Capítulo 17: As.

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La Sociedad Centinela poseía varias tierras exclusivas; cercadas, protegidas, impenetrables para los simples mortales

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La Sociedad Centinela poseía varias tierras exclusivas; cercadas, protegidas, impenetrables para los simples mortales. Atravesaban los bosques y los ríos, los hábitat de las especies silvestres y atravesaban cualquier ley que dijera "esto es de todos". En una de esas tantas tierras, existía un pueblo. A pocos kilómetros de la mansión se alzaban suntuosas construcciones de las familias centinelas.

Mateo dejaba aparcado su auto en el estacionamiento de una de las residencias. Al descender, vio a la gente ir y venir, transitar esas silenciosas y pulcras calles. Era como cualquier barrio privado; lindos y buenos vecinos saludaban con sus sonrisas blancas, nada de indigentes, nada de mercados con fachadas despintadas, nada de marginales, tal y como una escenografía que imitaba a la vida, de un modo plástico y repulsivo para el gusto de Alma. Era mejor no pensar en todos los detalles que hacían de ese sitio un lugar al que quisiera prender fuego.

—Aquí vive la mayoría de las personas de la Sociedad. —A Mateo se le dibujó una sonrisa—. La mansión solo es la casa presidencial, un sitio de trabajo. Sería genial si vivieras aquí... —expresó con anhelo.

Los dientes de Alma chirriaron, iría a vivir a un pozo menos ahí. Pero, antes de responderle con alguna indirecta, se distrajo con dos personas que trotaban en medio de la noche. Se trataba de Yamil y Sebastián, vestidos con ropa deportiva llevaban un ritmo constante.

—¡Jefa! —Yamil alzó su brazo, Sebastián hizo lo mismo.

Hacía pocas horas se habían visto, pero ambos se mostraban muy exaltados. Mateo oprimió sus labios, jamás había tenido buen trato con ninguno de la Legión, ni siquiera con el amigable Yamil Skrulvever.

Los chicos ignoraron a Mateo y se dirigieron a su "jefa".

—¿Viven por aquí? —Alma se interesó por saberlo.

—Sí —afirmó Yamil entre risas, sin dejar de saltar—, en la Legión somos vecinos desde siempre, con Sebastián tenemos la costumbre de correr por las noches.

—Alma..., papá nos espera. —Mateo intentó intervenir.

Nadie le hizo caso.

—¿Quieres sabes cómo es nuestra rutina? —Sebastián habló.

Alma supo que no debía ignorarlo, Sebastián solo hablaba cuando era expresamente necesario.

—Correr es lo principal, para fortalecer todo el cuerpo. —Yamil se acercó a Alma—. Controla tu respiración, desvía pensamientos negativos, piensa en momentos bellos, silencia las cosas que no quieres oír mientras tarareas tu música favorita.

—Nada de alcohol, ni drogas, para mantener la sangre limpia —finalizó Sebastián.

Eran instrucciones para ella, temían que perdiera los estribos en una situación de tensión.

—Ya quiero entrenar con ustedes. —Alma les devolvió una sonrisa—. Gracias, chicos.

Era el momento de entrar.

Sociedad Centinela parte II GRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora