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— ¿Seguro que no quieres venir? — me preguntó Mia una vez más mientras terminaba de secar los últimos platos después de que ella los lavara. 

Leandro iba a llevarla a recorrer el pueblo un rato después del almuerzo y me había invitado a ir con ellos pero no quise entrometerme. 

Mi hermano y papá estaban solos, no sé donde, y me no dejaba de preguntarme si estaban hablando sobre lo que ya sabía o no. 

— Quizás vayamos por un helado luego. ¿Seguro, seguro que no quieres venir? — insistió ella. Yo le sonreí. Me agradaba que quisiera incluirme en sus planes. Mi hermano seguramente me habría mandado a volar si quisiera colarme en su salida de pareja. 

— Está bien. Creo que será mejor que me quede con papá. — respondí. Y creo que Mía notó la preocupación que traía y por qué la tenía sobre todo. 

— ¿Tú no quieres que tu hermano se vaya a vivir conmigo, verdad? — soltó de pronto. 

— ¿Qué? No, eso no es...asunto mío. Él puede hacer lo que quiera. — intenté quitarle importancia al tema. 

— Oye, Julián. Yo lo entiendo, de verdad. Leandro habla mucho de ti, tanto que hasta siento que ya te conozco. — sonrió. 

— ¿En serio? 

— Sí, y sé que han pasado por mucho. Yo entendería si aún necesitas a tu hermano más tiempo contigo. — me miró con pena o quizá compasión. E irónicamente me sentí mal yo por ella. 

— No, no necesito a Leandro. — negué — Ya estoy grande  y estoy bien. Estaré con papá además. 

— Esa es la parte que más le preocupa a Lea. 

Me di cuenta que no podía fingir con ella. Mía sabía, conocía nuestros problemas. Y me agradaba que se preocupara por nosotros y no permaneciera ajena a lo que estaba pasando en esta casa.  

— Sí, me da miedo quedarme a solas con papá. Pero...pase lo que pase con él lo solucionaré. — le dije — Nunca vi a mi hermano sonreír tanto como hoy. Se nota que lo haces feliz y no quiero apartarlo de eso. 

Mia sonrió y se acercó a darme un inesperado abrazo. Para ser el primer día que nos veíamos era bastante confianzuda. Me recordaba a alguien que conocía…

— Leandro tiene razón. Eres un buen hermano. 

— ¿Él dijo eso? 

— Sí, pero no le digas que te dije. Será nuestro secreto. — rió. 

Me sentí feliz y tranquilo, después de aquello. Supe de inmediato que iba a tener una excelente relación con mi cuñada.

Pero la tranquilidad duró solo minutos en esa casa. 

Leandro interrumpió entrando en la cocina y no se veía nada contento. Al contrario, creo que se veía molesto. 

Eso no era buena señal. 

— Bueno, ya le dije. — comentó luego de un gran suspiro. 

— ¿Qué? ¿Qué pasó? — pregunté. Ahora sí todo se estaba volviendo cada vez más real. 

— Creo que...necesita estar solo un rato. Vámonos. — tomó las llaves, nos indicó a los dos que lo siguiéramos y salió de casa tan rápido como pudo. 

Mía lo hizo pero yo me quedé. 

— Vayan, yo hablaré con papá. No te preocupes. — le aseguré. Ella me regaló una sonrisa no muy convencida del todo y fue tras mi hermano. 

Bajo luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora