*Adela*
Ocasos. Los más hermosos los había podido admirar en aquella playa. Y este fatídico día acababa con uno de los más bonito que había podido ver nunca. El cielo estaba pintado de matices que se confundían unos con otros, creando una heterogénea capa sobre nosotros de naranjas convertidos en lilas que degradaban a azules y en algún punto terminaba en verdes.
Perdida en la belleza de sus colores no fui consciente de cuando el sol había desaparecido para dar paso a la noche, y con ella la oscuridad que la rodeaba. Aquella noche la luna no se asomaba y la luz que desprendía no nos iluminaba como de costumbre. Seguimos sumidos en la oscuridad y silencio que caracterizaba aquel lugar. Sin embargo, aquella vez hubo algo distinto.
Con él a mi lado no conseguía fugarme de mi acelerada mente. Y por mucho que luchase para escapar de ella, su presencia conseguía frenar mis pasos en la huida. Quedaba presa de las palabras que le había dicho a mi padre y de las confesiones de Ártica, que me arrastraban hasta el fondo de mi mente, en donde habitaba el monstruo llamado culpabilidad y que se alimentaba de los pensamientos que lograban hacer que mi mundo se derrumbase sobre mí sin ser yo capaz de frenar su caída.
<<Basta>> me dije.
Debía dejar de torturarme con lo que fue o podría haber sido. Era hora de afrontar lo que sucedía ahora en mi vida. Tendría que aprender a vivir con el peso de mis palabras, con la idea de que Ártica había renacido de las cenizas haciendo que mi vida diese un giro para el que no estaba preparada, y de alguna manera debía aprender a encajar el peor golpe: Ártica una vez más volvía a formar parte de mi vida, solo que esta vez ya no era en las cintas de video que veía cada día que la necesitaba. Y estaba en la obligación de asumir aquello que tanto me había esforzado a olvidar. Ella ya no era más una voz almacenada en mi memoria, ahora ella era real.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —dije después de aclararme la garganta.
Él pareció sobresaltarse ante mis palabras. Había roto el silencio con ellas y pareció haberle sacado de sus pensamientos.
—Una vez me contaste que siempre venías a esta playa cuando querías desconectar del mundo. Y supuse que te encontraría aquí —dijo mirando el lateral de mi cara. Yo aún continuaba mirando las olas, pero pude ver por el rabillo del ojo que había girado a mirarme.
Parecía estar analizándome y cuando giré mi rostro para saber que miraba, vi como paseaba sus ojos por mi cara, observando cada uno de mis gestos y facciones. Cuando decidí hablar y preguntarle que estaba haciendo, el entendimiento brilló en su semblante y habló antes de que yo pudiese hacerlo.
—¿Querías estar sola, verdad? —Más que una pregunta había sido una afirmación —.Ya me voy, perdona. No debí haber venido, sé que quieres estar sola. —Comenzó a levantarse de mi lado apresuradamente —. Tendría que haberme dado cuenta antes de venir —dijo por lo bajo antes de que frenase su apresurada ida y me echase a reír. Verlo tan preocupado me causaba gracia y ternura.
—Puedes quedarte, de verdad. —Me vi en la obligación de asegurarlo al ver la desconfianza en sus ojos.
Por extraño que me pareciese no quería estar sola, o más bien no quería que estar sin él. Claro que eso no se lo diría.
—No me importa. Venga siéntate —le dije al ver que aún continuaba de pie frente a mí. Debí tirar de la mano que aún tenía agarrada para conseguir que se sentase a mi lado otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Sfera
FantasyEntre todas las vueltas que puede dar la vida, a Adela le tocó la más inesperada, cuando aparecen por primera vez sus repentinos desmayos. Y con ellos, él. El destino la hizo amar a Bastian, el chico desconocido de sus sueños ficticios. Y sin saber...