Eran las nueve de la mañana de un sábado por la mañana, el sol brillaba y los pájaros cantaban en aquel recodo tan tranquilo alejado de la gran urbe que es Barcelona. Una chica morena caminaba con paso lento, colocándose bien las gafas de sol y sonriendo. Todo parecía normal, pero aquella chica por dentro estaba apunto de explotar de los nervios. Respiró profundamente y siguió caminando. Levantó la vista y vio aquel enorme edificio que le era tan familiar y del que tenía tantos recuerdos. En la puerta principal había una persona que la esperaba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Anajú, preciosa - saludó aquella mujer. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, lo que provocó una sonrisa enorme en sus caras. - ¿Cómo estàs? ¡Estás guapísima! - se separaron y la apreció detenidamente. Sí que estaba guapísima: con el pelo suelto con unas ondas naturales que le enmarcaban la cara a la perfección y sus ojos oscuros brillaban de felicidad.
- ¡Tú sí que estás guapa, Noemí! - respondió Anajú. - Estoy bien, nerviosa... pero bien. - confesó finalmente.
- Es que no sabes dónde te has metido, amiga... - ambas rieron. - Todo va a ir estupendamente, ya lo verás.
- Y si no... - musitó la más joven.
- ¡No pasa nada! - dijeron las dos a la vez recordando a una vieja amiga. Y volvieron a reír.
- ¿Ha llegado ya Flavio? - Anajú ansiaba que la respuesta a su pregunta fuera afirmativa. Necesitaba alguien como él para relajar sus nervios.
- Sí, ya ha llegado. Vamos, que te enseño todo. - Noemí la cogió de la mano y la arrastró al interior del edificio. - Te va a encantar.
Un montón de sensaciones invadieron a Ana Julieta una vez entró en ese edificio. Lo que primero que la dejó noqueada fue el olor: ese olor tan característico que todo el mundo recordaba siempre. Después miles de recuerdos la inundaron por completo y se le puso la piel de gallina. Se abrazó así misma para reconfortarse, pero no sirvió de mucho. A los dos segundos notó unos brazos alrededor de su cintura y se giró para ver a un chico más alto que ella, con gafas, que la miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Fla! - gritó ella mientras se giraba para abrazarlo completamente. - ¡Te he echado mucho de menos!
- Y yo a ti - musitó el chico. - ¿Cómo estás? Es duro ¿eh?
- Bien, estoy bien. - sonrió Anajú. - Tú, ¿qué tal? - el chico se encogió de hombros y la cogió de la mano para seguir caminando por ese edificio guiados por Noemí.
Caminaban en silencio, intentando asumir todo lo que iban a vivir a partir de ese momento. Toda una nueva experiencia en ese mismo edificio. Una experiencia desde otro punto de vista totalmente diferente. Ellos ya no eran concursantes de Operación Triunfo, eran la directora y el director musical. Y eso eran palabras mayores.
Después de subir unas cuantas escaleras, se encontraban frente a esa puerta que hacía diez años que no cruzaba. La Academia de Operación Triunfo. Si que era cierto que a lo largo de su carrera musical había ido un par de veces a las galas del programa a cantar, pero nada más allá. A diferencia de algunos de sus compañeros sí que habían ido a visitar a los concursantes de otras ediciones, ella no se veía con corazón de volver a La Academia después de su paso por el concurso y todo lo que vivió allí dentro.
Noemí abrió la puerta y Anajú sintió como el chico que tenía al lado le apretaba la mano con más fuerza, intentando reconfortarla. Ella suspiró y le dedicó una sonrisa. Para él era más fácil, porque Flavio sí que había vuelto a La Academia tras su paso por el concurso y ya sabía lo que era volver a casa. Lo primero que vieron fue la recepción y en un segundo plan el salón, ese salón en el que habían pasado tantas cosas. Obvió el espacio de recepción y caminó hasta el salón, quedándose justo al lado de la puerta, observando todo. Pasó su mano por el sofá, sintiéndolo, y notó como los ojos se le nublaban con lágrimas.
*
Academia de Operación Triunfo, 2020.
Ana Julieta y Hugo estaban sentados en el sofá de la que era su casa, por aquel entonces, después de unos meses complicados en los que el programa se había visto pausado a causa de una pandemia global. Les parecía surrealista haber vuelto a La Academia y seguir dentro del concurso. Pero, a pesar de todo, ahí estaban y ahí seguían ellos dos, como si no hubiera pasado nada, siendo siempre el máximo apoyo el uno para el otro.
- ¿Quieres que te eche las cartas? - preguntó el chico rubio. Anaju se incorporó acercándose a él. Hugo alardeaba de ser una especie de pitoniso con las cartas y todos le seguían el juego. A veces, hasta llegaba a acertar. Y Anajú tenía curiosidad por saber qué se suponía que iban a decir las cartas de ella.
- Venga - aceptó. El chico, que tenía las cartas en la mano, con un gesto rápido se las tiró por encima dejándola anonadada. - Ea, ya está - rió y ella con él.
- Si no quieres, no hace falta, eh... - vaciló ella.
- Claro que quiero, mujer. Ayúdame a recogerlas.
Entre ambos recogieron todas las cartas esparcidas por el sofá y las fueron apilando en un montón. A veces sus manos se rozaban y ambos sonreían. Aquella noche se habían quedado solos en el sofá, cosa extraña. Dos de sus compañeros estaban disfrutando de una cena romántica en la sala de ensayos y los otros cinco estaban en los vestidores haciendo no se sabe qué. Pero, siendo sinceros, no les importaba demasiado. Querían aprovechar aquel momento de intimidad. Tras un buen rato haciendo preguntas sobre personas de la vida de Anaju, el chico decidió cambiar la metodología. Ella únicamente podía hacer preguntas cuyas respuestas fueran sí, no o puede.
- ¿Voy a llegar a la final? - Hugo sacó una carta del mazo y la miró para dar una respuesta.
- Sí. - la chica se emocionó ante la predicción de las cartas. - Eso lo tengo yo más claro que el agua, vamos. - ambos se miraron intensamente.
- ¿Me voy a morir pronto? - el chico repitió el mismo procedimiento antes de contestar:
- Sí. Yo lo sé. Yo lo tenía. Sabía que iba a salir que sí, vaya, tu y yo no llegamos a viejos.
Y así entre risas y miradas Ana Julieta siguió preguntando bajo la atenta mirada de Hugo. Finalmente, ella se armó de valor y preguntó lo que llevaba tiempo queriendo preguntar:
- ¿Tendré algo con quién yo estoy pensando?
Se llevó las manos a las sienes y cerró los ojos, para darle a entender al pitoniso que estaba visualizando a alguien en su mente. Y era cierto. En su cabeza sólo podía pensar en él, aunque nunca fuera a admitirlo. Pensaba en sus ojos de color nácar, en ese búho tatuado en su cuello, en sus manos y como le hacían caricias cuando se tumbaban en el sofá, su risa, su manera de mirarla, en sus abrazos...
- No - contestó rotundo el chico después de mirar la carta. Anajú hizo un grito dramático para desviar la atención del chico y que no viera que realmente estaba afectada por aquella respuesta. Aunque sabía que no debía fiarse de las cartas, algo en ella se le había roto.
- No pasa nada, todo puede cambiar - le dijo él.
*
A la chica se le escapó una lágrima tímida al recordar aquello. Porque lo había visualizado todo claramente otra vez después de tanto tiempo. Suspiró. Porque las cartas tuvieron razón: nunca había tenido nada con la persona que ella estaba pensando. Nunca hubo nada más allá de lo que compartieron allí. Esa era una de las muchas razones por las que no había vuelto allí.
- ¿Estás bien? - preguntó Flavio preocupado. Ella asintió.
- Sólo que esto va a ser mucho más difícil de lo que me pensaba.
- Eh - el chico de gafas cogió a Anajú por los hombros e hizo que sus ojos se encontraran. - Lo haremos juntos, ¿vale?
ESTÁS LEYENDO
La Directora
RandomAño 2030. Han pasado diez años desde que la edición más icónica y surrealista del talent show acabara. Y la vida después de eso continua, aunque no lo parezca. Pero a veces el tiempo te sorprende y te vuelve a poner en el mismo lugar, cómo si quier...