XI

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Estaba oscureciendo cuando Scott noto la hora. - La pasamos muy bien -dijo sonriente - gracias por la oportunidad. 
-Muy bien, gracias a ti por regalarme un día apremiante - dijo Esther sincera. 
- ¿Quisieras ir conmigo a la iglesia? - Preguntó Scott nervioso.
- Me encantaría - añadió sonriente. - gracias por proponerlo. 
- Para es un placer, gracias por aceptar. 
- Eres agradable y un caballero, se que me cuidarás.
- Mereces cuidado, ser tratada implacablemente y sobre todo ser respetada. 
- Gracias, eres muy dulce. 
- No me agradezcas, solo digo la verdad. Bueno ya debo irme, buenas noches Esther. 
- Maneja con cuidado y por favor avísame al llegar, así estaré más tranquila. Buenas noches Scott. 
- Claro lo haré, hablamos en un rato. - dijo dándo un beso en la mejilla de ester antes de marcharse. 

Richard por favor toma la medicina - decía Verónica, intentando que su amigo siguiera las indicaciones del médico.
-No quiero tomar medicamentos, eso no me ayudará, solo necesito descansar. 
- Prometiste hacer caso. 
- Solo lo hago por ti. 
- No debería ser así, es tu salud. 
- No soy del tipo de hombre que esta al pendiente de eso la verdad. 
- Pues deberías, si no te cuidas no podremos salir, debes mejorar. 
- Tienes razón, perdón por ser tan testarudo. 
- Estas perdonado, pero has caso ¿si?. 
- Lo haré hermosa enfermera, gracias por venir a cuidarme. 
- No es nada, ya deja de decir ese tipo de cosas. 
- ¿Porque lo haría? Amo ver como intentas esconder tu rostro cuando estas sonrojada. 
-¡Richard basta!. 
- Eres preciosa y te lo diré siempre que pueda, Dios si que se lucio contigo. 
- Me marchó, no puedo seguir escuchando todo esto. 
- ¿Te molesta? 
- No es que me moleste, es que es un poco incomodo, a penas y nos conocemos. 
- Perdona por mi osadía entonces, ya dejaré de hacerlo. 
Richard entristeció un poco, pero no quería alejarla aunque debiera callarse lo que estaba sintiendo. 

Scott que sorpresa ¿como estas? - dijo Esther abriendo la puerta de su apartamento. 
-Pasaba por aquí y decidí venir a a saludar, estoy muy bien ¿y tu?. 
- Excelente ¿Quieres pasar y tomar un poco de café? 
- Si claro, me encantaría. 
- ¿como va todo? 
- Muy bien, las empresas funcionan a la perfección y ya solo esperamos el inicio de clases contigo. 
- Eso me alegra mucho, ya solo falta un mes. 
- Un mes que se ha tornado eterno ¿cuando viajas? 
- Solo un poco, pero el lado positivo es que nos vemos mucho, en unos días. 
- Es cierto, oh vaya, te extrañaré. 
- Aún nos quedan un par de días para divertirnos. 
- Excelente, entonces ¿que te parece si vamos a dar un paseo? 
- Acepto. 

Angélica se encontraba recluida en su casa, sin ánimos de salir, sin ánimos de hablar, simplemente se encontraba en su cama sin moverse, sin siquiera encender una luz. 

Estos días han sido una tortura Señor, no se que me ocurre, es como si me faltara algo, o mejor dicho alguien, es que no puede hacerme tanta falta, no es mucho lo que lo conozco. ¡Que me ocurre! - exclamó en voz alta, esto no puede ser, porque tuvo que surgir ese viaje repentino ¿como es que lo extraño tanto? Necesito una respuesta a todo. ¿Llamo a las chicas? Ash no, ellas están resolviendo cosas para el viaje ¿y tu angélica que haces? Deberías estar arreglando todo, en un par de días salen de viaje. 
¡Dios! No tengo ánimos de nada. 
Angélica decidió encender una lámpara, justo en ese momento vio su biblia sobre la mesa de noche y la tomó abrinedola en un precioso libro, Isaías 64:8
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti mismo!
Esas palabras se encrustaron en su corazón, las lágrimas brotaron de sus ojos, no sabía que decir o que palabras pronunciar, solo sabía que su Caballero, su Padre, su Dios no la abandona, y nunca lo hará, entendió que aunque se sienta rota y sin ánimos el la conforta y la construye. Después de una hora dedicada a su caballero decidió salir de la cama, se dio arreglo y salió a la calle, ese día lo pasaría con su padre, con su alfarero, nada la podría separar de él y eso la llenaba de alegría. 
¿Como no había notado la esencia del poeta en cada maravilla creada? No lo sabe, pero ahora estaba más que convencida que no había poeta parecido a él, no habría pintor que trazara líneas perfectas como él, no habría un escritor que pudiese describir tan hermoso como lo hacía su Dios. 

Scott y Esther caminaron por el parque charlando de como Dios había salvado sus vidas, como los atrajo hacia él, y los lleno de su amor. Las horas transcurrieron llenas de risas y del amor de Dios, Esther estaba maravillada con el hermoso día que sus ojos veían, el cielo estaba tan perfecto, su color celeste y un sol brillante cargado de energía y los pajaritos volando de un lado a otro, en un abrir y cerrar de ojos Scott y ella estaban rodeados de unos jóvenes que se acercaron para escuchar de Jesús, ambos se sentía maravillados y privilegiados al poder hablar de él, hicieron un círculo en el cual la gloria de Dios fue derramada, mientas Esther cantaba, Scott oraba, todo fluyó de una manera tan perfecta que no notaron el asomo de la luna.

Amigas Inseparables. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora