Es un profundo dolor en el pecho, perfora el alma y te consume. Termina con tus sonrisas y cuando por un segundo ocupas tu pensamiento en algo más, una punzada ardiente te recuerda que permanece vivo dentro de ti.
Entonces, huyes de él, o al menos lo intentas. Intentas escapar de ese sentimiento tan intenso como desagradable que te presiona el pecho y te impide respirar.
Pero no puedes, no puedes escapar de él. Solo te queda la más dolorosa salida, seguir respirando con ese sentimiento consumiéndote por cada inhalación.
—Celeste, los miembros del consejo te estamos esperando —interrumpe mis pensamientos Joán con un timbre de voz cauteloso.
No muevo un solo músculo e ignoro por completo sus palabras, esperando que mi acto le deje en claro que no tengo interés en hablar con nadie.
Me encuentro recostada sobre el suelo del salón en el que hago presencia y mantengo la mirada perdida en el espectáculo de luces radiantes sobre el techo.
El único lugar que apacigua el dolor que se aloja dentro de mí.
El cuarto de estrellas, me gusta llamarlo. Es relativamente un cuarto pero circular y compuesto en su mayoría (a excepción del suelo) por material transparente, lo que permite ver lo que rodea a éste lugar: grandes constelaciones.
Es mi lugar favorito del centro galáctico, considerando que desde aquí se puede apreciar un pedacito de universo.
Antes, en mi vida como humana, miraba las estrellas con deseos de saber “que hay más allá”. Y ahora como kadrox, hago algo similar: Observo las estrellas y el fondo del universo, preguntándome en qué lugar del infinito estará Mike.
Mi Mike, que agonía es tenerte lejos.
No soy la víctima de mi cuento imaginario, soy consciente de lo verdaderamente estúpida que fui. Lo dejé por estar aquí y alguien más se quedó con él.
Supongo que dejaría que estuviera con alguien más si ella no fuera tan frívola y cruel. Pero lo es y las cosas son más complicadas que eso.
―Celeste, de verdad tienes que venir ―insiste mi amigo. Lo veo danto lentos pasos por la habitación en mi mente. Su voz me trasmite una imagen suya directo al pensamiento, cualidad de un kadrox.
―Pueden ocuparse sin mí ―respondo de mala gana.
―No, no podemos y lo sabes. Por favor, ya pasó mucho tiempo y tienes que cumplir con tus nuevas obligaciones ―dice y ésta vez giro mi cabeza para verlo antes de responder.
―Tu ganas, iré. Pero tienen que ayudarme a encontrarlos ―pido con voz suplicante.
Joán avanza en mi dirección y se recuesta a mi lado, me acerco a él y me refugio entre sus brazos. Es uno de los pocos amigos que tengo aquí, puesto que mi familia y los demás sobrevivientes humanos continúan adaptándose a vivir en la tierra después de que Ciska intentará destruirla.
Joán es como un hermano para mí y se comporta como tal, cabe mencionar que soy su única familia. El como yo, sufrió lo que es vivir la destrucción de tu planeta. Pero él en mayor medida.
Casi a rastras, salgo de mi zona favorita y entro con mi acompañante a un cilindro giratorio. Una luz tenue indica que todo está en orden y el cilindro gira un par de veces antes de descender a gran velocidad.
Después de unos segundos, nos detenemos y nuestro transporte desaparece a nuestros pies dejándonos en un diminuto cuarto dorado. Salimos de él, para entrar a una enorme habitación.
Me recibe un aroma agridulce que provoca que me inquiete sin embargo apenas estamos adentro decodifico la voz de mis compañeros en mi memoria.
―Chica humana, viniste —exclama con una sonrisa coqueta Greyin Varany, uno de los cuatro miembros del consejo que dirigimos el centro galáctico.
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Guardiana de Estrellas
Science Fiction—¿Lo ves? ¡Allá! ¿Acaso no es hermosa? —dije señalando con mi dedo la estrella más brillante de la noche negra. ―Claro que es hermosa, pero se queda corta con tu belleza, mi amor —Respondió el y me colocó un tierno beso en la frente. —Si me lo dices...