Cuando creas que tu vida no tiene sentido, cuando no puedas encontrar tu camino, solo espera. Espera y ten fe.
Mi mamá siempre lo decía. Y siempre lo hizo ver como si fuese demasiado fácil. Aún cuando tenía todo en contra, ella jamás dudó. Jamás perdió su fe.
En mi caso el significado de lo que siempre fueron simples y fáciles palabras de creer, se comenzó a perder en los últimos años de mi adolescencia.
Esperar y tener paciencia eran cosas que no iban conmigo en lo absoluto a mis 17 años de edad.
Estaba cegado.
Desganado, perdido, sin motivos que dirigieran mi vida, y con una actitud completamente pesimista pasé los días de esos años entre las montañas, al pie del lago que supuestamente todo lo podía, que todo lo sanaba. Al lado de sueños rotos que ya hacía rato había dejado atrás.No importan las personas que te rodean, eso no vale de nada si el lugar en el que te encuentras no te hace feliz, si ni siquiera tú mismo te haces feliz.
Estaba convencido de aquello. Y lo peor, estaba tristemente cómodo con ese pensamiento.
Hasta que me di cuenta de lo equivocado que estaba. En parte al menos…
Todo comienza aquí, en Valle Lago Azul, pueblo pequeño fundado prácticamente por una comunidad italiana que migró hace muchísimos años, y que fue construído en un valle alrededor de un enorme lago rodeado por altas montañas a varios kilómetros de la ciudad más cercana. Y aunque así parezca, su nombre no deriva por el color azul que podría compartir con cualquier otro lago de la zona.
La historia de este es más mágica y extraña que todos.
Sí, el agua de este lugar es azul. Pero de un azul intenso, brilloso, casi fluorescente, como si alguien esparciera polvo de estrellas sobre él, y lo más curioso de todo es que solo se ve así de noche cuando la luz de la luna lo ilumina. De día o en una noche nublada, el agua se ve simplemente de un color normal, entre verde o azul oscuro, apagado, común.
Aún no entiendo bien cual es la relación entre lo que sea que haya en el agua y la luz de la luna y probablemente nunca lo sepamos con certeza.
Científicos que han venido a estudiar el fenómeno a lo largo de los años dicen que se debe a una especie de microorganismos que viven en el agua y que le dan ese tono brilloso. Pero no han podido explicar por qué solo ocurre de noche y cuando el cielo está despejado.
He aquí el misterio que rodea el lugar donde vivo.
Y es que más allá de lo que diga la ciencia, aquí los pueblerinos deciden creer otra cosa. En la magia y los milagros. En la leyenda del lago. Según ésta, si te sumerges en él, cosas buenas te pasarán. Cuando entras en contacto con esta agua mágica serás especial para siempre. Si le pides algo con todo tu corazón, se cumple y te ilumina con su poder.Eso es lo que cree la gente aquí pues desde su origen el pueblo no ha sufrido más que bendiciones y ha salido adelante cuando nadie apostaba a ellos. El lago siempre ha sido como su amuleto mágico y la base de todo.
Yo, por mi parte, no estaba ni cerca de creer algo así.
De verdad vivía en el lugar más soñado del mundo y aún así no bastaba para significar algo importante en mí. No me inspiraba ni un poco de esperanza ni confianza. No podía esperar nada. Al menos no nada bueno.
La historia del lago hacia mucho que se sentía lejana a mi ser, como si nunca me hubiese pertenecido.
De apellido Bianco y nombre Julián, nací y crecí aquí al igual que toda mi familia. Somos descendientes directos de los fundadores y por lo tanto me he criado con todas las historias sobre el lago y los milagros que supuestamente produce. Y si bien creí en ellas como todo buen niño al que le gustan los cuentos de hadas, con el tiempo dejé de hacerlo. Más específicamente cuando mamá enfermó y murió.
Algo tan normal como la muerte puede cambiar mucho en un chico de 15 años que había crecido y sido alimentado de ilusiones.
Mi madre amaba la leyenda del lago y me enseñó todo sobre él. Me enseñó a creer y a soñar.
Y en respuesta el simple charco de agua nunca hizo nada por ella, nunca le devolvió todo el amor que le dio, y que cuando más lo necesitó, simplemente la abandonó.Así que no, no entendía cómo la gente podía creer en semejante tontería mágica. No importaba lo que me dijeran, estaba tan molesto con todo el mundo, con el lago y sobre todo con mi propia madre por creer en algo tan tonto como los milagros y pretender que aquello podía curarla.
Todo lo que quería entonces era salir de ese pueblo de una vez aunque no tenía ni idea de cómo lo haría. Tampoco era que me esforzaba por buscar una salida.
Quejarse y no hacer nada es más fácil que actuar y enfrentar los problemas.
Con solo 17 años y después de tres años desde que mi vida cambiara para siempre, no hacía más que pasármela en el techo de casa dibujando.
No tenía planes para el futuro, me iba pésimo en la escuela y papá insistía en que cuando me graduara me uniría al negocio familiar si no encontraba un camino propio.¿Alguna empresa o negocio en las grandes ciudades que me facilitara una salida? Claro que no, señores. Lejos de algo como eso, papá se dedicaba a la producción de lana ahí en el pueblo. Oh, sí, era todo un campesino. Él y Leandro, mi hermano mayor quien había seguido sus pasos.
A ver, la actividad básica con la que pueblo se sostuvo por años fue la producción de ovejas. Fue lo que lo sacó adelante. Éramos una de las principales fuentes de carne, cuero y lana hacia las ciudades. El ambiente frío y los extensos valles eran ideales para producir.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la creciente llegada de gente por el misterio del lago, se fue modernizando todo y ahora, desde hace mucho tiempo, básicamente el pueblo vive del turismo más que otra cosa.Nosotros, los Bianco, éramos de los pocos que seguíamos la tradición, en la producción primaria. Papá decía que nos iba bien y que no había motivo para abandonar el negocio. Así que él y mi hermano se pasaban sus días en el rancho a las afueras del pueblo, arreando ovejas y haciendo cosas de campo que no me interesaban en lo más mínimo. Una vida más aburrida no podíamos tener.
Peor, nuestra casa en el pueblo estaba, irónicamente, ubicada enfrente del único lugar que no me interesaba ver cada vez que salía: el lago.
Chocarme con ese paisaje cada vez que ponía un pie afuera era difícil para mí. Lo que para cualquiera sería paradisíaco, para mí era más que frustrante estar allí y ver cada día de mi vida una enorme masa de agua que no hacía más que crear falsas ilusiones en las personas.
Por eso casi ni salía de casa. Iba a la escuela y nada más. Ya no tenía amigos y ni me interesaba tenerlos así que estaba bien para mí. Lo único que me entretenía era dibujar. Todas las noches subía al techo de casa y miraba el cielo, a la luna, nada más a mí alrededor. Solo yo, ella, mi paz, mi pequeña lámpara portátil, mi lápiz y mi hoja de papel.
Había un pequeño muelle que se veía desde allí arriba. Estaba cruzando la calle, frente a la casa. Mamá siempre nos llevaba a mi hermano y a mí a sentarnos y mojar los pies en el agua. Ya hacía muchísimo tiempo que no pisaba ese lugar otra vez ni miraba en su dirección. Y juraba que jamás lo iba a hacer. Ni tocar esa maldita agua mucho menos.
Pero todo eso fue hasta que él apareció. Hasta que una noche sin querer, bajé la mirada hacia donde nunca quería ver y entonces lo vi.
A la persona que lo cambiaría todo y convertiría esta historia en mi historia otra vez.
🌙
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Bajo luz de luna
Novela Juvenil✨✨GANADORA EN WATTYS 2020✨✨ Julián es un adolescente perdido que no tiene fe en nada. La tragedia ha marcado su vida para siempre y cree que ya no tiene nada por qué luchar. Pero ¿hasta dónde hay que perderse para volverse a encontrar? ¿El hogar don...