo menos ya tenía la oportunidad de hacer nuevos amigos, no podía resignarse a no platicar con ellas.

   —Yo soy Bonnie.

   —Bonnie... —dijo mientras reflexionaba —, es un bonito nombre. Ella es Marionette.

   Chica tomó el brazo de Marionette presentándola, incluso aunque ella no había hecho nada para presentarse ante Bonnie.

   —Hola, Bonnie —dijo Marionette mientras tomaba asiento.

   —Hola —respondió.

   Bonnie aún estaba impactado por ver la altura de ella, era casi como si pudiera perforar el techo con dar un brinco o usando tacones altos.

   Chica y Marionette continuaron platicando entre ellas mientras Bonnie seguía analizando a los alumnos que continuaban llegando: una rana, un hipopótamo morado, un elefante, un oso café. Bonnie se había detenido a analizar mejor al oso que había visto entrar, quien se dirigió a sentarse en la misma mesa donde estaba el zorro rojo. «Oh, genial, él va a ser el que se traerá a todas las mujeres en el suelo», pensó Bonnie en cuanto lo vio, ya que ciertamente el oso era atractivo, aunque Bonnie lo haya pensado más por el hecho de que vestía un sombrero negro y un moño negro, pero también lo hacía ver atractivo su cuerpo en forma.

Corazón de delfínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora