Mientras acomodaba mi bolso sobre mi hombro, el sonido del claxon de un auto me hizo voltear. Era el auto de Fred. Miré alrededor asegurándome de que Sasha no estuviese cerca antes de acerarme.
-Hola.-Canturreó con una sonrisa en el rostro cuando me había inclinado para verlo a travez de la ventana.
-¿Qué haces aquí?
-Vine por ti.-Se encogió de hombros.
-¿Por mi?.-Me sorprendí. Siendo sinsera por un par de segundos creí que había venido por Sasha. Era lo más lógico a decir verdad.
-Claro. Hace una semana desde que te prometí que dejaría de ser un puto. Me he portado bien, pero no he recibido ni siquiera una recompensa mínima.-Hizo un puchero.
Era cierto. Había pasado una semada desde que todo había sucedido y el hecho de que Sasha estaba ocupada para hacer aquel proyecto solo habían provocado que no pudiese volver a verlo dese entonces.
-¿A dónde se supone que vas a llevarme?-Fruncí el ceño.
-Es una sorpresa.-Sonrió.
Me la pensé. Quería hacerlo, pero mis principios me decían que estar mintiendo para escaparme con un chico estaba mal. Lo miré y por primera vez mis pensamientos lo describieron como que se veía lindo con esa sonrisa. Las reglas en mi familia me decían que debía negarme, pero mi cerebro me ordenó que me subiera a ese auto por lo que terminé en el asiento de copiloto. Condujo por las calles aproximadamente una hora hasta que llegamos a las afueras. Se estacionó en el inicio de un montículo lleno de pasto que en la cima tenía dos arboles. Miró hacia atrás señalándome que volteara a ver.
Había una cesta y sobre esta una manta. Volví a él y me sonrió.
-Siendo sincero eres demasiado sofisticada, Vicky, así que no sabía con exactitud qué hacer.
No pude evitar sonreir y eso pareció hacerlo feliz ya que me sonrió de regreso. Tomó las cosas y ambos salimos del auto. Me extendió la mano para que la tomara. Subimos caminando mientras él jalaba de mi brazo cuando empezaba a cansarme por la subida. Rió.
-Anda, cariño, estamos a nada de llegar.-Me animó y solté un gritito cuando inició a correr sin soltarme.
Cuando llegamos sentí que me faltaba aire por lo que en cuanto dejó la manta en el pasto extendida no pude evitar sentarme sobre esta. Observé alrededor viendo la ciudad. Era increíble la vista y de repente me pregunte como es que conocía este lugar.
-Cociné varias cosas porque no sabía qué era lo que realmente te gustaba.-Lo escuché.
Volteé a verlo y parecía concentrado buscando las cosas en la canasta. Tenía el ceño fruncido y la lengua de fuera. Se veía... encantador. Estaba haciendo esto por mi y me gustaba. Era algo lindo.
-No es que sea el mejor cocinero... de hecho tuve que llamar a mi abuela para que me diera su receta de macarrones.-Decía mientras sacaba las cosas de la canasta.-Incluso traje té de manzanilla con menta. Presentí que era tu favorito aunque solo te he visto tomarlo una vez.-Rió de sí mismo.
Yo por mi parte lo seguí observando, esta vez sorprendida por el hecho de que aún recordara aquello a pesar de que había sido hace mucho.
Cuando terminó levantó la vista y me sonrió ofreciéndome en un tenedor un poco de los macarrones que había hecho. Me acerqué y los comí. Eran verdaderamente ricos y se lo hice saber con una sonrisa.
-Come todo.-Pidió dándome un poco más.-Estás muy flacucha y no quiero que digan que no alimento a mi futura esposa.
Rodé los ojos y tragué el bocado.
-¿Hasta cuando continuarás con eso?
-Hasta que nos casemos-dijo obvio.
-Tienes mucha seguridad sobre el tema.
-Claro. Hay algo en ti que me gusta y me atrae demasiado. Y si te soy sincero no sé que es con exactitud. Tal vez sea solo el destino hablando.-Se encogió de hombros.
Lo miré extrañada.
-¿Creés en esas cosas?.-No me estaba burlando, simplemente él no parecía la clase de persona que decía ese tipo de cosas.
-Yo no, pero Sasha me esta hablando todo el tiempo de esas mierdas y ahora solo quiero pensar que es eso lo que sucede entre nosotros.
Lo observé por un tiempo determinado en lo que él solo me extendía otra cucharada de esos macarrones realmente buenos. La acepté sintiendo que si él hablaba de nuevo yo solo corría el riesgo de que me gustara más.
Seguimos comiendo todo lo que había en el canasto hasta que sentía que ya no me cabía absolutamente nada más. Era demasiada comida y yo no estaba acostumbrada a comer porciones tan grandes.
-Ya no quiero.-Me quejé cuando me había ofrecido otra cucharada del pay de queso que según él había hecho mientras su abuela le dictaba los ingredientes por el teléfono.-Estoy muy llena-dije haciéndolo reir.
-De acuerdo, pero terminate ese té.-Señaló.
Asentí haciéndole caso y bebiendo aquel té que por lo visto a él no le gustaba, pero que había tomado porque no había traido otra cosa.
-De verdad es la peor convinacion del mundo, Vicky.-Se quejó como por décima vez.
-¿Por qué te quejas? Tú lo trajiste.
-Lo sé pero... no sabía que tenías tan malos gustos.
-Bueno... empiezas a gustarme, tú solo valora que tan malos gustos tengo.-Me defendí sin siquiera pensarlo.
Fred sonrió.
-Me ofendería de lo que acabas de decirme de no ser porque acabas de admitir que te gusto.
Miré a otro lado sintiendo mi cara enrojecer.
-Dije que me empiezas...-Ataqué.
-Bueno, es un buen comienzo.-Se encogió de hombros.
Sentí como se acercaba a mi. Tomó mi barbilla haciendo que regresara a verlo, parpadeé un par de veces sintiendo que iba a desmayarme por lo nerviosa que me ponía el hecho de tenerlo asi de cerca.
-Fue una semana entera portándome bien, niña británica.-Murmuró mientras su rostro se acercaba al mio.-Me debes muchos besos ahora.
Sus labios acariciaron los mios de manera delicada, como si quisiera saborear un caramelo y al mismo tiempo tuviese miedo de que se le acabara. Lo disfruté bastante sintiendo el cosquilleo que este mandaba a todo mi cuerpo. Mi mano sin siquiera pensarlo, por primera vez hizo contacto con su rostro acariciando su mejilla. No me había dado cuenta de qué tanto podría hacerlo sentir con un toque hasta que escuché como suspiró acercándome más a él.
No sé cuantas veces quiso besarme, solo supe que en todas y cada una de ellas yo dejé que lo hiciera. Me besaba de una manera tan distinta a la de aquel primer beso. Esta vez era más delicado y cariñoso, más dulce. Me había dejado ver un lado de él que ni siquiera sabía que existía.
Cuando bajamos de aquella pequeña montaña el sol ya se había ocultado. Había sido una tarde que probablemente me sería difícil olvidar, porque por más que quisira negarlo ahora, el me gustaba más de lo que lo hacía antes de subir a su auto esta tarde.
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𝙹𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚎́𝚕
RomanceVirginia es nueva en la ciudad de Kansas y para ella, probablemente el estar en América es la peor decisión que su padre ha llegado a tener, más aún después de conocer a Fred quién no duda ni un segundo que su nueva manera favorita de divertirse es...