Capítulo 29: Edward Gideon

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Capítulo 29: Edward Gideon

Una fuerte ventisca hace menear con fuerza las ramas de los grandes pinos del bosque. Muy temprano en la mañana, había nevado por lo que el suelo está impoluto en blanca nieve
El invierno ha golpeado con fiereza, pero esto no desanima a Edward Gideon, quien disfruta de esa tétrica y solitaria vista desde la ventana de su pequeña, pero confortable, cabaña al sur de escocia
Él ama los días borrascosos, quizá porque le recuerdan a su padre, quien siempre preparaba su comida favorita cuando el clima estaba así. Hay veces en que todavía puede saborear a la perfección ese estofado de conejo y verduras que tanto añora
Mira su reloj de pulsera, el cual marca que está cerca de la medianoche, y luego se lleva las manos a la cara
Siente un poco de desesperación y nerviosismo. Su corazón late rápidamente como si estuviera a minutos de un importante examen de matemáticas
Suspira exageradamente. Un poco de su alma escapa en ese momento

El chirrido de la tetera con agua hirviendo lo saca de su trance. Prepara dos tazas con saquitos de té en ellas. Agrega un poco de agua fría a la tetera para así bajar la temperatura y no quemar las hierbas
Luego de verter el agua, intenta agarrar una de las tazas pero nota que su mano está temblando ligeramente. Traga un poco de saliva y se la frota para intentar calmarse

-¿Cariño, estás bien?

La voz proviene de una mujer sentada en un sofá en medio de la sala de estar. Es de cabello oscuro y sedoso; su tez es pálida y parece frágil. Viste un pijama de color negro con una bufanda roja enredada en su cuello
Sus ojos permanecen cerrados mientras sostiene entre sus manos y muslos un libro abierto

-Sí. Me quedé atontado viendo desde la ventana, es todo. Enseguida te llevo tu taza

La mujer sonríe y asiente levemente. Esa vista logra reconfortar un poco a Gideon

Antes de llevar el té, decide colocarle un leño más a la salamandra de pared que está cerca de la entrada
Está vieja, oxidada y muy corroída. Aun así, cumple su función a la perfección
Se arrodilla con algo de dificultad y abre la pequeña puertilla que tiene para poner el leño provocando un chillido ensordecedor que logra sobresaltar un poco a la mujer

-Lo siento
-No te preocupes, solo me sorprendí un poco -Responde la mujer sin dejar de sonreír
-Mañana debo acordarme de ponerle un poco de aceite
-Eso lo vienes diciendo desde que nos mudamos

Es cierto, lo viene diciendo desde hace tres meses. Aunque para él, ya ha pasado toda una vida allí. En esa cabaña, en medio del bosque, con ella como única compañía
Se reincorpora con lentitud, ya que sus rodillas le duelen cuando tiene que esforzarse mucho, y vuelve a la pequeña cocina
Procura que el sabor y aroma de los saquito de té se hayan asentado perfectamente y coloca las tazas en una bandeja de madera junto con unas rodajas de tostadas y mantequilla
Se acerca cuidadosamente a la mujer y coloca la bandeja sobre una mesita frente al sofá

-Amo cuando me preparas el té. El aroma invade toda la casa

El corazón de Gideon se acelera, esta vez de alegría. Besa la frente de la mujer y luego posa su palma derecha sobre su mejilla. Ella se acomoda tiernamente mientras el hombre la acaricia con su pulgar

-¿Tienes que irte, no es así?
-¿Cómo lo sabes?
-Te pones meloso cuando lo haces
-No me gusta dejarte sola
-Mi hermana vendrá a hacerme compañía, no tiene por qué preocuparte
-¿Vendrá con nuestro sobrino?
-Sabes que sí. Es muy pequeño como para estar lejos de su madre
-Entonces estarás en buenas manos
-¿Por cuánto tiempo te irás?
-Espero que no por mucho
-Te extraño mucho cuando no estás aquí
-Y yo más. Aunque si todo sale bien, será mi último encargo
-Eso dijiste la última vez
-Gracias a eso pude comprar esta cabaña
La mujer besa gentilmente la mano del hombre -Prométeme que te cuidarás
-Siempre lo hago

Una estela azulina comienza a rodear toda la casa de repente. Esto se debe a un encantamiento que el mismo Gideon colocó, haciendo que el edificio se envuelva en un aura que lo escuda contra cualquier hechizo en caso de que se detecten extraños por la zona
La mujer permanece con los ojos cerrados, por lo que únicamente el hombre se dio cuenta de esto
Vuelve a mirar su reloj y suspira apenado porque pensó que aún tenía un poco más de tiempo para pasar con ella

-¿Qué es lo que estás leyendo?
-"La tempestad" de Shakespeare
-¿Oh, Shakespeare?
-Sí, trata sobre una historia de venganza
-Ese hombre tiene un fetiche con la venganza
La mujer ríe un poco -Concuerdo. Aunque esta historia es muy linda. Al final, el protagonista renuncia a su sed de venganza y perdona a sus enemigos
-¿Acaso Shakespeare no escribía solo tragedias?
-Quizá el pobre hombre se cansó de escribir historias tan tristes
-En ese caso me la deberías de leer cuando vuelva
-¡¿Enserio?!
-Claro que sí

La cara de alegría de la mujer inundó de calor el corazón de Gideon. Esas pequeñas promesas que siempre hace antes de irse son la razón y el incentivo que tiene para siempre volver

-Le pediré a mi hermana que me ayude a preparar ese pastel que tanto te gusta
-¿El de café?
-¡Si, ese!
-Lo esperaré con ansias

De repente, las luces de todo el lugar se ven atenuadas. Pudiera parecer un simple bajón de tensión eléctrica, sino fuera porque las llamas de la salamandra también se vieron debilitadas. Es fue la clara señal para Gideon de que ya es hora de marcharse

-Ya es hora
-¿Ya te tienes que ir?
-Así es

La mujer lo abraza fuertemente, como todas aquellas veces en las que tiene que dejarlo ir. Suelta una pequeña lágrima que moja la mejilla de Gideon -Prométeme que volverás

-Te lo prometo. No hay forma de que deje a tu hermana dormir mucho tiempo en mi cama
-Idiota

Ambos dos se despiden con un tierno beso

Gideon agarra su chaqueta contra el frío y antes de colocársela se ve en el espejo
Está rozando los cincuenta, y eso ya comienza a notársele. Su pelo castaño y corto se ve descolorido y con falta de brillo. Sus ojos ambarinos apenas tienen luz y lucen algo cansados. Su barba ya comienza a tupirse, la hubiera cortado hace tiempo sino fuera porque esconde las mayorías de cicatrices de su cara
Ríe para sus adentros, pues no puede creer que de todas las personas en el mundo, justamente él se esté preocupando por su apariencia
De un cajón cercano saca lo que parece ser un pequeño tubo dorado con varios anillos con números plateados y lo guarda en el bolsillo de su pantalón gris
Se coloca su chaqueta sobre su camisa de color blanca y sale de la cabaña, no sin antes darle un vistazo a aquella mujer que le sonríe desde el centro de la sala

Gideon camina cinco metros sobre la espesa nieve antes de caer inconsciente por un rayo rojo

Entre Luces y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora