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Quince minutos pasan relativamente rápido, pero aquellos quince minutos a Ana Julieta le parecieron una eternidad. Una eternidad en la que ella se encontraba paralizada. Vio correr a Hugo en dirección al salón y suspiró sabiendo perfectamente que él quería aprovechar cada segundo dentro de esa academia porque no sabía cuánto tardaría en volver, si es que volvía. 

El cordobés llegó a la cocina y se quedó mirando la estancia, Anaju le seguía de cerca, dándole su espacio, ya que lo que menos quería hacer era interferir en todos los recuerdos que podían estar pasando por la mente del chico. Miró a las cámaras que les enfocaban y luego devolvió su miraba a Hugo. Sabía que les estaban grabando pero también tenía la certeza de que aquel material no iba a salir nunca a la luz. El chico se giró a mirarla con una sonrisa. 

- Está todo casi igual - comentó. Ella asintió. - Es fuerte, eh… 

Hugo pasó la mano por la encimera de la cocina mirando absorto a todos los lados. Entonces recordó algo y fue corriendo a una de las macetas que había en el comedor. Anajú lo miró extrañada. 

- ¿Por qué se tuvieron que llevar a Rico? - preguntó él serio a lo que la chica rió. 

- Hugo ya hemos tenido esta conversación mil veces - contestó mientras lo seguía, el rubio enarcó una ceja. - No se puede tener un árbol en una academia techada y lo sabes. 

- En eso tienes razón - meditó él. - Pero estaría guapo eh.... - ambos rieron otra vez. - Además creo que como sus padres que somos tenemos derecho a saber dónde está…

- Ahí te doy la razón. Investigaré. - el cordobés asintió satisfecho. - Quizá algún día podamos ir a visitar a Rico.

Antes de que Ana Julieta pudiera decir nada más, Hugo volvió a salir disparado hacia la zona de la habitación. Giró la cabeza y, al ver que ella caminaba con paso lento, volvió sobre sus pasos para cogerla de la mano y arrastrarla.:

 - ¡Venga, que quince minutos es poco tiempo! - la apresuró él. 

Cuando llegaron a la zona de vestuarios el rubio fue directo a abrir el que era su armario cuando La Academia era su casa. Sabía que ese armario era de otra persona ahora y que, seguramente, abrir el armario de alguien sin permiso no era de muy buena educación, pero ni tan siquiera pensó en eso. Al abrirlo vio un montón de ropa que perfectamente podría haberle pertenecido: pantalones de chándal, sudaderas, alguna que otra camisa, camisetas de manga corta anchas… Se giró a mirar a la chica de la peca. 

- Es de David - sonrió al nombrar a aquel concursante. Le recordaba mucho a Hugo, muchísimo. - Se parece a ti, ¿sabes? 

- ¿Ah sí? - instó el rubio. - ¿En qué se parece? - el cordobés se acercó a ella, dejando el armario abierto. - ¿Es cordobés como yo? ¿Es rubio como yo? ¿Canta como yo?  ¿Compone como yo? - con cada pregunta Hugo estaba más cerca de la directora de La Academia. Sus respiraciones casi se entrelazaban y ambos estaban perdidos en los ojos del otro. - ¿Te saca de quicio como yo? - a Ana Julieta se le escapó una sonrisa de medio lado al escuchar aquello. 

- No me sacas de quicio... - susurró ella sin dejar de mirarlo.

- Mientes terriblemente mal, Ana Julieta. 

Hugo se acercó todavía más a ella, sus manos se acercaron a su rostro y le acomodó uno de sus mechones de pelo detrás de la oreja. La morena cerró los ojos respirando profundamente para volverlos a abrir y encontrarse con el nácar de los ojos de Hugo. El cordobés seguía con su mano en la oreja de ella intentando no cortar aquel momento íntimo que ambos estaban teniendo mientras se inclinaba ligeramente para buscar sus labios. Por un segundo ambos respiraron el aliento del otro. Un segundo que acabó cuando Ana Julieta se separó de repente dejando al chico anonadado. 

La DirectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora