Capítulo 11: Voces iluminadas por sonrientes

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Capítulo 11: Voces iluminadas por sonrientes

El calor de la fogata es apenas suficiente para poder sobrellevar el gélido invierno, mientras que la tenue luz que desprende la alivia un poco de la oscuridad que se cierne sobre el bosque

Se frota los dedos con la esperanza de que todavía no hayan sucumbido ante el frio, lleva las manos a la boca para exhalar un poco de aire caliente. El vapor se cuela solo para desaparecer al instante en la negrura de la penumbra

Intenta recordar todas las palabras de todas las páginas, de todos esos libros que había leído y memorizado en su vida con la esperanza de distraer su mente de la helada y solitaria noche

No le es suficiente

Cierra sus ojos color avellana con el propósito de buscar algún alivio entre sus memorias. Logra vislumbrar dos pares de ojos. Los primeros, azules como la profundidad del océano, el odio y desprecio con que la miran son tan palpables como la brisa helada que pasa por su cara. Los otros en cambio, verdes como dos esmeraldas, solo tienen un deje de tristeza que le provoca desolación y melancolía

Abre los ojos, sintiéndose más distante de la débil fogata. Levanta la cabeza al cielo, la luna en su inmensidad, comenzaba a aparecer por entre la negrura de las nubes

Un aroma familiar comenzaba a seducirla. Gira la cabeza para ver si proviene de la carpa que se encuentra detrás de ella. Nada. Lo único que sale de esa tienda es el ruido blanco provocado por la radio que dejó de emitir música hace ya mucho tiempo

Vuelve la vista al frente. El fuego ya se ha extinguido. Coloca sus manos entre sus axilas para tratar de aplacar el frio que poco a poco la invitaba a rendirse

Cierra sus ojos una vez más.

Esta vez un rayo había caído sobre un árbol provocando que comenzara a arder con vehemencia. Se acerca a paso lento, buscando refugio de la helada. Pero las llamas que envuelven al viejo tronco se tiñen de un verde maldito que solo desprende angustia y terror

Abre los ojos de golpe. Ahora hay un techo sobre ella, uno conocido. La fragancia a manzanilla invade el lugar. Trata de mover sus brazos pero se siente extrañamente atrapada y cómoda al mismo tiempo. Su cabeza está envuelta dejando solo su cara libre. Comienza a contorsionarse sobre sí misma tratando de zafarse de su agradable encierro pero es detenida por dos grandes faroles grises que la miraban complacientes, una hermosa sonrisa de oreja a oreja y una cascada de rizos dorados

-Hola Luna-dice devolviéndole el gesto con alegría al reconocer a su mejor amiga

-Hola Mione. ¿Cómo te sientes? ¿Estás cómoda, feliz, triste? ¿Con ganas de llorar o de reír?

La castaña solo ríe por todas las interrogantes de su amiga

-Me siento aprisionada, Luna. ¿Me puedes sacar de donde sea que esté?

-¡Oh claro!

La rubia la ayuda a salir de la bolsa de dormir naranja donde se encontraba. Sus ojos se hallan con lagañas, la cabellera está descontrolada, sus brazos entumecidos, y una palpable baba seca recorre su cachete izquierdo. Claros indicios de haber tomado una de las siestas más placenteras que ha tenido últimamente

-¿Cuánto dormí?- cuestiona intrigada mientras se frota intentando despabilarse

-Unas dos horas más o menos

-¡¿Qué?! ¡Luna no debiste dejarme dormir tanto!

-No podía despertarte, te veías tan cansada que hasta te caíste de la cama y ni te inmutaste

Entre Luces y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora