Abro los ojos por la sorpresa, un escalofrío recorre toda mi espina dorsal y mi piel se eriza. Mi garganta emite un quejido sordo por el dolor de la herida.
Escucho las protestas de mis amigos que gritan con impotencia, pero ninguno tiene la posibilidad de ayudarme. No me muevo para no hacer más profundo el corte pero mi respiración se vuelve pausada.
―Roco, ya estoy aquí ―dice una voz suave―, ¿necesitas ayuda?
Siento como los brazos de Roco se tensan, se gira para ver a Brisa que se mantiene sobre la puerta, y habla al cabo de unos segundos.
―Si hermanita, quiero que tomes esta arma y mates a ese par ―Roco le arroja con un pie mi arma y después señala con brusquedad en dirección de mis amigos provocando que me hiera más la daga―, ya no los necesitamos.
―Como mandes ―responde, sumisa. Puedo percibir la vibración de su voz que delata miedo.
Escucho como levanta el arma y se encamina temblorosa en dirección de Darío y Sisha. Pero cuando pasa enfrente de nosotros, Roco me arroja con fuerza a la pared y encaja con ferocidad la daga en el estómago de Brisa, se produce un sonido húmedo y hueco que anuncia el acto.
Grito aun con el dolor de mi cuello, me pongo de pie y avanzo hacía ellos dando traspiés.
―¡Traidora! ¡Mala hija! ―le grita con desprecio, Roco―, ¿crees que no me di cuenta de lo que hiciste?
Saco otra arma del traje y sin titubeos le disparo. Pero él no se inmuta. Deja a Brisa a un lado y se gira para encararme.
―¿Con eso me detendrás? ―se mofa.
Retrocedo cuando intenta tomarme de nuevo. Le vuelvo a disparar pero su piel absorbe la bala, se ven las chispas de electricidad que produce pero a él no parece afectarle ni en lo más mínimo.
—Ces no quiero morir, tengo miedo... Ayúdame por favor —pronuncia con dificultad Brisa.
Escucho su llanto, sin bajar la mirada escucho su dolor, solloza y repite que te tiene miedo de morir. Se me hace añicos el corazón y antes de darme cuenta, brinco a la altura de dos metros y pateo la cabeza de Roco con una fuerza con la que no sabía que contaba.
Él se estrella contra la esfera luminosa y convulsiona al contacto, las luces se vuelven más opacas y veo como la silueta de Ciska comienza a hacerse más transparente.
Al contrario de lo que grita mi corazón, no auxilio a Brisa, me acerco a Roco y lo golpeo en la cara con el brazo de mi arma tantas veces como me es posible.
Sin embargo, me toma por sorpresa cuando abre los ojos, con una mano impide que lo siga golpeando y con la otra me agarra del hombro y me arroja con fuerza al otro extremo del lugar.
Esta vez el dolor me inmoviliza más del tiempo que tenía contemplado, mis músculos duelen casi tanto como mi cabeza.
Roco se recupera y se acerca a mí cómodamente, mi mirada se enfoca encima de la esfera luminosa y veo a Tinia con los ojos muy abiertos cubiertos de terror. Su cuerpo se ha chupado como una pasa y el tono de su piel se torna gris, bajo ella la silueta de Ciska se mueve.
Mierda.
De pronto recuerdo mi planeta, recuerdo haber estado allá cuando Ciska intentó exterminarlo. Recuerdo los niños muertos en el autobús, recuerdo la lluvia de restos humanos, recuerdo el rio rojo, recuerdo las monstruosas criaturas que mataban a diestra y siniestra...
Ciska no puede revivir.
Roco llega ante mí y me observa en el suelo.
Sujeto mi arma y la deslizo en su dirección.
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Guardiana de Estrellas
Science Fiction—¿Lo ves? ¡Allá! ¿Acaso no es hermosa? —dije señalando con mi dedo la estrella más brillante de la noche negra. ―Claro que es hermosa, pero se queda corta con tu belleza, mi amor —Respondió el y me colocó un tierno beso en la frente. —Si me lo dices...