Capítulo 17

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*Bastian*

Rutina. Me había acostumbrado, en esta semana que llevábamos aquí, a ella. Todos los días era lo mismo: madrugar, trabajar en el huerto, por las tardes entrenar y por la noche Adela y yo salíamos a dar un paseo por los alrededores. Nos habíamos adaptado rápido a vivir en el campamento.

A ella se le veía a gusto, y yo no podía quejarme. Aquel lugar era un buen sitio. A pesar de la incertidumbre de su existencia. Aún seguía preguntándome cómo era posible que fuese real.

El despertador volvió a sonar obligándome a levantarme. Aunque había estado despierto las dos últimas horas.

Cuando salí al pasillo vi la luz de la habitación de Adela colarse bajo la puerta. Por fin se había despertado. A veces podía ser muy dormilona si se lo proponía.

Bajé a preparar el desayuno y me encontré con la planta baja desolada. Desde que habíamos llegado no habíamos tenido muchos intercambios de palabras con Ártica, siempre se encontraba ocupada o fuera. No sabía si trataba de darnos nuestro espacio o realmente estaba ocupándose de unos asuntos, como ella decía hacer.

En definitiva, no me importaba. Podría hacer con su vida lo que quisiese, mientras no se entrometiese demasiado en la nuestra.

Comencé a preparar el desayuno para los dos cuando escuché sus pasos bajar las escaleras.

—Buenos días —me saludó sentándose en la isla de la cocina y se dejaba caer sobre ella.

—Que pintas llevas —me burlé —. Madrugar te sienta muy bien. No dejes nunca de hacerlo, nena.

Ella en respuesta levantó su dedo del medio en mi dirección a la vez que lanzaba un gruñido.

—¿Qué tal has dormido? —Dejé sobre la isla nuestros desayunos mientras me sentaba frente a ella.

—Quiero dormir más. —Su respuesta no me sorprendió. Todos estábamos cansados, no habíamos descansado un solo día desde que habíamos llegado al campamento.

A pesar de los constantes recordatorios de Magnus de que había gente suficiente en el pueblo para poder hacer gran parte del trabajo que nosotros estábamos haciendo.

—Ya lo sé, cielo. Solo nos queda el día de hoy. Mañana podremos descansar. —Magnus nos había pedido que mañana le acompañásemos a algún lugar. No quiso decirnos a dónde.

Mis palabras consiguieron que se levantase con una gran sonrisa pintando su cara. Que se borró en cuanto me vio.

—Anoche tampoco dormiste. ¿Qué te pasa, Bastian?  —preguntó preocupada —. Puedes contar conmigo, ya lo sabes…

—No me pasa nada. —Traté de sonar lo más convincente posible. Lo último que quería era que se preocupase por mí. No le daría más cargas.

—Cómete eso o llegaremos tarde —dije mirando el reloj para desviar la conversación.

Ella en respuesta levantó su ceja y me encaró. Sabia lo persistente que podía llegar a ser Adela si quería. Y esta mañana parecía que se había levantado con la intención de averiguar la razón de mi insomnio.

—He escuchado cómo te despiertas algunas noches sobresaltado y luego no puedes dormir. Te escucho deambular por la casa. Así que no me digas que no te pasa nada, Bastian. Cuando ambos sabemos que no es así.

—Es solo que aún no me adapto a todo esto. Necesito tiempo. —Volví a mirar el reloj. Sin duda, llegaríamos tarde —. No creo que quieras escuchar las quejas de la señora Green por llegar tarde otra vez —le dije devolviendo la mirada hacia ella.

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