Los hermanos Blake

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Las gemelas miraron desde el auto, la gente se detuvo a verlas bajar. Decidieron bajar al mismo tiempo, y los guardaespaldas las siguieron mientras se encaminaban a la puerta del instituto Weston Bright, donde Riley las esperaba con una sonrisa en sus labios y su bonito cabello rubio trenzado.

—Hola Riley —la saludaron al unísono.

Riley se rio. —Hola nenas —les guiñó un ojo—. Al fin vuelven, tendrán que poner en orden a los desubicados.

—No lo dudes —Kiara le dio una media sonrisa altiva, la cual marcó un solo hoyuelo en su mejilla.

Keira aprovechó para fijarse en todo lo que la rodeaba, la gente no paraba de mirarla y cuchichear. Lo que esperaba era ver a Lander unos metros más allá, mirándola con ¿Preocupación? ¿Tristeza? No sabía cuál era y si eran sentimientos reales, por lo que alzó la barbilla y enarcó una ceja, retándolo.

Respiró hondo y volvió a mirar a su hermana, que le estaba dando una mirada interrogante. — ¿Pasa algo? —le preguntó Kiara frunciendo el ceño.

—Lander —respondió, y Kiara negó con la cabeza al tiempo que rodaba los ojos.

—No le hagas caso a ese idiota —le aconsejó, al tiempo que colocaba una mano en el hombro de Keira y lo apretaba con suavidad.

—Lo intentaré —confesó con sinceridad. No quería creerlo, pero era cierto, aún tenía cierto... ¿Cariño? ¿Aprecio? ¿Amor? ¿Atracción? Por Lander, no sabía aún que era.

Se dirigieron juntas a sus clases, y todo el mundo las siguió con la mirada.

—Volviste —escuchó una voz masculina decir.

Keira la reconoció y volteó a ver a Austin. Quien tenía las manos metidas en los bolsillos, mirándola con vergüenza.

Sus ojos verdes claro parecían estudiarla. —Hola K —saludó, sacó una mano de su bolsillo y la pasó por su largo castaño cobrizo—. Me alegra volver a verte —parecía nervioso.

—Hola Austin —le sonrió tímidamente—. Lo mismo digo —ladeó la cabeza.

— ¿Estás bien? —le preguntó, a lo que ella asintió—. Eso es bueno.

—K, apúrate —le gritó Kiara.

—Hmm, me tengo ir, Austin. Nos vemos —se despidió antes de alejarse.

Sin duda alguna, los hermanos Blake eran muy guapos con esas sexys mandíbulas cuadradas, narices romanas, labios carnosos y cejas pobladas. Tenían un aspecto varonil, aunque en Austin eran más suaves los rasgos afilados que los definían.

Sacudió su cabeza, aunque eran guapos, Ian lo era mucho más y estaba ignorando por miedo a confirmar sus peores temores, del que hombre del que estaba enamorada... era el enemigo.

Llegó a donde tendrían su primera clase, y vio a Matt esperándola afuera de la puerta. —Preciosa —la saludó Matt, con un guiño.

— ¿Qué quieres? —le espetó estresada.

Levantó las manos. —Calma, nena, no ataques que vengo en son de paz —parecía sorprendido por su arrebato.

— ¿A qué? —enarcó una ceja.

Los ojos verdes con dorado de él brillaron. —Quería verte, tengo meses sin verte —se encogió de hombros—. Y tu novio me dejó claro que no podía acercarme a ti —rodó los ojos.

— ¿Y no te importa esa amenaza? —lo miró con desconfianza.

Matt se rio. —No, no me interesa. La única persona que me puede alejar de ti, eres tú, si me dices que me aleje de ti, eso haré —le explicó él.

El juego de las gemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora