Capítulo 6: 0-1

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La estabilidad se quebró en mil cristales

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La estabilidad se quebró en mil cristales. Esa parte negadora de su ser ya no podía contener más la mentira.

Consecuencias, al fin llegaban las consecuencias.

Bajo el techo de una parada de autobús, en medio de la noche y lejos de casa. Alma estaba empapada con la vista fija en las luces tintineantes de los semáforos.

<<¿Un mal entendido?>>, se preguntaba en su mente.

—No, imbécil —dijo a sí misma, limpiándose las lágrimas del rostro con su mano—, lo sabías bien.

Alma frotó sus brazos, muerta de frío. El autobús no vendría luego de media noche. Tendría que quedarse a cumplir su castigo allí. Sola, destrozada, humillada, despojada de toda decencia y con todo su estúpido maquillaje, su estúpida ropa y su estúpido peinado arruinado por completo.

No podía regresar a su casa, no tenía el valor de mostrarse con esa cara frente a su tía, la persona que más se preocupaba por ella. Se la imaginaba pidiendo un turno con la psicóloga, lo cual no serviría de nada, ya que de la Sociedad no se podía hablar ni en el diván. ¿Qué debía hacer? La tormenta se intensificaba, el pequeño techo de chapa amenazaba con salir volando. Así que tomó su teléfono antes de seguir haciendo el papel de estúpida.

Era momento de afrontarlo. Llamar a uno de los chicos, oír sus reproches, sus insultos o lo que fuera que le deparara.

<<Yaco>>, ella pensó primero en quién tomaba las riendas del asunto, el "hermano mayor" del grupo, el tipo bueno, confiable y maduro.

—¿Alma? —Yaco atendió—. ¿Sucede algo?

—¿Están en la mansión? —preguntó, temblando, con la vista empañada.

Yaco se encontraba en el laboratorio de la casa de investigaciones, junto al doctor Emilio y su hija Lily, la cual era bioquímica. Hacían horas extras luego de identificar el ADN de Apolo.

—Estoy trabajando en el asunto de los anómalos —dijo—. Dudo que alguno esté allí, sé que Mao estaba en el bar con Gary. Pero puedes decirme lo que sea.

—Ah... — Alma mordió su labio, sintió vergüenza, mientras ella los envolvía en más problemas, Yaco se esforzaba por todos—. Yo...  recibí un mensaje del abuelo, nada importante. Mañana hablaremos.

Alma cortó la comunicación, antes de que Yaco prosiguiera a hacer preguntas. No era adecuado hablar de como la habían coronado a la reina de las estúpidas. Tampoco podía decirle que fuera a buscarla, lo consideraba injusto, ya que el joven se hallaba trabajando un sábado de trasnoche, en lo que le correspondía a ella.

No tenía mucha más gente con la que contar, si de cosas de centinelas se trataba. Quedaba Lisandro y Luca. No molestaría a Lisandro, de seguro dormía, además no sabía conducir. En cuanto a Luca, era la última persona a la que quería ver a la cara. Por lo que desistió de pedir ayuda o asilo.

Sociedad Centinela parte II GRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora