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Anaju decidió que no había ninguna explicación lógica para la petición del chico pero, a su vez, decidió que no le importaba demasiado. Se levantó de un salto y apuró su vaso también mientras miraba a los ojos al chico que tenía delante. Acto seguido cogió su chaqueta y su pañuelo y cogió de la mano a Hugo.

- Vamos - susurró ella con convencimiento.

Al pasar por la barra el chico dejó un billete con el que creía que cubriría todos los gastos de lo que se habían tomado y ambos salieron de allí antes de que les pudieran dar el cambio dejando al camarero anonadado.

- ¡Tenemos prisa! - gritó Hugo mientras salía apresurado. No entendía qué era lo que se había apoderado de la chica de la peca pero le gustaban esa clase de locuras.

Corrieron un par de calles cogidos de la mano, levantando miradas allá por dónde pasaban, pero les importaba poco. Ana Julieta soltó la mano del chico y corrió con todas sus fuerzas. Les separaban unos metros y ella giró la cabeza para mirarlo sin pararse. Y, de repente, Hugo se dió cuenta que verla así, corriendo, con los ojos brillando de ilusión y el pelo alborotado por el esfuerzo era una de las cosas más bonitas que había visto en su vida. Parecía que todo iba a cámara lenta cuando en realidad todo estaba yendo a mil por hora: el mundo se había parado y solo existían ellos dos, corriendo como locos, por las calles de Barcelona.

- Venga que se va a hacer de noche - lo apresuró aún más ella.

- ¿Y qué?

- Hazme caso por una vez en tu vida - gritó entrecortadamente por el esfuerzo que estaban haciendo. - Me lo agradecerás.

El cordobés hizo caso a la chica y corrió aún más hasta alcanzarla y quedar a su altura. El sol estaba poniéndose y los pocos rayos de luz que quedaban los iluminaban a cada paso que daban. Poco tiempo después llegaron cerca de la plaza de Colón la cual Hugo reconoció y sonrió. Aquello le dio ánimo para seguir corriendo: estaban cerca de la playa. Bajaron unas escaleras que daban a un paso subterráneo. Ella iba delante de él y lo miraba de vez en cuando porque por alguna razón que él no lograba entender se les hacía tarde. El olor a sal inundó las fosas nasales de Hugo, la brisa marina revolvió el pelo de la chica y la humedad les calaba los huesos. Allí, al final del túnel, se encontraba la playa de la Barceloneta. Una playa sencilla y relativamente grande que ahora estaba desierta. Solo había un par de personas caminando por el paseo que los miraban divertidos al verlos llegar corriendo. Cuando los zapatos de Ana Julieta tocaron la arena dejó de correr y miró al cordobés sonriendo de oreja a oreja.

- Aquí tienes la playa - dijo respirando fuertemente

- ¿Por qué hemos venido corriendo? - preguntó él apoyando las manos en las rodillas intentando coger el aire que parecía que quería escaparse de sus pulmones.

- Por esto - susurró ella señalando al cielo. Hugo miró y vio como el sol se ponía por las montañas de Barcelona. El inmenso cielo que, normalmente, era azul ahora era de colores. Naranja, azul oscuro, rosa, lila...

- La puesta de sol... - susurró él y ella asintió.

- Es bonito, ¿verdad?

Hugo se paró a admirar lo que estaba viviendo. La puesta de sol era bonita sí, pero nada comparable a la figura de Ana Julieta, a contraluz, sonriéndole, la brisa revolviendole el pelo y con aquel espectáculo de luces de fondo. Ella era preciosa. Lo era hacía nueve años y 364 días y lo era en aquel preciso instante. Impulsivamente se acercó a ella y la cogió de la mano. La chica miró a sus manos entrelazadas y volvió a mirarle a los ojos.

- Gracias

- ¿Por qué?

- Por venir - dijo finalmente ella.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2020 ⏰

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