(Cap. 5) Ayúdame

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―¡Joán! ―grito con un gran dolor acumulado en el pecho y un nudo en mi garganta. Quedo muy desconcertada cuando lo veo alejarse a pesar de que sé que me escuchó―. ¡Hermano! —grito con más fuerza.

El cuerpo de Joán queda petrificado y sus músculos se tensan evidentemente, sin embargo no se gira para verme y se mantiene firme en su sitio.

Está a 4 secciones de pasillos de distancia y aun así puedo verlo con perfección, acelero el paso y corro hacía él. Siento mi cabello pelirrojo fluir en mi espalda por la velocidad y escucho mis propias pisadas retumbar por el inmenso y solitario lugar.

Cuando se percata de mi acto por alcanzarlo, también corre y con más rapidez que yo. Gira a la izquierda en la siguiente sección y casi al instante gira de nuevo, ahora a la derecha.

Lo pierdo de vista en su totalidad pero escucho sus cautelosas pisadas recorrer los pasillos consecutivos.

Incremento la velocidad todavía confundida, ¿por qué Joán huye de mí?

La distancia que nos separa se hace tan grande que pierdo su rastro y aunque recorro al azar algunas rutas, pronto pierdo el sentido de orientación y término sola con la espalda en la pared, mi cabeza en las rodillas y las manos en mi nuca.

Quiero llorar y gritar con desolación pero no puedo. Ya no soy humana y no puedo hacerlo, eso quedó en el pasado.

De pronto añoro mis días comunes en la tierra, extraño el atole caliente en invierno y las historias que solía contarnos mi padre en la cena, recuerdo las cosquillas que Mike me hacía y las perversiones de mis amigas,  daría cualquier cosa por el beso de buenas noches de mi mamá o los pucheros de mi hermana menor.

¿Por qué se perdió todo eso? ¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí? Hubiese preferido morir con los demás, ahora no tengo nada. Me alejaron de mi familia, de Brisa, Mike me odia, Joan se aleja de mí y yo estoy tan sola que me estoy volviendo loca.

El dolor se almacena en cada fragmento de mi cuerpo, cada vez en mayor medida hasta que el espacio se agota y está a punto de detonarme en miles de pedazos. Suelto el aire de mis pulmones adoloridos y corro nuevamente pero ahora con un lugar de llegada.

En este momento mi daño se limita a conducirme a mi antiguo centro de entrenamientos donde apenas entro comienzo a golpear con mis propias manos cada adverso ficticio que se me pone enfrente.

No quiero pensar, no puedo creer la idea de que Mike ya no me ame y mucho menos que ahora deseé matarme. Quiero poner mi mente en blanco, sin pensamientos, sentimientos, dolor emocional, ni nada que se le relacione.

No puedo con todo esto, es demasiado. Y Joán, mi hermano ¿por qué no está conmigo?

Siento que la fina membrana que mantiene el sentido de mi vida, se ha roto.

Golpes, patadas, giros, garrotazos, volteretas, disparos, ráfagas, cortes, dagas, hechizos, magia, raspones, sangre...

Las horas pasan, mi cuerpo herido se cansa pero yo continúo mi destructiva  batalla. Finalmente mi energía se acaba pero mis golpes no frenan a pesar de que la hechicería ya no está de mi lado y tampoco la destreza de mi cuerpo.

Me siento tan frágil, tan vulnerable.

No me siento mejor después de matar tantos enemigos ficticios, al contrario me siento sola y estúpida.

He agotado la reserva de energía de mí todo mi ser y soy consciente de lo dañino que es eso. Por mi distracción una patada me lanza al otro extremo del centro de entrenamientos, mi cuerpo amortigua contra la pared helada y queda paralizado en el suelo.

Guardiana de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora