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Pasar un mes sin Christopher Hunter no era, ni por asomo, fácil.

Lo había extrañado cada segundo de todos esos días que no estuvo a mi lado. Abrir los ojos a un nuevo amanecer sabiendo que ya no estaba en mi vida era una punzada al corazón todas las mañanas.

¿Por qué le pedí que se fuera? ¿Por qué no pude alegrarme al darme cuenta de que me había liberado? Porque era una tonta que se aferraba demasiado a sus determinaciones aunque aquello me arriesgase a perder al hombre que amaba.

Le estaba completamente agradecida por haberme soltado las alas para que volara pero sin él para empujarme, ningún vuelo parecía valer la pena.

No había salido del ático ni siquiera a aclarar las cosas con mi madre, no levantaba sus llamadas ni las de mi padre.

Christopher me llamaba cada día y me escribía mensajes pero estaba arrepentida, avergonzada, triste y enojada; era un montón de sensaciones que me presionaban el pecho junto a esos malos pensamientos que se cocinaban en mi mente: "No confía en ti, no te ama".

La confianza es el material del que se construyen las columnas de una relación; no es que supiera demasiado del tema porque solo había tenido una relación antes de llegar a Hunter pero entendía que los problemas de tu pareja podían conmocionar el vínculo afectivo que compartían, produciendo inestabilidad en los pilares que la mantenían de pie.

Estaba claro que Christopher no creía en mí, cosa que me entristecía más que todo. No tenía cabeza para nada más que recordar lo mucho que dudó cuando le pedí que me contara sobre su pasado.

Estaba enamorada de un desconocido y eso era un grave error.

Era miércoles veintitrés de septiembre y el otoño prácticamente acababa de empezar, el clima templado se inclinaba un poco más al frío sin llegar a lo inaguantable.

Me arrastré hasta el baño para cepillarme los dientes, luego fui a la cocina a preparar mi té; Gilma, como siempre estaba allí haciendo el desayuno.

—Hola Gil. —Saludé desanimada. Ella volteó y sonrió; tenía una cuchara de madera en una mano, con la otra apretaba el mango de la sartén. — ¿Has hecho mi té?

—Está en la encimera. —Respondió sin despegar los ojos de la sartén. Agarré la tetera junto con una tacita para acomodarme en el comedor y servirme la cantidad habitual.

Gilma se sentó estrellándose en la silla del comedor haciendo que casi derramase todo el té caliente en mi rostro— ¿Puedes por favor dejar de tirarte en las sillas? Las vas a romper y por poco me haces tirar el té.

Bufó. —Mejor. Así dejas de tomar esa porquería, ya no eres una hetaira ¿Por qué no dejas ya ese horrible té? —No me acostumbraba a la idea de que no era una hetaira; me alegraba y me entristecía, todo a la vez ¿De qué me serviría ser libre si no podía estar con el hombre que agitaba mi corazón?

—Es la costumbre. —Admití.

—Hay que ver a las jodiendas que te acostumbras. —Tomó el periódico que descansaba en la mesa para ojearlo— ¿Has conseguido algo? —Quería trabajar pero como músico no era tarea fácil conseguirlo.

—No. —Respondí recostando la cabeza en la mesa.

—Bienvenida al mundo real, querida amiga. —Gilma seguía enojada por lo que le hice a Christopher aunque entendiera el por qué—. ¿No era eso lo que querías?

— ¡Deja de reprimirme! — Exclamé levantando la cabeza.

—No dejaré de hacerlo hasta que lo llames y te disculpes por lo que le hiciste. —Me había convertido en la villana del cuento y Christopher era la buena y sana princesa que no rompía un plato.

La Desnudez de Hunter (Hunter's Trilogy 2).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora