Capítulo 1: Apertura

73 11 70
                                    

Tres semanas desde aquel despegue y Alma podía considerar que la paz retornaba al fin

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tres semanas desde aquel despegue y Alma podía considerar que la paz retornaba al fin. El agua y el aceite estaban en un perpetuo e imperturbable balance, sin mezclarse. Su vida en la Sociedad y su vida mundana danzaban en pistas separadas, como dos desconocidos sin nada en común, sin verse las caras.

Podía acostumbrarse, lo peor era historia, los kilos perdidos volvían a sus caderas luego de algunos sábados de pizzas y cervezas entre amigas. Las noches de sueño eran satisfactorias, las pastillas para dormir no eran necesarias, tampoco las otras drogas. Bastaba algo de chill, un té y un buen libro de filosofía para sentirse afortunada, al menos hasta que su celular volviese a zumbar con algún mensaje de la "preciosa" División Alfa, recordándole que también debía ponerse a trabajar en lo que odiaba, cosa que sucedía a la mayoría de la población mundial.

Tal y como se lo habían prometido al inicio, su trabajo no pasaba de leer informes y derivar tareas a las divisiones de trabajo completo. Los poderes adquiridos eran en vano, le daba igual, no pretendía ser una heroína ni mucho menos, la Sociedad Centinela no se trataba de ello; aunque estaba al tanto que los chicos seguían entrenando, pendientes de una inevitable desgracia. La traición a la Sociedad nadie la olvidaba.

La División Alfa lo sabía bien, que Mateo estuviera a salvo no se debía a un golpe de suerte por su maravilloso poder espiritual, eso se lo debían a una organización oculta que había descifrado como salvar a los infectados sin tener que eliminarlos por completo, desobedeciendo a los Altos Mandos y con el riesgo de convertirlo en un Gris, el sueño incumplido de la Orden de Salomón.

Por su parte, a Alma, quien se sentía por fuera de esa División, le importaba un bledo, se suponía que esos Altos Mandos tenían cosas más importantes que hacer, como ella, que estaba muy ocupada respondiendo los mensajes de Alex White, líder de la "Legión del Mal".

"¿Acaso los días de primavera no son los más indicados para una salida de a dos?", decía Alex en un mensaje por la mañana.

Alma brincó de su cama y sonrió como nunca, con las mejillas coloradas y los ojos centellándole como luciérnagas. No le importaba que fueran las seis treinta de la mañana, Alex era madrugador y ella lo sería también.

"Buenos días, Alex. Puede que sean los más indicados, pero me toca trabajar hasta tarde", respondió, dejando pasar un minuto para no parecer desesperada.

Cada vez que hacía zoom a la fotografía de Alex no creía que la eligiera para hablarle. Alex era lindo, ¡no! No solo eso, Alex era perfecto. Atlético, inteligente, divertido, y el chico más apuesto que jamás hubiese visto; alto, de sonrisa amplia, de mirada azul marino y de un cabello de un tono chocolate intenso, casi negro.

"Me estás evadiendo, ¿verdad?", dijo Alex.

Alma tragó duro, y es que Alex tenía razón, desde hacía pocos días los dos se texteaban como amigos de toda la vida; hablaban tonterías, intercambiaban música, y de vez en cuando Alex la invitaba a salir, consiguiendo un rotundo rechazo por parte de la chica. ¿Por qué? Inseguridad, desconfianza y vergüenza de sí misma. Demasiado bueno para ser verdad, se decía al verse al espejo.

Sociedad Centinela parte II GRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora