Capítulo 2 (Editado)

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Hermoso. Mis ojos nunca habían visto nada igual.

Todo a mi alrededor tenía un belleza casi artificial, me encontraba en un entorno de fantasía. El gran acantilado que se extendía ante mí, se perdía con la luz del sol, y a mi pies se situaba un lago de aguas cristalinas que era alimentado por una cascada.

Parecía ser un lugar que no mucha gente conocía, puesto que no había nadie por ahí. Se podía respirar la tranquilidad del sitio. Lo único que se escuchaba era el cantar de los pájaros y las hojas de los árboles siendo movidas por la leve brisa. Instantáneamente cerré los ojos para disfrutar de todo aquello que me rodeaba, de esa paz que me envolvía. Hacía mucho tiempo que ese sentimiento se nos había arrebatado y encontrar un momento como este era digno de admirar.

Los rayos de sol impactaban en mi pálida piel y aquella leve brisa que antes impactaba en las copas de los árboles, ahora lo hacía en mi rostro, y los rebeldes mechones que se habían escapado de mi coleta ahora eran movidos por ella.

En ese instante, en el que estaba aprovechando la tranquilidad que me brindaba la naturaleza, escuché una rama quebrarse bajo una pisada. Inmediatamente me giré en busca del dueño de dicho ruido. Paseé mis ojos por el frondoso bosque que se abría ante mí y no relajé mi cuerpo hasta que vi al responsable. Se encontraba saliendo de entre los árboles y se acercaba a mí con el rostro relajado, aunque no se podía decir lo mismo de su cuerpo.
Tenía el torso en tensión, como si estuviese esperando ser atacado, preparado para defenderse antes de que sus enemigos apareciesen.

Supongo que esa es la pose que todos adoptamos en estos tiempos, incluso yo, sin darme cuenta había tenido la misma reacción en cuanto oí la rama romperse.

Poco a poco, a medida que se iba acercando sentía como mi cuerpo se iba relajando y en su rostro aparecía una pequeña sonrisa.

— No hay caminantes cerca. Este sitio no lo conoce prácticamente nadie y quien sabe de su existencia no viene por miedo a perderse en el bosque, prefieren quedarse a las puertas.

Sus palabras eran todo lo que necesitaba escuchar para sentir la paz que en esos momentos, donde la situación era tan delicada, nos permitíamos disfrutar. Asentí en señal de respuesta y procedí a decirle aquello que en mi momento de soledad no paraba de preguntarme.

— Esto es muy bonito, ¿cómo encontraste este sitio?

— Realmente no lo descubrí yo. Un día escuché a mi hermano darle las indicaciones a su novia para encontrarse aquí, necesitaban verse en lugares donde nadie les viera. Yo
simplemente seguí sus instrucciones al pie de la letra, perderse en este bosque es muy fácil.

Tras eso, cada uno continuó sumido en sus pensamientos, estábamos absortos en nuestros mundos. Mañana, yo debía volver a la Tierra, y él se quedaría aquí. Temía que pasar el verano separados afectase a esta extraña relación que se había formado hace unos meses atrás entre nosotros. O peor aún, me aterraba que cuando volviera al comienzo del próximo curso, las cosas no volviesen a ser igual.

Sabía que me había traído aquí para despedirse de mí. Nos habíamos escapado de la fiesta de despedida que se estaba dando en el amparo sin que nadie nos viese. Y sospechaba que no estaba preparada para escuchar sus palabras diciéndome adiós. No imaginaba un verano sin sus chistes malos, y sus inagotables intentos de hacerme sonrojar con sus detalles que enamoran.

— Bastian —le llamé casi en un susurro por miedo a romper aquella paz con mi voz.

Se giró para enfrentarme, y en el momento en que sus ojos hicieron contacto directo con los míos, me quedé aturdida. Por un segundo no supe qué hacer. Había visto esos ojos color miel con esos tonos verdosos a su alrededor, infinidad de veces. Pero esa vez, hubo algo distinto que me dejó sin habla. No sabría decir si los rayos del sol haciendo contacto con su anguloso rostro, fueron los causantes de que sus ojos en aquel momento se viesen más bonitos que nunca antes.

Pero fuese lo que fuese lo que lo provocó, consiguió en mí una mudez que no había experimentado nunca, y una extraña sensación en mi barriga que no sabría si definirla como agradable, pero sí como inesperada.

De pronto, me desperté sobresaltada, tenía el corazón acelerado y las manos me sudaban.

Había vuelto a pasar, volví a soñar con él. No entendía qué me pasaba, desde que comencé a tener los desmayos, mi cerebro me bombardeaba con imágenes donde él era el protagonista. Aún en la oscuridad de mi habitación el recuerdo nítido de aquellos ojos me perseguía. No sabía por qué no podía dejar de verlo, ni siquiera lo conocía.

Esta incertidumbre había conseguido mantenerme despistada últimamente. Trataba de encontrar razón lógica a todo aquello que me pasaba. Intentaba descubrir porqué se sentía tan real todo aquello que soñaba.

Lo que nunca esperé, fue que papá se diese cuenta de mi estado de distracción. Sin embargo, no le podía, ni iba a comentar nada, me tomaría por loca por no parar de ver a un misterioso chico.

Además, lo más curioso de todo esto, y sin duda alguna lo que más desconcertada me tenía, no era el hecho de no dejar de ver al mismo chico en distintas situaciones. Sino el sentimiento de nostalgia con el que me despertaba después de cada sueño y cada desmayo. Era una nostalgia arrolladora, de esas que te empujan hasta el fondo de tu ser, y necesitas con urgencia llenar ese vacío.

Dándole vueltas a la extraña sensación que me dejó el sueño, decidí levantarme, sabía que no volvería quedarme dormida e igualmente ya no tenía sentido, el  despertador me sonaría en media hora.

Papá se encontraba en la mesa con su taza de café en una mano mientras con la otra pasaba las páginas de unos documentos. Al instante supuse que se estaría preparando alguna clase que iba a dar hoy.

Era profesor en la universidad, donde daba clases de Física. Aunque de vez en cuando era reclamado en algunos laboratorios cuando no podían resolver peculiares experimentos o incluso en algunas universidades para dar conferencias. Era realmente bueno en lo suyo, por lo que no me cabía duda de que fuese una persona tan reconocida en el mundo de las matemáticas y los números.

— Buenos días, cariño, qué madrugadora —me dijo sin despegar la vista de los folios.

— No podía dormir, por lo que decidí bajar para hacerte compañía, aunque veo que estás ocupado. —¿Estás preparando la clase de hoy? —le pregunté mientras abría la nevera en busca de la leche.

«Fantástico, no quedaba.»  pensé.

— Más o menos, hoy tengo una reunión muy importante con una empresa aeronáutica que está buscando a personas para emprender un nuevo proyecto y me llamaron para entrevistarme. Me estoy mirando el formulario que me enviaron, no es un tema que domine mucho, pero verdaderamente me interesa participar en él.

Por dios, ¿es que no quedaba nada de comida en esta casa?, el zumo también se había acabado. Emití un asentimiento para que mi padre supiese que le había escuchado, pero seguía sumida en mis pensamientos, ¿qué iba a desayunar yo ahora?

— Por cierto, Delis, te dejo dinero para que vayas a hacer la compra, no queda nada ya prácticamente en la despensa,  y yo llegaré tarde hoy. Me reuniré con los inversores para cenar, por lo que tampoco me esperes.

«Mejor desayuno algo rápido en la universidad.» me dije. Emití otro asentimiento, hasta que fui consciente de lo que me había dicho.

— ¿Dónde me dejas el dinero? —pregunté tras soltar un suspiro de resignación.

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