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-¿Fred? ¿En dónde estás?-Escuché aquella dulce voz desde la sala

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-¿Fred? ¿En dónde estás?-Escuché aquella dulce voz desde la sala.

Me encontraba en la habitación, recién había salido de la ducha un par de minutos atrás y aprovechando que estaba solo, planeaba dormir un par de minutos antes de que llegaran.

-¿A dónde vas?-Escuché que preguntó desde afuera, aún no abría la puerta.

-Tengo hambre...-Se quejó su compañera.-El inútil de Fred no hizo nada de comer-Le reclamó.

-No lo llames así.-La regañó.

Sasha bufó.

-¿Por qué lo defiendes? ¡Moriré de hambre por su culpa!

Hubo un silencio en donde estaba segura que Vicky planeaba qué decirle para que no se fuera sola. Sonreí mientras me inclinaba para buscar mis zapatos. A ella no le gustaba mucho la idea de dejar a Sasha sola. No sabiendo que de repente le daban esos bajones.

-Espera a que le diga a Fred y vamos los tres.-Pidió.-Podemos ir a comer pizza.

Otro silenció, en donde podía jurar, Sasha simplemente la miraba, fingiendo estar convenciéndose.

-Bien. Dile a ese tonto. Los esperaré aquí acostada.-Estaba seguro que se había echado en el sofá.

Negué con la cabeza, con diversión, antes de iniciar a atar las agujetas en mis zapatos, sabiendo que aquella siesta se cancelaba.

-Aquí estás-Señaló después de cerrar la puerta. Sonreí y me enderecé, dondole toda mi atención. Vaya sorpresa me llevé al encontrarla, ahí parada con aquel vestido blanco de manta puesto. Era muy bonito y para mi sopresa llegaba hasta la mitad de su antepierna dejándome ver sus blancas piernas. La miré, parpadeando y sin poder alejar mi vista-¿Me veo bien?-Cuando llegué a su rostro y vi ese sonrojo en sus mejillas, no pude evitar sonreir, enternecido.

Con un movimiento de cabeza, le indiqué que se acercara a mi.

Hace un par de días le habían pagado en la cafetería y a pesar de que ella había insistido con darme ese dinero, preferí pedirle que lo utilizara para comprarse ropa. Para comprarse cosas para ella. El día en que había escapado de su casa conmigo, solo había traido una valija consigo, evidentemente no iba a durarle toda la vida.

Se colocó entre mis piernas y la hice girar, como si estuviese evaluándolo. Debido a que la parte de arriba era pegada podía notarse lo delagada que era. Pasé mi mano por su falda aplanado un poco esa parte que estaba arrugada.

Cuando la había conocido, solía pensar que era así de delgada por alguna dieta extricta que llevara, como todas esas chicas ricas de las que Sasha me hablaba. Sin embargo, tras cocinar para ella y verla comer con tantas ganas y poco a poco aumentando las cantidades, me había dado cuenta que esa era su complexión física. Por más que la alimentara, su cuerpo no tenía planeado subir de peso.

𝙹𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚎́𝚕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora