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Ana Julieta estaba clavando todas las tomas que iban haciendo de la canción: tanto a nivel de afinación, como en dinámicas, como en intención. Y estaba segura que aquello era debido a su encuentro con el chico de los ojos de color nácar. Estaba enfada con él por no llamarla, con ella por esperar esa llamada, con el destino por juntarlos sin previo aviso, con las circunstancias por nunca ser las correctas.

Se volvió a poner los cascos y respiró profundamente mientras a través de ellos sonaba la última toma de voz que habían grabado.

- Yo aquí le metería una guitarra potente - dijo Manu Guix. - ¿Qué te parece?

- Sí, creo que quedaría bien - sonrió ella. - Haz tu magia, Manuel.

- ¿Le damos otra vez desde arriba? - preguntó Enric. - Y grabamos desde dónde nos hemos quedado.

Anajú levantó el pulgar en señal de aprobación y cerró los ojos para concentrarse. Intentó no pensar en Hugo pero le fue imposible. La letra de esa canción era por y para él y eso no podría negarlo nunca. No lo admitiría en voz alta, pero tampoco lo podía negar. Los primeros acordes de la canción empezaron a sonar: habían grabado una rueda fácil de acordes con una de las guitarras acústicas del estudio para que ella tuviera una guía sobre la que cantar. Una vez las voces estuvieran grabadas ya se pondrían con la post-producción.

- Cuesta comprender que nos pasamos media vida persiguiendo cosas que nos hacen daño.

Y que perdonar a quien te daña es la única terapia que te acabará curando.

Ana Julieta sabía que no tenía motivos para enfadarse con Hugo. Y sabía que debía perdonarlo. Por él y por ella misma. La vida les pasó por delante, las oportunidades se les escaparon y ambos siguieron con su vida. Y nadie tenía la culpa. Sabía que perdonar era la única manera de seguir adelante, pero ella seguía esperando. Esperando que todo volviera a ser como antes, que él se plantara en Barcelona y su primera parada fuera la puerta de su casa, que le dijera que la quería y que quería intentarlo. Pero no puedes vivir tu vida en pausa esperando a que otra persona decida que es el momento de volverle a dar al play. Y ella, todo eso, lo sabía.

- Cuesta entender nuestro pasado, fuimos el amor correcto en el momento equivocado.

Cuesta, la vida cuesta.

Aquella frase le salió de las entrañas como un grito de indignación, de rabia. Que la liberaba y la hacía presa a la misma vez. Liberada de poder decir, por fin, que sí, que lo que había entre ellos era amor. Liberada de sus sentimientos. Presa del paso inexorable del tiempo. Presa de una decisión que no fue suya. Y la vida se le hacía cuesta arriba, porque admitir ciertas cosas es más complicado de lo que parece.

*

Flavio caminaba por una calle poco concurrida de Barcelona, con paso tranquilo, sumido en sus pensamientos. Sabía que tenía llamar a Anajú, sabía que ambos se entenderían a la perfección porque ambos se estarían sintiendo de la misma manera. Rodó los ojos y suspiró. No quería molestar a su amiga. Aquella amiga que, por fin, se había encerrado en un estudio de grabación después de mucho tiempo. Así que se resignó y siguió caminando sin rumbo.


Después de caminar durante veinte minutos se sorprendió a él mismo de haber acabado en el portal de un piso de Barcelona. El mismo piso en el que él y algunos de sus compañeros del talent show se alojaron poco después de que el programa acabara. Se enfadó consigo mismo por haber caminado hasta allí. Miró al edificio, examinó los balcones, la ropa que colgaba de ellos, las piedras antiguas de la fachada, las ventanas abiertas... cerró los ojos y escuchó las voces de sus compañeros recreando momentos del pasado. Y al abrirlos se decidió a marcharse. No pintaba nada allí.

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