En el momento que el jet aterrizó en la isla, ya Keira se sentía mejor. Kiara empujó la silla de ruedas donde iba Keira, y al sentir la brisa, fue instantemente mágico. Admiró la vista, a lo lejos se divisaba una franja azul que sabía perfectamente que era el mar.
—Nunca deja de asombrar ¿verdad? —le preguntó Kiara con una pequeña sonrisa.
Keira la miró e intentó sonreír, porque realmente lo era y la paz se respiraba o sentía en cada parte del cuerpo. Pensó en Ian y se sintió un poco triste, alejarse por unos días de él era muy duro, pero esperaba avanzar un poco más en sus terapias, dado que continuarían. Seguro su equipo de rehabilitación llegaría en unas pocas horas, pero hasta el momento solo serían ellas dos mientras su madre preparaba todo.
Con ayuda de algunos hombres, las llevaron a la playa. Ayudaron a sentar a Keira en la arena, donde el agua pudiera tocarle los pies. Kiara le había quitado las sandalias y se había dejado caer al lado de ella.
—Tranquilidad y privacidad —susurró Kiara suavemente y se puso pensativa—, eso es lo más preciado. Pronto tu mejora ira viento en popa y no nos detendremos hasta que logres ser otra vez tú.
Y Keira no estaba en desacuerdo, realmente era un privilegio tener ambas cosas o una de ellas. Pensó en Ian y sintió una punzada de dolor, estar lejos de él era duro, se había acostumbrado a su presencia, abrazos y besos. Miro a Kiara, trato de expresarle con los ojos que quería que se comunicará con él. Al Kiara no comprender esa mirada de desesperación, busco en su bolso de mano su agenda y un lápiz, se lo entregó a Keira.
—Dime así, de verdad, no comprendo, Kei —murmuró apenada y avergonzada. Aquello la hizo sentir inútil en cuanto a comprender todo lo que Keira quería darle a entender.
Al ver la vergüenza y la pena en los ojos de Kiara, asintió y comenzó a escribir: Avisa a Ian. Al leer eso, Kiara sonrió comprensiva.
—Ya mismo lo hago —prometió, sacó su celular y envió un mensaje de texto—. Listo —sonrió cálidamente a Keira y siguieron admirando el mar, dejando al mar mojarle los pies. Kiara tomó la mano de su gemela y sin emitir palabras, prometió muchas cosas.
Keira se lo agradeció de todo corazón porque realmente, tener a su hermana gemela de mejor amiga, era increíble y quería decírselo, pero se conformó con apretar suavemente la mano de Kiara e intentar transmitir su amor, apoyo y agradecimiento.
Estar en ese lugar, donde se refugiaban antes y de niña eran amigas, el único lugar donde eran hermanas unidas y amigas, por eso, ambas apreciaban La isla. Ahora eran ambas cosas allí y también en el mundo real. Lo que tanto anhelaba Keira, es que en el tiempo que estuvieran allí, poder sanar y volver siendo la misma o una mucho mejor Keira.
—Ian te esperará —le aseguró Kiara, leyéndole el pensamiento.
Keira quería preguntarle que cómo estaba segura de eso, esperaba... mejor dicho anhelaba que su gemela tuviera razón y Ian si esperara por ella o de lo contrario, pasaría un tiempo siendo miserable en la privacidad de su habitación.
—Si te quiere, lo hará —susurró la otra rubia, envolviéndola con sus brazos—. Si no lo hace, ya lo patearemos en las bolas —se rio suavemente y beso a Keira en la sien.
El amor que exudaba Kiara, era impresionante. La calidez de su abrazo, el cariñoso beso, la risa suave y el apoyo incondicional. No cualquiera se alejaría de su novio por un tiempo, se encerraría en una isla con una hermana que no habla... que es inútil. Realmente Kiara la amaba. Keira tenía eso muy claro, y pasar tiempo con su madre era la cereza del helado.
—Te amo —expresó Keira, aunque no sonaron de esa forma, la calidez y amor, la hicieron comprender.
—Yo también te amo, hermanita —ambas cerraron los ojos y se dejaron envolver por la cálida brisa del mar, el olor y el sonido de las olas al romper.
La rehabilitación de Keira fue dando grandes pasos, ya daba pasos cortos y su cuerpo comenzaba a aceptarlo. Todo iba viento en popa. Aunque su habla no hubiera avanzado mucho. Esa tarde estaban nadando con delfines, Keira tenía un chaleco salvavidas y al estar flotando, puso en práctica sus terapias de las piernas, logró moverlas de adelante hacía atrás, al principio unos centímetros. La paz y tranquilidad del agua, era un plus muy bueno, Kiara tenía sus brazos alrededor de su cintura.
—Lo haces genial —apremió la joven a su gemela.
Los delfines no dejaron de rodearlas, hacían ruidos y saltos, intentando que ellas jugaran con ellos. La madre de ambas estaba sentada en la cubierta del yate vigilándolas con una sonrisa curveando sus finos labios.
—Agárrate al delfín para que tengas un poco de acción —propuso divertida y ayudo a Keira a agarrarse a uno, ambas se sujetaron del juguetón delfín el cual no era por completo un adulto.
En el momento que se agarraron, el delfín paso a toda velocidad a través del agua, se sumergía un poco y salía. Keira soltó un chillido cuando un delfín bebé le tocó el pie con el hocico, al ver al pequeño, sonrió. Esa era otra ventaja, sus expresiones faciales habían mejorado un 80%, solo le costaba hacer mueca o sonreír a medias, levantar una ceja... ese tipo de cosas que requieren un poco de práctica.
Keira pataleo para impulsarse y poder nadar, al tiempo que coordinaba sus brazos, la verdad, no le fue tan difícil como pensaba, al principio sintió un poco de rigidez en sus músculos, pero a medida que lo volvía y volvía a intentar, era un poco más fácil.
Se soltó y comenzó a nadar por sí sola, por primera vez desde hace meses, se sintió mejor, más feliz de lograr algo por sí misma y sin tanta terapia. Soltó un chillido de alegría y se permitió ser abrazada por Kiara que parecía muy feliz de su logro.
—Oh mi Dios, Keira, has nadado, has logrado nadar —Lágrimas se deslizaban por las mejillas de Kiara, lágrimas de felicidad—. Estoy muy orgullosa de ti, K.
Feliz y orgullosa de sí misma, se permitió bajar la guardia y apoyar su mejilla en el hombro de su hermana. Desde ese día, las terapias eran en agua y tierra, y así Keira mejoró con rapidez. Mucho más rápido de lo esperado.
ESTÁS LEYENDO
El juego de las gemelas
Misterio / SuspensoUn misterio rodea a las gemelas Douglas, quienes son acechadas. Desean saber quienes fueron sus padres biológicos, pero esta no está su alcance, al menos no sin luchar.