Capítulo 16

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*Bastian*

Acogedores. Sus brazos alrededor de mi cuerpo se sentían como volver a casa después de haber estado fuera por una larga temporada.

Me había mantenido el resto de la noche despierto. No podía dormir y realmente tampoco quería. Añoraba verla durmiendo, relajada lejos de todos los problemas.

Con cuidado de no despertarla, liberé mi cuerpo de sus brazos y me levanté. Ya estaba amaneciendo y debía ir a trabajar al huerto. De alguna manera tendría que ganarme la comida. Más tarde vendría a despertarla, ahora prefería que descansase un poco más.

Ya había puesto un pie fuera de la habitación cuando escuché su adormilada voz llamándome. Me buscaba desesperada entre las sabanas de la cama.

—Duerme un poco más. Yo iré al huerto, más tarde pasaré a por ti. Podríamos hacer algo luego si quieres. Ahora descansa.

Nada más decir aquellas palabras volvió a acostarse y yo salí, cerrando tras de mí evitando hacer ruido.
Una vez estuve listo, bajé a comer algo y me dirigí hacia el letrero donde anoche había leído que estaba el huerto.

Por el camino pude encontrarme a hombres y mujeres ya preparados para trabajar. Y por la forma en la que me miraban parecían saber quién era yo. Les dediqué una sonrisa en señal de saludo a todos mientras me encaminaba al final del camino.

Al llegar me encontré a Magnus con una pala en la mano mientras en la otra sostenía un rastrillo. Este último me lo aventó y debí cogerlo antes de que impactase en mi cara.

—Buenos reflejos, chico —habló el viejo —. Acompáñame, te enseñaré cómo funciona todo esto.

A medida que avanzábamos pude ver cómo una gran explanada de plantaciones se abría ante nuestros ojos. A simple vista pude reconocer tomates, lechugas y zanahorias. Y a un lado en cajas ya había recogidas papas y diferentes frutas y verduras.

Magnus me puso al día en pocos minutos y comenzamos a trabajar antes de que el sol terminase de salir y nos derritiese con su calor.

—Trabajas bien chico —me dijo una vez que habíamos parado para beber agua. Habíamos estado horas recogiendo y plantando la nueva cosecha —. No tienes miedo a ensuciarte las manos. Me gusta.

—Me crié en Oniris. Nuestro pueblo tardó en sufrir las consecuencias de las decisiones del rey Nergal. Sin embargo, más tarde llegaron. Muchos de nosotros nos vimos obligados a trabajar desde pequeños —le dije. Más tarde me di cuenta de que mi comentario podría haberle ofendido. Estaba poniendo en cuestión las decisiones de su hermano.

—No te preocupes, no hace falta que te disculpes por ello. —Se adelantó a mis disculpas —. Todos aquí hemos sufrido las decisiones de mi hermano. Pero no me ofenden los comentarios. Sé diferenciar mis errores de los errores de los demás. Y en los suyos yo no he tenido nada que ver.

Me agradaba mucho aquel curioso viejo.

—Vamos. Debemos continuar. —Me dio una palmada en la espalda antes de volver a la fila donde habíamos estado trabajando toda la mañana.

Horas más tarde, dejé la pala y el rastrillo en la caja de los materiales para el próximo que viniese y me encaminé de nuevo a casa de Ártica. Magnus me había dicho que ya por hoy podía descansar.

Al entrar vi una nota pegada en la puerta.

“He salido al centro. Estaré de vuelta a la noche. Hay comida en la nevera.
Ártica.”

Despegué el papel y lo tiré a la basura. Al menos tendríamos la casa sin ella merodeando por aquí.

—Adela —la llamé esperando su respuesta. Había escuchado ruidos en la planta alta y aquí estaba ella sola.
Subí precipitadamente. Su habitación estaba vacía. Escuché con atención y escuché movimiento en el baño.

Toqué la puerta esperando que me contestase. En vez de eso, la puerta se abrió, dejando ver a una Adela envuelta en un toalla y el pelo empapado mojando sus hombros.

—¿Qué ha pasado? He oído golpes. —Ella parecía sorprendida de verme ahí e instintivamente apretó la toalla contra su cuerpo.

Analicé su cara en busca de alguna lesión pero lo único que vi fue sus mejillas sonrojadas.

—Se me había caído en champú. Estaba dándome una ducha —dijo claramente avergonzada. En cuanto esas palabras salieron de su boca sentí que podía respirar con tranquilidad. Y fue entonces que me percaté de lo que tenía ante mí. Aparté mis ojos de su cuerpo tan rápido como fui consciente de ello.

—¡Oh! Si.. si, claro —hablé torpemente —. Voy a… —Señalé a mi espalda, aunque en realidad no estaba pensando en las palabras que decía —. Ya me voy, perdona.

Escuché su risa una vez me había dado la vuelta y no pude sentirme más idiota. Había sido verla en toalla y había perdido la capacidad de razonar. Que estúpido.

En cuanto salí de la ducha y estuve vestido escuché la puerta de mi habitación sonar. Sabia quien estaba del otro lado.

—Pasa. Esta abierta —grité para que pudiese oírme.

Estaba terminando de atarme los cordones sentado en la cama cuando la vi abriendo tímidamente la puerta y asomaba su cabeza. Aquel gesto me causó ternura.

—Adelante, pasa. No creo que la habitación te succione —le dije de broma al verla tan indecisa.

Una vez estuvo dentro analizó cada detalle hasta dar con aquello que tanto le sorprendió.

—¿Tienes un baño propio?

—Se ve que sí. ¿Tú no? —Las veces que había estado ahí no me había fijado.

—No —dijo frunciendo su ceño.

—El del pasillo es solo tuyo. Ártica tiene el suyo abajo. Igualmente, puedes usar este siempre que quieras. —Le señalé el mío. Ella me agradeció con una sonrisa. Aunque sabía que no aceptaría mi ofrecimiento. Sabia que le daría vergüenza entrar en mi habitación para usar mi baño cuando ella tenía uno al otro lado del pasillo.

—Ártica salió —le dije poniéndome de pie —. Dejó una nota. Volverá a la noche.

—Perfecto. ¿Pues qué haremos nosotros entonces?

—Anoche no pudimos ver mucho de este lugar. ¿Te gustaría ir a dar una vuelta? —Ella parecía emocionada con la idea.

Me iba a meter en el baño para terminar de prepararme pero entonces me acordé de aquello que no había dejado de dar vueltas en mi cabeza mientras me duchaba.

—Olvida lo de antes. No sé que me pasaba —le dije llevándome una mano a mi nuca. Estaba realmente avergonzado.

Su risa resonó por toda la habitación.

—Dudo mucho que pueda olvidar aquello. Estabas muy adorable balbuceando, Bastian. —Sus palabras consiguieron hacer que su risa aumentara.

Y sabía que estaba perdido. No habría manera de que olvidase lo que había pasado. Pero en el fondo no me importaba si con ello lograba que ella riera.

Los caminos durante el día eran aún más bonitos. Podíamos apreciar la belleza de los árboles. El campamento estaba libre de tinieblas y aquí crecían árboles que no se asemejaban a los negros que caracterizaban al bosque.

Ya habíamos recorrido cada uno de los canales del campamento. Habíamos conocido a varias familia e incluso habíamos comido con Alakrana y sus hijos.

Adela parecía relajada y eso me tranquilizaba. Lo único que quería era que ella estuviese bien y olvidase por un momento todo lo que pasaba a su alrededor. Lo demás lo iríamos afrontando poco a poco.

A mitad de la tarde ya no sabíamos que más hacer. Hasta que se me ocurrió una idea.

—Sígueme —le dije mientras tiraba de su mano para que caminase junto a mí.

Me introduje en el bosque y caminé guiándome de mis sentidos. Realmente no sabía dónde quedaba el lugar al que quería llevarla.

—¿A dónde vamos? —preguntó impaciente. Habíamos estado caminando durante diez minutos y aún no habíamos llegado a ningún lugar. Por un momento pensé que nos había perdido. Sin embargo, de fondo conseguí oír el sonido del agua de la cascada.

—Ya casi hemos llegado —le indiqué. Solo faltan unos metros.

Allí estaba, el lago al que le había llevado aquella vez. Ella miraba todo a su alrededor con asombro. Sus ojos brillaban con emoción y vi como se emocionaba al ver aquel lugar.
Se giró hacia a mí y no fue capaz de emitir palabra alguna. Estaba sorprendida todavía.

—Esto es… Esto es precioso, Bastian. Gracias, muchas gracias de verdad. Había soñado con este lugar. Pero verlo es maravilloso. Es realmente bonito. Me encanta.

Sabía que le gustaría venir a este lugar, y en aquel momento era más bonito aún. La luz del atardecer impactaba contra el gran acantilado que crecía sobre nuestras cabeza, haciendo que la piedra se viese de un tono anaranjado.

Me senté sobre la hierba que crecía alrededor del lago, y por primera vez me permití relajarme. Dejé atrás a los caminantes, a Ártica, la leyenda del Éter, los desgarradores gritos de aquella niña, la sangre de mi hermano escurriéndose de entre mis dedos y todo aquello que había estado atormentándome todo este tiempo.
Por primera vez, sentí que podía respirar.

Habíamos estado sumidos en un sepulcral silencio toda la tarde. Sin embargo no había sido incómodo. Ambos habíamos necesito aquel momento de desconexión para descansar de todo.

Para cuando había caído la noche, Adela rompió el silencio.

—Bastian —me llamó temerosa. Yo giré mi cabeza hacia ella y puse mis brazos tras mi cuello para poder verla mejor —¿Conoces el juego de las diez preguntas?

—Vaya, no sabia que te gustasen las historias clichés —me burlé —. Debí saberlo mucho antes. Así no me hubiese costado tanto conquistarte —le dije mirándola directamente a los ojos.

Ahí estaba de nuevo. Aquella fresca risa a la que me estaba convirtiendo de nuevo en adicto.

—Idiota —me dijo estampando su mano en mi cara de forma amistosa para romper nuestro contacto visual —. ¿Lo conoces o no?

Me limité a asentir con la cabeza.

— Bueno, estos días me he fijado que sabes muchas cosas sobre mí, y yo en cambio no sé nada de ti.

Aquello había conseguido arrebatarme una sonrisa.

—Adelante, pregunta lo que quieras. —Me puse de lado y me apoyé sobre mi codo para poder verla mejor —. Será divertido volver a conocernos.
Se acomodó a mi lado y esperé que hiciese la primera pregunta.

—¿Qué es eso de que te costó conquistarme? —me preguntó curiosa. Sin duda había empezado con la mejor pregunta.

Entonces me embarqué en los recuerdos de cuando nos conocimos y comencé a contarle la historia. Evidentemente evité las partes que no debía recordar. La protegería todo lo que pudiese de esos recuerdos. Hasta que fuese inevitable y ella sola comenzase a traerlos de vuelta.

—Ha sido una estupenda no cita —dijo una vez llegamos a la puerta de su habitación.

—¿Qué? —pregunté atónito.

—Es mi manera de decirte que me lo he pasado muy bien. Es que era la típica escena que hay después de una cita. Perdona, me vi en la obligación de decirlo —se disculpó con una tímida sonrisa.

Cada día me gustaba más esta nueva Adela y sus ocurrencias.

—Me alegro mucho que te haya gustado esta no cita. Yo también lo he disfrutado. —Mi mano automáticamente se dirigió a acariciar su mejilla.

En ocasiones olvidaba que aquello era real. Que ella estaba aquí, conmigo de vuelta. Que una vez más la tenía a mi lado. Estos meses sin ella habían sido una tortura.

—No sabes cuánto me alegro de que estés aquí. No te haces una idea.

—Yo también me alegro de estar aquí. —Sus palabras fueron todo lo que necesité para saber que todo iría bien.

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Aquí les dejo la tercera y última parte del maratón.

Lo he escrito y corregido en un día. Lo más probable es que siga habiendo errores que no he sido capaz de ver.
En un par de días lo volveré a revisar de todas formas.

Espero que disfruten mucho mucho y feliz semana!!

Nos leemos de nuevo el miércoles. Y no olvides dejar tu voto.

Chauu💞💞

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