Introducción

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Ese terremoto de emociones incontenibles seguía atormentando sus recuerdos desde hacía seis años

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Ese terremoto de emociones incontenibles seguía atormentando sus recuerdos desde hacía seis años. Un ave criada en una jaula no sabía volar, así se sentía Alma al mirar su rostro aniñado en cualquier espejo. ¿Qué debía hacer tras la partida de su madre? La libertad dolía, era una brújula sin norte con un profundo hueco en el corazón, por lo que no tenía más opción que guiarse a través de esos otros que suponían tener la seguridad que a ella le faltaba.

—¿Y qué tal te llevas con tu tía? —preguntaba Jazmín, desde su computadora de escritorio, mientras hablaba en las redes con desconocidos.

Alma había decidido ir a visitarla, desde la ausencia de Delfina ya había pasado un mes y la vida cotidiana retornaba a la naturalidad con su tía Catherine.

—Siempre ha sido muy buena conmigo. —Alma miró a un lado y se sentó en la cama—. Le pedí tener mi habitación en el ático y me ha dejado, lo cual es genial. Ya no quería compartir con Sofía, está insoportable. No sé qué le pasa.

—Es cierto, de un día para otro ha cambiado. —Jazmín se giró en su silla y miró a Alma con intriga—. ¿Puede ser por eso...? ¿Es verdad que ustedes se perdieron en el bosque? No quería preguntarte porque hace semanas me ignoras, algunos en de nuestra clase dicen que tienes novio y huiste con él.

Alma miró a un lado.

—¿Cómo tendría novio? No podía salir de casa —bufó Alma—. Pero sí, aprovechamos y fuimos a caminar al bosque y..., no lo sé, me caí por una colina y golpeé mi cabeza. Estuvimos perdidas y la policía nos encontró, me desmayé y olvidé varias cosas.

Jazmín se levantó de su silla, y caminó hasta su amiga, a quien tomó de las manos, enarcando una gran sonrisa.

—Ha sido doloroso —dijo—, pero deberías seguir adelante. Hay un chico con el que me estoy hablando, su nombre es Apolo y siempre va a un bar llamado El Antro, pensé en que debías venir conmigo y dejar lo malo atrás.

—¿Un bar? —Alma soltó las manos de su amiga y la miró con preocupación—. Somos menores, allí venden alcohol, y Cathy no me dejará ir. ¿Y qué tal si Apolo es un viejo?

—¡Vamos, Alma! —insistió la morocha—. Cathy no tiene que enterarse, podremos hacer nuevos amigos y escuchar a las bandas que allí tocan.

—No me gusta la música pesada. —Alma giró su cabeza con disgusto.

—Necesitas escuchar más. —Jazmín se dirigió a su computadora y comenzó a reproducir algunos vídeos de bandas underground—. ¡Y los chicos punk son hermosos! De hecho, podríamos hacer nuestra propia banda.

Sociedad Centinela parte II GRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora