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La madre de Bruno se llamaba Sara y a diferencia de él, era bastante callada. Sin embargo cada vez que me miraba mientras comíamos algo los tres juntos en la sala, lo hacía de una manera bastante maternal y me sonreía. 

Eso sí, los dos eran bastante buenos escuchando pues les conté todo el drama ocurrido el día anterior en mi casa y tanto ella como Bruno me dijeron que era buen hermano por apoyar a Leandro y me aconsejaron hablar con papá cuanto antes. Que no dejara pasar mucho tiempo, más del que ya dejé pasar durante esos tres años, o iba a ser peor luego. 

— Papá es un tipo difícil pero...puedo lidiar con lo difícil, creo. — dije — Después de todo aprendí del mejor. — miré a Bruno y le sonreí. 

— Cierto. Así de lindo y tierno como lo ves, fue difícil llegar al corazón de este chico. Pero yo tengo mis métodos, claro. — presumió él con orgullo con su madre. 

— Linda historia de amor. — rió Sara. Mi cara se puso roja de la pena. Debajo de la mesa, el pie de Bruno se frotaba cariñosamente con uno de los míos. 

Basta, lo adoraba. Era demasiado lindo. 

— ¿Escucharon que esta noche va a nevar? — decidí cambiar de tema. 

— Oh, amo la nieve. — respondió Sara. — El pueblo se ve precioso en invierno. 

— Sí, eso me recuerda que debemos irnos. — Bruno se puso de pie y fue en busca de su abrigo. 

— ¿A dónde? — pregunté. 

— ¿Cómo que a dónde? ¡A disfrutar el último día antes de que se venga el verdadero frío!

Ahí estaba el chico espontáneo de siempre. Y obvio, yo lo seguí y fui a donde sea que quería llevarme. 

— Julián. — Sara me llamó antes de que saliera y se dirigió a mí para acomodar el cuello de mi camisa que estaba torcido. Algo que solo una madre haría. — Quiero que sepas que eres bienvenido aquí cuando quieras. Y que si tienes problemas en tu casa, esta siempre va a estar abierta para ti. 

— Gracias. — oír eso de la madre del chico que quería significaba mucho para mí. Me había preocupado mucho no tener el apoyo de la familia de Bruno pero ese miedo ya se había ido. 

Subimos como dos niños emocionados a la camioneta y fuimos a pasear por ahí. Afuera la tarde estaba espectacular. Había sol y se sentía más cálido que en la mañana. No parecía que fuera a nevar por la noche. 

Puso música obviamente y todo el drama que me hice antes pareció quedar atrás tan rápido. Otra vez éramos dos simples chicos, juntos disfrutando la vida.

Ocean eyes de Billie Eilish comenzó a sonar y yo sonreí como un tonto. Una de las tantas canciones que me había hecho escuchar a lo largo de esos días. Y creo que esa le iba muy bien a él por alguna razón... 

No fair
You really know how to make cry
When you gimme those ocean eyes
I'm scared
I've never fallen from quite this high
Falling into your ocean eyes
Those ocean eyes

Casi que la canté con él pero preferí simplemente escuchar su dulce voz. 

— Por cierto, estuve indagando en la música pop de los noventa. Vas a amar esa playlist. — comentó en medio de la canción. Yo reí. 

— Escucharé lo que tú quieras que escuché. — respondí. — Iré a donde tú quieras que vaya. — añadí aunque no tenía nada que ver con nada y con todo al mismo tiempo. 

Una de sus manos abandonó el volante y se posó en mi mejilla para acariciarla. 

— Entonces ya sé dónde vamos a ir. — dijo. 

Bajo luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora