Los deseos de Fryne eran una orden para mí.Desear a una mujer no me había desesperado tanto y más cuando ella se olvidaba de los conflictos, adhiriéndose a algo que se nos daba tan bien.
Hacer el amor con ella era un delicioso placer. No podía resistirme a su sensualidad natural, al alucinante olor que emanaba de su ser.
Después de un día de mierda, escucharla pedirme explícitamente que me la follara me decía que ella tampoco la había pasado bien.
Folau me lo había dicho todo.
Metí mi lengua en su boca haciendo que chocara con la suya. Con el pulso acelerado le quité la blusa de tirantes sacándola por su cabeza, esos redondos pechos rebotaron ligeramente, haciéndome la boca agua.
Continuábamos en la sala, cerca del ascensor. No quise moverme a ninguna parte porque sería hacerla esperar; a ese coñito glotón había que darle lo que que quería cuando lo quería, y nadie más que yo sabía eso.
Me incliné un poco para tirar con fuerza de sus duros pezones, hice círculos con la punta de mi lengua, apretando sus tetas con una ligera presión.
—Sí, así está bien. —Susurró cuando mis labios bajaban lentos por ese perfecto abdomen hasta llegar a la pretina de sus pantalones cortos. Fryne acariciaba mi nuca con las yemas de sus dedos, sin esperar mucho le desabotoné el pantalón y lo deslicé hasta ponerlo una poco más abajo de sus rodillas.
Y ese precioso monte de venus apareció. Pasé mi lengua por él dejando pequeñas mordiditas, la olfateaba para que su olor se quedara pegado en mí
—Hueles delicioso, niña. —No entendía que era lo que había en su olor, me ponía cachondo. Me sacaba la fiereza aun siendo un hombre completamente débil con ella.
Pasé mi lengua por su tersa hendidura, saboreando el gusto a ella. Me arrodillé para lamérselo con esmero, repasando cada parte de su abertura. Ella se dejaba ir, alivianando su cuerpo, reclinándose en mí.
Me clavó las uñas en el cuello cuando llegó al orgasmo con espasmos bestiales.
Me levanté para besarla y poder admirar su desnudez. Fryne me alborotaba, me obligaba a hacer tonterías y yo las hacía sin pensar en nada más.
Quería poseerla en todo momento. Cuando estaba en la oficina pensaba en ella, en mi ático la extrañaba y solo podía calmarme cuando la tenía cerca
Iñigo tuvo razón al decirme que sus cuadros no le hacían justicia, era un buen artista pero la mujer que amaba causaba un gran impacto cuando la apreciabas en persona, también al verla caminar y sonreír.
Me quitó la camisa separando los botones uno a uno, mirándome con picardía. Besó mi pecho desnudo, bajando por mis pectorales y lamiéndome.
La insistencia de su boca me provocaba descargas eléctricas en todo el cuerpo; no pude ahogar un gemido cuando la tibia humedad de sus labios arropó mi capullo y grité.
Su lengua de seda se movía sutilmente por el brillante tejido de mi bálano, en tanto, sus finos dedos masajeaban la longitud de mi pene. Sus manos y boca estaban sincronizadas con el fin de torturarme y volverme loco.
— ¡Ah! —Gemí quitando el pelo de su rostro—. Qué bien me la chupas... —En esa boca, todo trabajaba a la par.
La alejé para no chorrearme en su boca, porque añoraba hacerlo dentro de ella. Terminé acostándola en el piso de la sala con sumo cuidado para desnudarme sin que siguiera provocándome con sus manos ávidas.
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La Desnudez de Hunter (Hunter's Trilogy 2).
Chick-LitChristopher Hunter y Fryne Megalos sentían una atracción abrazadora que los dominaba en muchos sentidos, haciéndolos tambalear, pero también los llevaba a cometer muchos errores. Ella era una mujer hermosa, de un temperamento fuerte y una voluntad s...