*Bastian*
Campamento. Aquel era el nombre del que sería mi nuevo hogar. Yo, a diferencia de Adela tenía la posibilidad de salir y volver a mi casa. Pero no la dejaría sola, por lo que me quedaría donde ella estuviese.
A lo lejos podía ver algunas luces que se colaban por el angosto bosque. Ya casi habíamos llegado. El trayecto esta vez se nos había hecho más corto. Las conversaciones entre nosotros cada vez iban siendo más fluidas y a ella se le notaba más cómoda conmigo. Y yo me alegraba de ello.
Al llegar vimos a una Ártica impaciente esperando por nosotros en una de las entradas del campamento. Se le notaba realmente preocupada. Pero a mi no me colaba el papel de madre preocupada. Aún debía ganarse mi confianza de alguna manera.
—¿Ha ido todo bien? —preguntó una vez que estuvimos en frente de ella.
—Todo bien —le contestó Adela con simpleza.
—Perfecto. Acompáñenme —nos dijo mientras con su mano nos indicaba que la siguiésemos —. Mientras estén aquí, se quedarán conmigo. Es la única casa que cuenta con tanto espacio para dos personas. Las demás ya están llenas. —Algo me decía que aquella mujer mentía y que tan solo lo hacía para tenernos bajo su control.Sin embargo no opuse resistencia alguna. A mi también me vendría bien vigilarla de cerca.
—Mi habitación es la puerta del final del pasillo que está al lado de la cocina. Por si me necesitan para algo. Estaré esperándoles en el salón, debo enseñarles unas cosas antes de irnos a dormir.
Una vez se había ido al piso de abajo cada uno entró a la que iba a ser su habitación durante este tiempo. Agradecía tener el segundo piso de la casa para nosotros solos.Suficientemente desagradable era la idea de compartir casa con Ártica, no quería tener que dormir en la habitación de al lado de ella.
Arrojé mi mochila sobre la cama. Ya tendría tiempo de colocar mis cosas más tarde. Ahora debía ver que era aquello tan importante que debía enseñarnos. Cerré tras de mi la puerta, no sin antes fijarme que sobre la mesa de noche descansaba un papel con unos colores que parecían ser instrucciones de algo. Ya lo miraría luego. Ahora debía ir a buscar a Adela.Me encaminé hacia la puerta de en frente, la cual se encontraba media abierta, sin embargo toqué levemente antes de pasar.
Adela se encontraba mirando todo a su alrededor con detenimiento. Todo esto debería parecerle un sueño.
—Deberíamos bajar ya —le dije con delicadeza. Ella asintió con la cabeza antes de salir y seguirme escaleras abajo.
Como nos había dicho. Ella nos esperaba en el salón. Parecía inquebrantable allí rígida sobre el parqué que recubría el suelo del salón.
Me preguntaba de dónde habían sacado el dinero para poder decorar aquellas casas. La otra parte del planeta no tenía ni para comer y ellos aquí, ocultos podían permitirse lujos en sus grandes casas.
—A Magnus le hubiese gustado estar aquí. Me pidió que me disculpase en su nombre y que yo dirigiese la visita por el campamento. —Recordaba ese nombre. Era su primo. Quien la había traído a ella hasta aquí.
<<Así que nos vamos de excursión>> pensé con ironía.
—En el campamento tenemos unas reglas básicas —comenzó a hablar Ártica mientras salíamos al frío de la noche —. Evidentemente quedan prohibido cualquier tipo de agresión entre los habitantes del pueblo. Cualquier ataque, robo o alteración del orden será penado y el futuro de dicha persona quedará en manos de un consejo.
Hasta ese momento no había dicho nada que me interesase. No había llegado con intenciones de buscar problemas.
—Para tener una mejor organización —continuó la guía. Que nos llevaba por los caminos de vuelta al centro del campamento —, hemos creado una serie de códigos. No hace falta que os los aprendáis esta noche. A medida que se vayan usando los iréis recordando. Básicamente son una serie de colores que indican la gravedad de un problema o situación a la que nos enfrentamos.
Así que aquello era lo que había visto en la mesa de noche antes de salir de la habitación. Le echaría un ojo antes de acostarme esta noche. De todas forma no creía que pudiese dormir bien. Aquella señora me mantenía alerta en todo momento.
El centro del campamento era un lugar verdaderamente bonito. Era un gran círculo con múltiples caminos a su alrededor que desembocaban a distintos lugares. El primero de la derecha era el que debíamos coger para ir a casa de Ártica.
Ella se introdujo por el tercer camino. En su entrada había un cartel de madera que decía “depósitos generales”.
—Por aquí llegamos al lugar donde guardamos todo tipo de suministros. Nuestra comunidad es responsable. Es por ello que confiamos unos en otros y sabemos que cada uno cogerá lo que realmente necesita. En consecuencia les pido la misma consideración para los que serán ahora su nuevo pueblo. —Adela y yo tan solo fuimos capaces de asentir con leves murmullos. Los dos nos encontrábamos estupefactos antes todo aquello. Habían levantado un campamento de la nada y contaban con una mejor organización que otras colonias que tenían más años de vida.
—Es normal que al principio os confundáis con los caminos. No os preocupéis, cada uno de ellos están señalizados —dijo una vez estuvimos de vuelta al centro del campamento —. Este lugar es la plaza central, olvidé mencionarlo antes.
Parecía que debía tener una libreta en mano para apuntar cada una de las cosas que nos estaba diciendo.
Ártica sonrió en mi dirección, como si de alguna manera supiese que en mi mente juzgaba cada una de las cosas que salían de su boca.
—Acompáñenme por aquí —nos dijo mientras se introducía por el quinto camino.
Pude leer “salas de entrenamiento” en el letrero de ese canal. Me sorprendía todavía más la cantidad de lujos que contaban en este pequeño pueblo.
Al llegar al final del camino de tierra, ante nosotros se abría unas grandes estructuras de hormigón con puertas de acero que las mantenían selladas.
—Aquí es donde entrenareis. Las distintas salas están dotadas de todo aquello que necesiten para practicar con sus poderes. Hay un lago a unos kilómetros de aquí, muchos van de vez en cuando cuándo necesitan escapar de la monotonía del campamento. —Conocía aquel lago. Era donde había llevado a Adela una vez. Sabía como llegar, en caso de que quisiese ir.
Una vez estuvimos de vuelta en la plaza central no indicó que aquello era todo. Mañana por la mañana nos enseñaría los huertos. Por lo visto aquellos caminos no estaban iluminados. Se despidió de nosotros y pude ver cómo desaparecía por el primer camino, de vuelta a su casa.
—¿Qué te parece todo esto? —La primera en romper el silencio fue mi compañera —. ¿No te parece todo muy bonito para ser verdad?
Me sorprendió que se hubiese dado cuenta. Ella no tenía tanta consciencia como yo de la realidad que se vivía fuera de la burbuja de este bosque. Ahí fuera la gente luchaba cada día por sobrevivir un día más, aún sabiendo que al día siguiente debían pelear una vez más para poder seguir respirando. Y aquí en cambio contaban con salas de entrenamiento y un código moral de no robar y meterse en problemas. Sin duda en aquel lugar pasaba algo raro.
Adela pareció entender mi silencio. Sabia que opinaba igual que ella.
Me acerqué una vez más a cada una de las entradas de los caminos para leer los carteles y pude ver que también estaban señalizados los nombres de las personas que vivían en cada uno de ellos. En el camino vecino al nuestro pude ver el nombre de Alakrana. La señora que nos había recogido el primer día que llegamos aquí Adela y yo.
A medida que avanzaba podía ver los nombres de las demás personas que habitaban aquí. Y en algunos carteles algunos de ellos se encontraban tachados.
Sin duda, ellos aquí al igual que nosotros habían tenido que luchar y habían perdido a personas.
A mi lado Adela pasaba sus dedos sobre los nombres tachados en la madera y una voz a nuestras espaldas nos sobresaltó. No había escuchado a nadie acercarse.
—Hemos perdido a muchos de nosotros. Levantar todo esto no ha sido fácil —habló un hombre barbudo mientras levantaba sus brazos señalando a su alrededor —. Perdonad que no me haya presentado. Soy Magnus —dijo extendiendo su mano hacia nosotros. Cuando posó sus ojos en Adela, se abrieron con asombro —. ¡Pequeña Ártica! Es un placer verte de nuevo. ¿Qué tal está tu padre? Hace mucho que no le veo.
Adela se encontraba estupefacta ante todo aquello. No había sido capaz de contestarle a nada de lo que le había dicho.
—Bueno, no hace falta que hables. Ya tendremos tiempo de conocernos. Por cierto, me alegro mucho de que estén los dos bien. Aquí estarás segura, si necesitan cualquier cosa vivo en la casa de al lado a la de Ártica. No duden en llamar si necesitan cualquier cosa —nos dijo adoptando un tono serio.
Adela le sonrió en respuesta. No sabía que contestarle. Todo aquello le había pillado con la guardia baja.
—Bueno —comenzó a hablar de nuevo —. Lamento tener que cortar aquí esta agradable conversación. Pero mañana será un día muy largo y debo descansar este saco de huesos —dijo a medida que sacudía su cuerpo en un extraño baile. De nuevo había vuelto a adoptar aquel singular tono burlesco suyo que parecía caracterizarle.
Aquello consiguió arrancarle una bonita sonrisa a Adela. Y por alguna razón había hecho que aquel extraño viejo me cayese mejor.
En cuanto desapareció por el primer camino, Adela comenzó a reírse.
—¿No crees que es muy extraño? Para haber sido hijo de un rey, me refiero. Me imaginaba que sería algún tipo de estirado refinado y no un viejo loco —me dijo a medida que se recuperaba de su risa.
Le di la razón antes de comenzar a caminar de vuelta a casa de Ártica. Debíamos descansar del largo viaje.
No sabía en qué punto de la noche había conseguido conciliar el sueño. Estuve horas dando vueltas en la cama pensando en la cantidad de cosas que debía hacer. Para cuando me desperté, el sudor que emanaba de mi cuerpo empapaba las sábanas y mi agitada respiración resonaba en toda la habitación. El reloj de la mesilla indicaban las cuatro de la mañana.
De nuevo aquella pesadilla. No era capaz de eliminar de mi mente los recuerdos que las tinieblas habían insertado en ella. Desde el día que me había topado con ellas, había tenido la misma pesadilla todas las noches. En ella yo era el responsable de los desgarradores gritos de aquella niña. De su llanto descontrolado. Y de la fuerza desmedida que ejercía sobre su peluche por el miedo que sentía hacia mí.
Aquella tortura era peor que el dolor físico. Necesitaba borrar su incesante llanto de mi memoria, debía hacerlo de alguna manera. O aprender a vivir con ello, aunque hacer eso significa aceptar que era capaz de hacer algo así.
Salí de la cama y fui en busca de un vaso de agua. Aquella noche no volvería a dormir, lo sabía.
Al salir al pasillo vi que bajo la puerta de Adela se colaba la luz del interior. ¿Estaba también despierta?
Toqué levemente, no quería despertarla. Tal vez había dejado la luz encendida para dormir. Pero un suave murmullo del interior me indicó que estaba despierta y que podía pasar.
—¿Insomnio? —le pregunté una vez cerré la puerta y me encontraba dentro de su habitación.
—No podía dormir. Todo esto me tiene… No sé, Bastian. Aún estoy tratando de asimilarlo todo. No sé por dónde empezar. —La entendía, todo esto debía ser un gran choque de realidad para ella y necesitaba su tiempo para adaptarse a esta nueva vida.
—No pasa nada. No te apures. Todo llega y todo pasa. Antes o después, pero en algún momento podrás mirar la situación con normalidad y no parecer que estás perdida. —No sabía en que momento me había acercado a su cama y me había sentado junto a ella.
—Gracias. No sabes cuánta falta me hacía escuchar esas palabras. —Daría cualquier cosa por volver a ver aquella sonrisa brillar en su cara cada día.
—No dude en volver a contactar con atención al cliente en caso de otro problema —le dije en broma. Trataba que no borrase aquella sonrisa. Y lo había conseguido. Se ensanchó aún más, haciendo que sus ojos se achinasen. Y que aquellas preciosas marcas surgiesen a sus lados.
—Deberías volver a dormir. —Instintivamente mi mano se dirigió a su cara y coloqué tras su oreja el rebelde mechón que siempre se escapaba de su coleta —. Mañana será un día muy largo. —Me acerqué a dejar en su frente un beso antes de levantarme e irme para dejarla descansar.
—Bastian. —Su voz llamándome había conseguido frenar mi paso —. ¿Podrías quedarte? —En cuento terminó de decir aquellas palabras vi como se sorprendía. Y debía admitir que yo también lo había hecho. Nunca esperé que me preguntase aquello —. Solo si quieres… Te lo preguntaba porque vi que tu tampoco podías dormir y… —comenzó a justificarse rápidamente, pero no dejé que continuase.
—Sí, claro. Duerme tranquila, yo me mantendré despierto para espantar a los monstruos que acechan tus pesadillas —le dije de broma una vez estuve metido con ella bajo las mantas.
Ella se río ante mí supuesto chiste. Lo que ella no sabía era que los monstruo que trataba de espantar eran los que se mantenían vivos en mi mente en cuanto yo cerraba mis ojos.- - - - - - - - - - - - -
Continuamos con el maratón...
¿Qué les está pareciendo?Yo estoy disfrutando mucho con Magnus.
Espero que ustedes también.
Chauu💞💞
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Sfera
FantasyEntre todas las vueltas que puede dar la vida, a Adela le tocó la más inesperada, cuando aparecen por primera vez sus repentinos desmayos. Y con ellos, él. El destino la hizo amar a Bastian, el chico desconocido de sus sueños ficticios. Y sin saber...