20

202 20 17
                                    



Sentí la humedad y el olor de la tierra mojada. Me revolví hasta que el peso de la luz me forzó a abrir los ojos y me encontré en la misma pradera, otra vez.

Pero no era mi madre quien estaba conmigo, sino, mi padre.

Christoph Hunter me había castigado con silencio toda mi vida y mi corazón estaba tan inundado en el rencor que ni siquiera después de muerto podía perdonarlo. Era una de las cosas más difíciles para un hombre como yo.

— ¿Papá? —Pregunté confundido.

Sus ojos del mismo color que los míos, me miraban con una calidez que nunca había percibido en él ¿Su mirada había cambiado o había dejado de verlo como el villano de la historia?

El asintió.

Sea lo que fuese, ese no era el Christoph Hunter que yo conocí.

Me tendió la mano hasta que la tomé para jalarme con fuerza, ayudándome a incorporarme. Cuando nuestros cuerpos estuvieron uno al frente del otro, sentí como me encontraba delante de un espejo que me reflejaba en unos años más.

Yo era la viva imagen del hombre al que odié sin razón durante tantos años pero no quería cometer los mismos errores que él, definitivamente.

Escuché la risa de Fryne que resonaba por todo el lugar y de inmediato sentí un fuerte impulso de ir detrás de ella, de correr muy rápido hasta poder alcanzarla.

— ¡Quiero que la veas, papá! —Grité jadeante, corriendo como un loco detrás del eco de su dulce risa. — ¡Quiero que veas lo hermosa que es!

El corrió detrás de mí y me sostuvo de la camiseta del conjunto amarillo pálido que llevaba puesto.

—Aun no es tiempo, hijo. —Dijo.

Su voz era menos templada, más brusca de lo que recordaba.

—Deberías verla. Es tan... —Hice una pausa.

—Es perfecta para ti, igual que lo era su madre para mí. —Escuché esas palabras y caí de rodillas en el suave pasto, aspirando el aire fresco y resistiéndome a perseguirla a pesar de que su risa seguía resonando.

Yo no era de esos hijos perfectos que perdonaban las infidelidades de sus padres y tal vez, si mi madre no hubiera muerto, Neera y mi padre hubieran sido amantes de todos modos, era algo inevitable.

Él se sentó a mi lado, en silencio; observándome.

— ¿Por qué no hiciste nada para salvarla? ¡Pudiste haberla ayudado! — Grité.

—Lo hice, es solo que eras muy joven para recordarlo. La llevé a los mejores psiquiatras pero no pudimos hacer nada, ella culpaba a Christian de estar en cama todo ese tiempo. Para Josephine, tu hermano era un monstruo que quería matarla desde adentro.

Sus palabras me golpearon como un gancho al hígado, el corazón se me revolvió.

—Una vez... —Se calló.

—Una vez ¿Qué? —Insistí.

—Debes recordar. —Me tomó nuevamente de la mano y la apretó con fuerza. Me sentí mareado, todo comenzó a dar vueltas y a tonarse borroso. Cerré los ojos, apretándolos con fuerza y los abrí en nuestra casa. Estábamos justamente en su habitación, donde ella había pasado la mayor parte de su embarazo.

— ¿Qué hacemos aquí?

—Lo lamento, debes recordar lo que sucedió. —Dijo.

— ¿Recordar qué? —Pregunté.

La Desnudez de Hunter (Hunter's Trilogy 2).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora