Sobresaltado. Así es como me había despertado. Aquella incesante melodía había interrumpido mi ligero sueño, pero inmediatamente reconocí el significado de sus notas, era hora de levantarme. Con pesadez me levanté de la cama y apagué la alarma.
Al salir al pasillo fui testigo de otra de las inusuales travesuras de Turrón, no sabía que le ocurría últimamente, desde hacía unas semanas estaba muy alterado. Esta vez había arrasado con la cesta de la ropa y el camino del baño al salón se encontraba adornado por toda clase de prendas sucias, desde camisas del trabajo, hasta calcetines. Con resignación comencé a recoger todo el despliegue de colores que pintaba el pasillo de mi piso y me encaminé a poner una lavadora, por lo menos me había recordado que era hora ya o me quedaría sin ropa en el armario.
Su nueva actitud me extrañaba, teniendo en cuenta las circunstancias. Solo se comportaba así cuando su dueña iba a volver, pero eso no volvería a suceder.
- Ella no va a volver campeón. -Con ese pensamiento rondando por mi cabeza continué mi camino hacia el baño para terminar con la lavadora cuanto antes.
Hoy era mi día libre en el trabajo, pero no sabía qué hacer, aquí no tenía ningún amigo, ni conocía a nadie. Mi rutina durante estos largos seis meses había sido un continuo bucle del camino de mi casa al trabajo y la única brecha que existía en este círculo eran las salidas nocturnas extraordinarias con Turrón al parque, para que pudiese correr. Al fin y al cabo es a lo que estaba acostumbrado en Sfera, aquí lo único que le puedo ofrecer son pequeños paseos para que pueda hacer sus necesidades.
Yo aquí no tenía nada, mi única compañía era un perro que ni siquiera era mío, toda mi vida la tenía en Sfera. Y los planes que tenía en la Tierra los había hecho con una persona que no se acordaba de mí ya.
A pesar de todo ello, prefería vivir en un mundo en el que todos los planes que habíamos hecho se desvanecían junto a su memoria que seguir viviendo en el mundo que me la había arrebatado de mi lado de la peor manera. Habían conseguido que yo no fuese más que un simple desconocido para ella cuando me viese, si es que alguna vez lo volvíamos a hacer. No quedaría rastro alguno de todas esas quedadas furtivas en el bosque, tampoco de todas esas veces que me colaba por la puerta trasera del amparo, para poder verla por la noche en el patio trasero, sentados detrás de la basura para que nadie nos viese. Mucho menos recordaría todos los planes con los que habíamos estado fantaseando tanto tiempo, esa vida que habíamos creado para cuando ella cumpliese los veinte años, la mayoría de edad, y pudiésemos irnos a la Tierra a vivir, juntos, libres...
Yo nunca había venido a la Tierra, llevaba veintiséis años viviendo en Sfera, por lo que la belleza de sus paisajes no me sorprendían, me había criado con ellos, pero cuando Adela me contaba los lugares que existían en la Tierra y los que echaba de menos, yo me quedaba impresionado. No podía creer que existiesen lugares donde la gente se tiraba desde grandes alturas para disfrutar la adrenalina de la caída, creo que se llamaban parques de atracciones, no lo recuerdo bien, pero lo que sí recuerdo a la perfección es como brillaba la emoción en sus ojos al recordar la sensación que provocaba cada una de las cosas de las que carecía Sfera. Ella no paraba de mencionar que a pesar de ser simple, mi mundo era mágico, pero lo cierto era de que la verdadera magia la creaba ella al evocar todos esos pensamientos y deseos en mí de querer empezar una vida con ella en la Tierra, donde pudiésemos estar lejos de la guerra que hacía poco había comenzado.
Esta guerra había conseguido que las cosas en Sfera cambiasen mucho, algunas personas huyeron a tiempo de vuelta a la Tierra porque se esperaba que las cosas empeorasen, otros no tuvimos tanta suerte y nos quedamos a vivir la historia de cómo nuestro mundo poco a poco se iba debilitando. Donde los pobres cada vez nos hacíamos más pobres y los ricos continuaban enalteciendo sus bolsillos junto con su ego.
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Sfera
FantasyEntre todas las vueltas que puede dar la vida, a Adela le tocó la más inesperada, cuando aparecen por primera vez sus repentinos desmayos. Y con ellos, él. El destino la hizo amar a Bastian, el chico desconocido de sus sueños ficticios. Y sin saber...