4.- Día

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«No, no, no puede ser cierto, no puede ser él

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«No, no, no puede ser cierto, no puede ser él.» Pensaba Jiyong al verse atrapado por aquellos ojos morados, los mismos ojos que habían llenado sus pesadillas y despertado su paranoia en los últimas días.

Intentó no mostrar el miedo que recorría su cuerpo mientras aquel hombre alto y delgado se acercaba; lo intentó pero en cuanto su espalda dio contra la pared el terror volvió a explotar, ni siquiera se había dado cuenta en qué punto había comenzado a retroceder.

Antes de que pudiera salir corriendo el desconocido había tapado el camino recargando una mano al lado de su rostro, por algunos momentos JiYong solo pudo pensar en que aquellos ojos no parecían llevar lentillas a pesar de su muy extraño color.

Se sintió acorralado y eso era algo que realmente odiaba, se había prometido que nadie más lo haría y no iba a permitir que este desconocido lo intentara por muy guapo y exótico que fuera. Puso una mano en su pecho para detener su avance y lo miró altivamente a pesar de ser casi una cabeza más bajo.

—¿Quién eres? —Intentó sonar seguro y molesto.

—Soy aquel que te ha salvado, y ahora estás en deuda conmigo. —Su voz sonaba suave, no era aquella retumbante arma que había escuchado antes.

—Ni siquiera pedí tu ayuda. Como sea ¿Qué es lo que quieres? ¿Follarme? —Preguntó con ironía, no entendió por qué el rictus del hombre cambió, como si le hubiera ofendido.

—En primer lugar, cuidaras tu lenguaje cuando estés conmigo. En segundo...—tomó su barbilla para acercarse a su rostro, por un momento pensó que iba a besarlo y JiYong se encontró deseando aquel contacto, pero de pronto el hombre se alejó—. Quítate esa marca.

—¿Qué? —Preguntó confundido, como única respuesta el otro señaló a su mejilla izquierda, ahí donde se había pintado la pequeña cruz negra—. No quiero, si tienes algún problema con eso, lárgate.

—Bórrala —ordenó, utilizando de nuevo aquella voz ronca y profunda que hizo estremecer a JiYong, antes de que se diera cuenta se había pasado el pulgar por la mejilla emborronando la cruz que tanto trabajo le había costado hacer.

Estuvo a punto de quejarse pero aquellos ojos violetas volvieron a cernirse sobre él, el hombre sujetó de nuevo su barbilla para levantarla. JiYong incluso entreabrió las labios ¿Qué diablos era todo aquello? Pero de nuevo no obtuvo aquel beso, en su lugar el rostro del hombre se movió hacia su cuello

—¿Tu nombre? —Su aliento hacía cosquillas en la piel sensible de su cuello.

—Ji... —Un último resquicio de supervivencia se coló en su mente, ni siquiera sus "amigos" conocían su verdadero nombre—. ... dragon, todos me dicen G-Dragon.

Su voz era más un gemido que otra cosa, sintió aquellos labios helados posarse sobre la piel de su cuello y todo su cuerpo se tensó. Lo escuchó susurrar su nombre, o más bien su apodo, como si estuviera memorizando, sus labios fríos enviaban oleadas a través de su movimiento.

Y entonces llegó, el placer perforó su cuello y explotó dentro de su cuerpo con una intensidad casi orgásmica.

JiYong no pudo hacer nada, incluso el grito que quiso salir se quedó atascado en su garganta. Sus manos se aferraron a la espalda del otro pues todo a su alrededor pareció desaparecer en medio de aquella vorágine de sensaciones, jamás en su vida había vivido algo así.

Estaba completamente indefenso contra aquel placer que restellaba en su cuerpo hasta hacerlo explotar en mil pedazos, y ni siquiera parecía importarle eso, no importaba nada más que aquella delicia.

Comenzó a sentirse débil, las fuerzas abandonaban su cuerpo dejando solamente el placer como ocupante. El temor intentó escabullirse en su mente, pero no quería que aquella delicia parase, no sabía que diablos estaba ocurriendo pero no le importaba perderse en aquel placer tan exquisito.

Además no necesitaba su fuerza, podía sentir los brazos como férreo metal que lo sujetaban, la mano en su barbilla se había movido hasta su cuello y el otro brazo rodeaba su cintura y pegaba más su cuerpo al contrario, así que podía simplemente dejarse llevar por aquella sensación placentera que no remitió ni siquiera cuando todo lo demás se volvió negro y frío.

Así solo quedaba la oscuridad y el reflejo los mismos ojos violeta de siempre.

Adicción feérica (Gtop)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora