El fúnebre campo de batalla se extendía a lo largo de un predio de una decena de hectáreas desoladas. La niebla descendía, cubriendo todo con su manto de misterio, en donde se alzaba la chatarra formando figuras apocalípticas de terror. Debido a la escasa iluminación, apenas se distinguían las antiguas atracciones.
Era el paisaje de las pesadillas más trilladas, cualquiera podía sentir sus piel erizarse ante la macabra sonrisa del pulpo, que alguna vez había dado vueltas sin parar, o los corceles podridos del carrusel endemoniado, sin mencionar que nadie querría acercarse a las indefensas tazas o autos chocadores, que con certeza eran el hogar de una familia de ratas.
El cuerpo de Alma temblaba en la entrada, su mano se aferraba a la vara de metal, su tótem. Era el momento de ir por ellos, por quienes pretendían aplastarlos, pero no podía, no podía mover un pie. Su respiración se agitaba, su corazón palpitaba, sus manos sudaban. Hasta entonces se había concentrado en no pensar en él, en Alex, y ahora debía pensarlo, analizarlo y revivir cada miserable instante a su lado.
Gary la miró, el pánico era evidente.
—No podrá con esto —murmuró al oído de Yaco.
—¡No te deprimas ahora! —Luca se acercó a ella, frente a su rostro de espanto—. ¡No tienes que darle el gusto!
—Es justo lo que quieren. —Lisandro intentó hacerla entrar en razón.
—No es necesario enfrentarlo —dijo Alma—. ¿Qué estoy haciendo? Nunca me interesó la Sociedad.
Ella pretendió darse la vuelta, pero Luca la detuvo de un brusco tirón de brazo.
—¡Ni se te ocurra! —amenazó a punto de salirse de sus cabales—.- Nadie abandona el parque. ¡Voy a ir por Alex! ¡Incendiaré cada rincón y esas ratas tendrán que salir de sus madrigueras!
—No lo hacemos por los centinelas —dijo Yaco a Alma—. Todos fuimos subestimados. No podemos irnos sin siquiera intentarlo. Están en desventaja, y por eso tuvieron que caer tan bajo.
—¡Es tu oportunidad para romperle la cara! —insistió Mao.
No había caso, Alma seguía dura como una mula, se encogía de hombros y se contraía todo lo que podía, reduciéndose a sí misma como si no mereciera ocupar un lugar en el planeta.
La zozobra no solo le jugaba en contra a Alma, los chicos ya no contenían sus miradas odiosas. ¿Cómo podían proseguir en ese estado? Era seguro que los otros ya estuvieran ejecutando su plan.
—¡Es todo! —bramó Mao, quien tomó a Alma por los hombros, y con su peor cara escupió sus verdades—. ¡Es tu culpa, Alma! ¡¿Eso querías oír?! Ya lo tienes. Fuiste infantil, soberbia, ¡una completa maleducada!
—¡Mao! —Gary quiso detenerlo—. ¡Para ya!
Incluso Luca se sorprendía de lo que Mao decía.
Alma abrió sus ojos tanto como pudo. Mao estaba furioso, no tenía que insultar como Luca para cantarle sus verdades.
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Sociedad Centinela parte II GRIS
VampirosContra todo pronóstico, Alma debe seguir liderando la División Alfa; sin embargo, ya no encuentra propósito para permanecer en el juego. Con su desinterés surgen los nuevos problemas. El poder que ella desprecia es codiciado por otros, las traicione...