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Fue en el borde del muelle cubierto de nieve donde finalmente caí de rodillas.

Me dolía todo por dentro y entre medio de todo mi llanto y desesperación, no paré un segundo de hacer lo que desde un principio debería de haber hecho: 

Suplicar. 

— Por favor, ayúdalo. Sálvalo. Por favor. — repetí una y otra vez mirando el agua brillando a centímetros de mí — Te lo suplico con toda mi alma. Creo en ti. Usa tu magia en él. No me hagas esto otra vez, por favor. 

La angustia me estaba matando y entonces sentí unos brazos rodeándome por la espalda. 

— Por Dios, hijo, pensé que ibas a hacer una locura. — papá me había seguido, se había arrodillado detrás de mí y me sostuvo con firmeza. No parecía querer soltarme. Tenía miedo de que hiciera como dijo, una locura. 

— Ya no aguanto más, papá. — le dije — No aguanto más. ¿Por qué el lago nunca me escucha? 

— Oh, hijo...sí lo hace. Sí te escucha. — respondió. 

— No es cierto. No salvó a mamá. No lo hizo. 

— Porque mamá no podía salvarse. Pero... el lago se aseguró de que nos diera lo mejor de ella antes de partir. Se aseguró de que nunca perdiera su sonrisa. ¿Recuerdas? 

— Eso no es suficiente. La quiero a ella. De vuelta. Quiero a Bruno de vuelta. — sollocé en sus brazos. Me sentí débil, como si hubiese tocado fondo y ya no tenía fuerzas ni para pararme. 

Solo quería y necesitaba un milagro. Solo eso. ¿Acaso era pedir demasiado?

— Él va a estar bien. Lo sé. — papá intentó tranquilizarme sin mucho éxito. 

— No, no lo sabes. 

— ¡Sí, sí lo sé! — afirmó con seguridad sacudiéndome — Porque sé que el lago sí escucha. Él me escuchó. Yo le pedí por ti. 

Me giré a verlo de inmediato. ¿Acaso había escuchado bien? 

— Después de que tu madre se fue...yo...No sabía cómo ayudarte, sentí que no podía hacerlo y tú tampoco parecías querer buscarme. — explicó — Estaba desesperado así que si yo le pedí por ti. Le pedí que no te dejara solo, que enviara a alguien especial. Y lo hizo. Te envió a Bruno.

— ¿Qué? ¿Pediste eso por mí? — no lo podía creer. Para empezar papá nunca le había dado tanta importancia al lago y la magia que lo rodeaba. Al menos no en el nivel en que lo hizo mi madre. Siempre había sido un hombre bastante reservado en ese sentido. 

Y además, había creído todo este tiempo que Bruno había sido un regalo de mi madre que me envió desde el cielo. Pero resulta que fue de papá. O pensándolo bien... quizás fue de los dos. Mi padre lo pidió y mamá lo concedió.

— Claro que sí. ¿Crees que no sabía que sufrías en silencio? ¿Cómo no iba a saberlo si yo hacía lo mismo? 

— Papá…

Era increíble. Se estaba abriendo conmigo. Después de tanto tiempo, estábamos hablando de verdad… 

Y justo cuando más lo necesitaba. De pronto la angustia que tenía se alivianó un poquito.

— Tenías razón. Todo lo que dijiste la otra noche. Era cierto. — continuó diciéndome. También estaba emocionándose tanto como yo. Tenía lágrimas en sus ojos. Nunca lo había visto así. Ni siquiera cuando mamá murió.   — Me dolió tanto la muerte de tu madre que creí que tapandome de trabajo dejaría de pensar en ella. Pensé que si evitaba hablar contigo tampoco pensaría en ella. Porque tú, Juli, eres igual a tu mamá. Me la recuerdas cada vez que te miro y por eso me ha costado tanto estar cerca tuyo todos estos años.

Bajo luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora