Capítulo 11

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¿Así? Nunca imaginé que la locura se sintiese de esta manera. No esperaba
recordar lo que había sucedido con las tinieblas después de encontrarme con una. Tampoco pensé que despertaría en un lugar tan cálido como lo era aquel. Había creído que estaría sumido en una locura absoluta, perdido en las atrocidades que dominarían mi memoria, rodeado del gélido ambiente del bosque. Pero aquello no tenía nada que ver.

No era consciente del verdadero poder de esos seres. Habían cambiado la situación hasta llevarla a los extremos. Recuerdo haber ido con mi hermano a la casa abandonada del campo de trigo del tío Rob cuando éramos pequeños, pero ni Tristán ni yo nos atrevimos a coger la hoz del piso. Nos daba miedo que alguno de los dos nos pudiéramos cortar.

Una presión en el pecho y un nudo en la garganta se formaron cuando el
recuerdo de los gritos de aquella niña me asaltaron. A pesar de saber que no he hecho eso, el peso de la culpabilidad me persigue. Las tinieblas tenían un gran poder para el realismo, y habían dejado su marca en mí. Habían conseguido hacerme creer que realmente yo era capaz de hacer una atrocidad como aquella.

Seguía esperando el momento de demencia absoluta del que tanto se hablaba, pero no llegaba. Entonces recordé la cara de Adela empapada en lágrimas y sus súplicas por que volviese con ella. ¿Había conseguido escapar de las garras de las tinieblas? Abrí los ojos y pude ver que estaba en una pequeña habitación. Ella se encontraba a mi lado con su cabeza apoyada en sus brazos sobre la cama. Con cuidado de no despertarla me levanté para ir al baño, pero fallé en el intento.

— Hey, por fin despiertas. ¿A dónde vas? —dijo con voz pastosa.

— Perdona, no te quería despertar. Voy al baño. ¿Dónde estamos? —le pregunto observando a mi alrededor.

— En el campamento. Las tinieblas te trajeron hasta aquí. Son unos seres muy amables, lamentan lo sucedido. Por cierto, ¿Cómo estás?

— ¿Qué son amables? —pregunté con asombro —. Yo no diría lo mismo —dije con un bufido —. ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

— Todo el día de ayer y toda la noche, ya está amaneciendo —dijo mirando por la ventana —. Esto es increíble, Bastian. Aunque aún no he podido ver muchas cosas, he estado aquí contigo la mayor parte del tiempo esperando a que despiertes. Por cierto —comenzó a hablar al tiempo que apartaba su mirada—, Ártica está esperando por mí para hablar desde que llegamos, pero les dije que no lo haría sin ti. Espero que no te importe.

— No, por supuesto que no. Deja que me de una ducha y te acompaño —le dije mientras inconscientemente acariciaba su sonrojada mejilla.

<<Que guapa está recién levantada>> pensé para mis adentros antes de ir al baño y darme una ducha.

Pude comprobar que aquel lugar era maravilloso. Allá donde miraba podía ver toda clase de fauna y vegetación que no había visto jamás. Alakrana, la mujer que nos había acogido en su casa en cuanto llegamos, nos conducía por los caminos del pequeño pueblo hasta la casa de Ártica. Durante todo el camino, Adela no emitió palabra alguna. Jugaba con sus dedos de manera nerviosa y no paraba de secarse las manos en sus pantalones. Hoy conocería a su madre.

Cuando llegamos pudimos ver a una esbelta mujer en el porche de la casa. Nos estaba esperando. Adela se había quedado atrás, había frenado su paso sin darse cuenta. Apoyé mi mano en su espalda para ayudarla a caminar y transmitirle mi apoyo en esto.

— Hola Ártica. Aquí los dejo. Samuhel está con fiebre, perdona que no me quede — dijo Alakrana antes de desaparecer de nuevo por el camino de tierra.

— Hola, pasad —Nos dijo una vez que había posado sus ojos en nosotros. Entramos después de ella. Nos condujo hasta el salón, y una vez nos sentamos se creó un silencio incómodo.

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