Capítulo 9

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Negativas. Era lo único que sabía darme mi padre. Había pasado toda la noche dándole vueltas a aquel mensaje. Y mentiría si dijese que a pesar de odiar a esa mujer no me despertaba un poco de esperanza y curiosidad. Aquel fue el impulso que necesitaba para decidirme. Iría. Quería y necesitaba ir. A primera vista no parecía un plan tan descabellado, si evadía el hecho de que el bosque estaba custodiado por las tinieblas. Sin embargo, confiaba en el libro del baúl. En cambio, desde que le había comunicado mi decisión a papá, había comenzado a disuadirme para que no fuese. Mi padre en este caso no estaba en mi bando y había decidido subirse al barco llamado negatividad, argumentando así ideas de todo tipo para evitar lo inevitable.

A Bastian tampoco le había parecido una buena idea, lo supe en cuanto lo llamé para darle la noticia. Pero al contrario que papá, trató de ocultar su desacuerdo de la mejor manera posible. Estaba bien sentir que tenías a alguien de tu lado.

Con esos pensamientos en mente me levanté de la cama. Esta mañana había decidido ir a ver a nana, necesitaba distraerme antes de irme a Sfera y le había prometido ir a verla más a menudo. Me disponía a pasar ahí el día con ella hasta que papá llegase por la noche.

En cuanto terminé de vestirme bajé al garaje, y saqué la vieja bicicleta que usaba en los veranos que pasaba al sur, en la ahora abandonada casa de la abuela. Todavía recordaba la sensación de la brisa marina por la mañana mover mis cabellos, y echaba de menos esos momentos de libertad, donde la vida nos regala el placer de estar lejos de la preocupaciones y responsabilidades que se nos ptorgaba en cuanto dejábamos atrás la niñez.

Deseaba como nunca volver a sentir el viento impactar contra mi rostro y correr calle abajo sin importarme que podría pasar si no frenaba a tiempo. Pero esos momentos habían quedado en el olvido. El nuevo viento que movía mis cabellos no era capaz de llevarse con él mis miedos y menos aún devolverme aquellos momentos de felicidad absoluta. Las cosas habían cambiado, y debía aceptar cuanto antes la nueva realidad. No me traería nada bueno anclarme al pasado.

En cuanto llegué, dejé con cuidado la bicicleta apoyada en la entrada para no molestar a ningún futuro cliente que fuera a entrar. <<Espero que nadie me la robe>> pensé mientras me adentraba al local.

- Hola, ¿nana? -Me extrañaba mucho no ver a nadie en la caja. Sabía que Bastian tenía unos días libres para poder irnos a Sfera.

Me adentré a la tienda en busca de algún ruido que me indicase su paradero. Pero nada, la tienda estaba sumida en un silencio absoluto, sin ser por el ruido de las neveras. La última vez que había estado aquí, la caja estaba desatendida como en esta ocasión, y había acabado desmayada. Ahora la sensación era la misma, sabía que algo no iba bien.

-¿Nana? -la volví a llamar con esperanzas de recibir respuestas esta vez. Nada. El ruido de las máquinas era lo único que me contestaba.

Comencé a pasearme por todos los pasillos. Tendría que estar aquí, no dejaría la tienda abierta si no. Había recorrido estos pasillos infinidad de veces, pero esta había sido la más larga que se me había hecho. A medida que avanzaba por ellos, el siguiente parecía hacerse más largo, y no encontrarla en ninguno de ellos hacía la situación más abrumadora.

Salía de uno para adentrarme en otro con la esperanza de verla ahí, ensimismada colocando mercancía y que por esa razón no me había contestado. Pero mis esperanzas se vinieron abajo en cuanto terminé de recorrer cada una de las calles de la pequeña tienda.

-¿Nana? -La desesperación en mi voz era evidente, de nuevo volví a correr por cada uno de los pasillos en busca de alguna nota o algún detalle que pude haber pasado por alto y me indicase que estaba bien o que había salido a hacer algún recado a la tienda de al lado. Pero no encontré nada. La extraña sensación de alerta continuaba latente en mí. Entonces, en ese momento lo vi.

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