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No sabía en qué estaba pensando pero me pasé todo el día siguiente a nuestro encuentro perfeccionando aquel retrato como nunca antes había hecho con otro. Incluso en clases, mientras los profesores explicaban, yo atrás de todo estaba sumergido en mi hoja sin prestar atención a nada más. 

No sabía que me pasaba. Hacía mucho que no invertía mi tiempo tan apasionadamente en una cosa. Pero obvio no me di cuenta en ese entonces.

Mis chances de ver al chico allí en mi escuela eran pocas, lo sabía. 
Solo había dos secundarias en Valle Lago Azul y si no venía a la mía, lo cual era claro porque nunca lo vi, seguro debía ir a la otra. Al menos eso creí antes pues él parecía ser de mi edad. 
Pero luego de tenerlo cara a cara me di cuenta de que podría ser un poco mayor que yo. Quizás ya estaría graduado. 

Estaba curioso. Quería saber cosas sobre él. Y quería que el dibujo fuese perfecto. No era como si planeara regalárselo pero de todos modos allí estuve, todo el día trabajando en él. Borrando una y otra vez, perfeccionando detalles. 

Cuando volvía de la escuela, el resto de mi rutina consistía en estar en casa. Pasaba la mayor parte del tiempo solo así que nadie me molestaba. Mi papá y mi hermano se pasaban todo el día en el rancho y solo volvían por la tarde noche para cenar y finalmente descansar. Tenía tiempo y comodidad para terminar el dibujo. 

O al menos eso creí ese día.

— Interesante. — comentó Leandro detrás mío dándome un susto de la gran puta. Ni siquiera le había oído entrar. Estaba en la sala sentado, ensimismado en mi trabajo y ni cuenta me di de la hora que era. Miré por la ventana y ya era de noche.

— Estúpido, me asustaste. — me quejé con mi hermano. 

— ¿Quién es ese? Me resulta familiar. — comentó mientras se dirigía hacia la heladera, refiriéndose al dibujo que me acababa de ver haciendo.

— No es nadie. Solo es un dibujo cualquiera. — lo guardé dentro de mi cuaderno y me levanté para buscar algo para comer antes de que él arrasara con todo lo que había en la cocina.  

— Tu novio imaginario quizás. — me molestó.

— Cierra la boca. 

— ¿Qué? No te juzgo. Siempre has sido un poco rarito, hermano. — continuó burlándose.

Le pegué con mi puño en su hombro pero no le hice absolutamente nada, ni cosquillas. Mi hermano me llevaba cuatro años y era mucho más corpulento que yo. Había sacado esa genética de papá, junto con el cabello lacio y negro, los rasgos bien masculinos, la barba que crecía demasiado rápido y el gusto por el campo. 

Yo, en cambio, tomé los genes de mi madre. Más delicados. Siempre parecí más aniñado de la edad que verdaderamente tenía. Era de contextura delgada y también compartía con mamá la tez blanquecina y el cabello castaño claro y ondulado que tanto me gustaba acariciarle cuando era niño. Los ojos color marrón, eso era lo único que había heredado de papá, aunque me hubiese gustado tener los preciosos ojos verdes que tenía ella. 

Mi hermano, obviamente no tardó en tomar la ofensiva y devolver el ataque. Hizo una llave en mi cuello con un brazo y me levantó del suelo justo cuando papá entró para regañarnos por estar peleando. 

— Él empezó. — dijo Leandro soltándome. Se reía pues siempre era divertido para él molestarme porque sabía que yo tenía las de perder en una pelea física. 

— Tú empezaste. — protesté. — ¿Por qué mejor no te quedaste a dormir y jugar con tus ovejitas? — ataqué luego. Era mi turno de reír. Sabía que le molestaba con eso. 

Bajo luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora