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Mi tía Abrianna era una señora de aproximadamente sesenta años, y decía aproximadamente porque ella odiaba que le preguntaran su edad. Su cara tenía muchas marcas de expresión debido a que se la pasaba todo el tiempo con el ceño fruncido y su cabello era blanco como una tarde de invierno en Liverpool.

No sabía las razones, pero su esposo la había abandonado con cuatro hijos los cuales ahora vivían fuera de la ciudad de Kansas. De vez en cuando iba a visitarlos, pero era muy difícil que se quedara tantos días ya que su forma de ser solo traía problemas entre sus hijos y sus parejas, o al menos eso era lo que mi padre me contaba. Y le creía, porque no había día en el que ella no estuviese espiando por la ventana para saber como llegaba y con quién.

Era exasperante y de alguna manera demasiado molesto el hecho de que fuese así de hostigosa. Siempre estaba atrás de mí recriminándome incluso cuando no me paraba tan recta como, según ella, era debido.

Si ya de por si me ponía de nervios, ahora que todo el tiempo me la pasaba mintiendo era incluso peor, pero ¿Qué tan mal tenía que estar como para sentir que lo valía? Mentir para pasar un rato con Fred lo valía.

Él era tan... fastidioso a veces, pero otras veces era tan tonto y me encantaba eso de él. Era lindo y atento. Solo él lograba volverme loca de mil maneras diferentes. Eso incluía las veces que me hacía molestar por supuesto, porque a pesar de todo él nunca dejaba de lado sus comentarios inapropiados. Pero sentía que podía acostumbrarme. Sentía que quería acostumbrarme con tal de estar con él.

-Estás muy encorvada, Virginia.-Me regañó mientras yo intentaba terminar mi desayuno tras varios regaños como el hecho de que mi falda, que me llegaba por debajo de la rodilla, era muy corta.

Me enderecé solo para que ya no me dijera nada.

-Estos últimos días has estado llegando muy tarde.

-Sabes que solo estoy yendo a hacer mi trabajo.

-¿Y por qué no vienen a hacerlo aquí?.-Enarcó una ceja.-Me gustaría saber con qué clase de gente te juntas.

-Ya te he dicho que ellos no son mis amigos. Además, no es buena idea, son muy...

-¿Silvestres?-Completó ella. Asentí y ella en seguida sacó de su boca un sonido lleno de desagrado.-Me lo imaginé, los americanos son asi en su mayoría. De acuerdo, no los quiero en mi casa-dijo por último antes de salir de la cocina.

Suspiré aliviada de que me hubiese creido.

-Te lo digo en serio, si un dia me pide que me case con él en seguida voy a decirle que si

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-Te lo digo en serio, si un dia me pide que me case con él en seguida voy a decirle que si. Es más, si ahora mismo me pidiera matrimonio abriría mis piernas para él y esa sería la respuesta.-Parloteaba Sasha sin poder callarse.

Después de tanto tiempo por fin había tenido un espacio libre para poder continuar con el proyecto, pero ella aún seguía hablándome de aquel tal Felix. Incluso por el hecho de que empezaba a enamorarse de aquel sujeto, Sean era ignorado por ella más de lo normal por lo que él solo se la pasaba molestándome más de lo habitual.

𝙹𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚎́𝚕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora