Ya habían pasado dos días desde que Hugo llegó a Barcelona. Dos días dónde fotos suyas rondaban por las redes: con fans, en sus redes sociales, en las revistas. Dos días que se habían hecho eternos para Anajú que parecía que tenía un imán para todos los titulares que mencionaban al chico rubio. Aunque, en cierta parte, debía darle las gracias por haberle devuelto la inspiración. Ese día tenía que ir al estudio de grabación, tal y como había quedado con Enric, para grabarla. Tenía la agenda apretaba por trabajo, ya que aquella noche tocaba gala: la tercera de la edición, pero se había cogido el día libre. Flavio supervisaría los ensayos en plató y, a la noche, estaría en La Academia para presenciar la gala desde allí, como todos los miércoles.
Se levantó de la cama y se desperezó. Se hizo un moño con el coletero que reposaba en su muñeca, preparado como cada mañana, y caminó hasta la cocina para prepararse el desayuno. Tarareaba la melodía de su nueva canción mientras se movía por la cocina con parsimonia. Cuando terminó de prepararse el desayuno se sentó en la mesa del comedor y ojeó sus redes sociales en su móvil. Miraba sin mucha atención mientras daba un sorbo a su café hasta que encontró una noticia sobre Hugo.
"Hugo Cobo Cobos incendia las redes y las discotecas de la gran ciudad. Anoche, el ex-triunfito, fue visto en la discoteca Pacha de Barcelona rodeado de un grupo bastante numeroso, entre los cuáles se encontraba su amiga y ex-compañera de concurso, Samantha Gilabert."
El artículo iba acompañado de un reportaje fotográfico, seguramente proporcionado por la gente que los había visto en la discoteca, de Hugo y Samantha bailando y pasando un buen rato. Había fotografías de ambos con otras personas que no conocía, bailando juntos, bebiendo de sus respectivos vasos, fotografías con algunos fans que se acercaron... Anajú no dio crédito a la noticia. Sabía que Hugo estaba en la ciudad, pero... ¿Samantha también? ¿Y no se había puesto en contacto con ella? Rodó los ojos. Decidió no darle vueltas y dejar su teléfono. De todas maneras, tenía el día complicado y necesitaba concentrarse en lo que era realmente importante: su trabajo y su carrera musical.
La morena se levantó de la mesa y se dispuso a empezar su día determinada a no pensar en aquellos dos rubios de las fotografías. Tenía tan solo una hora para ducharse, arreglarse y salir de casa porque Enric había reservado una sala en el estudio a las once de la mañana. Durante todo el proceso, escuchó como su teléfono móvil ardía con notificaciones pero no le hizo caso. Asumió que serían mensajes en el grupo de sus ex-compañeros de programa, mensajes en el grupo que compartía con Mai, Bruno y Flavio, mensajes privados de sus amigos preguntándole si había visto el revuelo, etc. Suspiró. Sabía que en algún momento debería mirar su móvil y dar señales de vida, pero no le apetecía nada enfrentarse a que todo el mundo hablara de Hugo. Y de Samantha. Y que ella tuviera que fingir que estaba bien a pesar de que ellos no se hubieran puesto en contacto ni con ella, ni con Flavio.
Se miró una última vez, se colgó el bolso al hombro y salió de su piso.
Decidió ir caminando ya que Medusa Estudios, donde iba a grabar su canción, no estaba lejos de su casa. En apenas veinte minutos se encontraba en la puerta. La morena iba buscando su móvil en el bolso, sin prestar mucha atención al mundo a su alrededor, cuando se chocó con alguien. El choque provocó que un móvil se cayera al suelo, pero la morena no podía determinar si había sido el suyo o el de la otra persona.
- ¡Mira por dónde vas, illa! - se quejó una voz que ella conocía muy bien. Levantó la mirada mientras recogía el teléfono del suelo y observó los ojos nácar del chico que tenía delante. En un acto reflejo miró al teléfono que tenía en la mano para comprobar que no fuera el suyo y para evitar mantenerle la mirada al chico. - ¡Joder, Anajú, parece que has visto un fantasma!
- Pues un poco - musitó ella. Le tendió el teléfono y él lo aceptó con una sonrisa. - No sabía que estabas en Barcelona... - mintió. - ... y, desde luego, no me esperaba chocarme contigo aquí.
- Culpa mía - se disculpó Hugo rascándose la nuca. - Debería haberte avisado de que estaba por aquí.
- Espero que no se haya roto el teléfono. - dijo obviando el comentario de él. Se apartó hacia la derecha dispuesta a entrar en el edificio sin decirle nada más al chico. Pero él hizo lo mismo bloqueando el paso, otra vez.
- ¿Te preocupa que se me haya roto el teléfono pero ni me preguntas cómo estoy yo? - preguntó Hugo arqueando una ceja.
- Te lo he tirado al suelo, lo mínimo que puedo hacer es preocuparme por si se ha roto, ¿no? - Hugo inspeccionó el aparato bajo la atenta mirada de la chica y después dijo:
- Está perfectamente, gracias. - luego rodó los ojos ante la pasividad de la chica. - Y yo también, gracias por preguntar.
- No me hacía falta preguntártelo - repuso ella. - Las revistas y las redes ya me informan de ello - Anajú volvió a hacer ademán de irse. Pero Hugo la cogió del brazo.
- ¿No era que no sabías que estaba en Barcelona? - repuso con una media sonrisa, divertido.
- Mira, Huguito, no tengo tiempo para esto - dijo ella exasperada.
Quería acabar con aquella conversación. No quería darle explicaciones de nada precisamente a él. No quería tener que pasar por el trámite de tener una conversación vacía de contenido simplemente porque se habían encontrado. ¿Qué le iba a explicar que no dijeran las revistas? Y la pregunta más importante era: ¿quería oír lo que tuviera que decir? Pues no lo sabía, pero tampoco quería quedarse a comprobarlo.
- Si me disculpas, tengo que ir a trabajar - rogó ella, moviendo el brazo para zafarse del contacto del rubio.
- Perdona, que te estoy entreteniendo - ironizó él echándose a un lado y levantando las manos, como en son de paz. - ¡Que te vaya bonito, Ana Julieta!
La chica empezó a caminar hacia el interior del edificio dejando a Hugo allí plantado, viendo como se iba, no sin antes girarse para mirarlo una última vez, le levantó el dedo corazón y gritó:
- ¡A ti también, hermanito! Suerte en tu aventura Barcelonesa. - y se fue, contenta de su respuesta y enfadada de que él no la hubiera llamado para avisarla de que iba a ir a su ciudad. Ella creía que, después de todo, se iban a tener para siempre. Pero estaba comprobando que Hugo Cobo siempre iba a su bola.
Anajú caminó por el edificio hecha una furia hasta llegar a la sala donde la esperaba Enric. Entró como una tormenta, pegó un portazo, tiró el bolso al suelo y se recostó en la puerta cerrada maldiciendo. Enric la miraba divertido, pero no estaba solo: Manu Guix, el dueño de Medusa y amigo de Ana Julieta, estaba allí.
- ¡Qué se ha creído el niñato este! - refunfuñó ella. - Uf, es que es tonto.
- ¿Qué? Te has encontrado a Hugo al salir, ¿no? - preguntó Manu riendo.
- ¿Sabías que íbamos a coincidir y no me has dicho nada, Manuel? - preguntó ella incrédula.
- No me esperaba que fuese a ser la tercera guerra mundial, Ana Julieta - volvió a reír él. - ¿Qué ha hecho ya?
- Nada, déjalo - suspiró. Por una milésima de segundo se le pasó por la cabeza la opción de que estuviera exagerando y que él no la hubiera llamado para avisarla no era tan grave. Negó con la cabeza para quitarse esa idea de la cabeza. Ella le habría llamado si hubiera ido a Córdoba. - Va, tenemos un tema que grabar. - sentenció.
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Holiiiiiii! He estado desaparecidísima, pero es que esta semana he empezado a trabajar y no he tenido tiempo de nada. Entre eso y la locura del POST OT. No me da la vida, chiques. Pero os traigo capítulo y os prometo que sigo escribiendo (y NO PROMETO NADA) pero si tengo algo antes de irme a dormir... quiero subiros algo más. Como compensación.
Os quiero mucho, sois les mejores!
Mery /
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La Directora
RandomAño 2030. Han pasado diez años desde que la edición más icónica y surrealista del talent show acabara. Y la vida después de eso continua, aunque no lo parezca. Pero a veces el tiempo te sorprende y te vuelve a poner en el mismo lugar, cómo si quier...