Terapia. Eso era lo que necesitaba Keira para volver a ser la misma, porque hubo ciertos daños en su capacidad, le estaba costando caminar, usar las manos y hablar. Tenían que darle calmantes para poder calmar los constantes dolores que le daban, los doctores calculaban como dos años para que volviera a ser igual a antes del golpe.
Pero podría volver a usar sus miembros en unos tres meses. Su habla era lo que más llevaría tiempo y nos descartaban otras secuelas que salieran a largo plazo, por lo que seguiría siendo chequeada cada 15 días.
Keira estaba sentada contra el cabecero de su cama, viendo televisión y observando a su hermana caminar como un gato enjaulado. Quería hablar pero cada vez que lo intentaba salían distorsionadas. La única oración que logró decir de forma entendible fue cuando despertó.
—Ki... d.....e... —su lengua parecía enredarse y su cerebro se negaba a cooperar. Keira no entendía cómo podía entender lo que le decían, recordaba perfectamente como leer o escribir, pero no podía pronunciarlas y que sonarán como las recordaba.
Frunció el ceño claramente molesta. —Calma, Kei. Ya lograrás hablar —Kiara se mordió el labio.
Negó con la cabeza, pero este movimiento envió una fuerte punzada a su cerebro. Cerró los ojos y respiro hondo, esperando que se le pasará. Parecía que le estuvieran clavando cuchillos en el cerebro. Tocaron la puerta de su habitación, ella no abrió los ojos, pero cuando escuchó una voz masculina, lo hizo y se encontró con unos profundos y tormentosos ojos grises. Ian.
La miraba algo aturdido. Ella abrió la boca, pero al recordar que no podía hablar, la cerró y bajo la mirada. Se sentía apenada, no quería que él la viera así. En ese lamentable estado.
—Keira —al oír su nombre en los labios de él. Sintió un leve cosquilleo en su estómago—. Está bien, lo entiendo, ya tu hermana me explicó lo que sucede —se acercó y poso una mano en la barbilla de ella, obligándola a levantar la vista.
Keira lo miró con tristeza y vergüenza. Mirar esos ojos grises le desarmaba el alma por completo. Ella dudaba que él pudiera esperar meses a que pudiera caminar, mover los brazos o hablar.
No, ningún hombre lo haría.
Tomó sus sentimientos y los enterró muy profundamente en un oscuro rincón de su corazón. Ella no sería la carga de nadie más, tenía suficiente con serlo para sus padres, Keira y Riley. No quería ser el obstáculo de nadie y lo que más le dolía, era que lo veía en los ojos de todos. Cerró los ojos y deseo que se fuera.
Odiaba ver la lastima en los ojos de los demás.
—Hermosa —al oír eso. Ella intento gritar y salió un sonido desgarrador que paralizo a Ian y Kiara—. Abre los ojos...
Keira los abrió. Con ellos expreso su deseo de que él se fuera y no volviera. Ian abrió los ojos. —No, no me pidas eso. No me iré —dijo determinado. Keira no podía ni fruncir el ceño bien, ni sonreír, nada. Era como si la hubieran rociado con cera. El maldito golpe le dejo en coma, cuando despierta, descubre que le quito las capacidades que la hacían independiente. Ahora no es más que una carga para todos los que ama.
—Ian, creo que es mejor si te marchas —le pidió amablemente Kiara.
Ian asintió, pero no sin antes mirar a Keira y decir—: Volveré. No me iré, cuando me lo digas con tu propia voz. Entonces si lo haré.
Ella sintió un nudo en su garganta. Ian se marchó y Kiara la miro con miles de preguntas girando en su mente. —¿Quieres dormir? —preguntó.
Keira cerró los ojos, esperando que eso fuera respuesta suficiente. —Abre la boca —Keira abrió, su hermana coloco una pastilla y le dio de beber agua. Se tragó la pastilla.
ESTÁS LEYENDO
El juego de las gemelas
Mystery / ThrillerUn misterio rodea a las gemelas Douglas, quienes son acechadas. Desean saber quienes fueron sus padres biológicos, pero esta no está su alcance, al menos no sin luchar.