Capítulo 8

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Aunque no tenga que ir a trabajar, Kate sigue levantándose temprano para organizar su nueva vida y la de Castle. Lo mal que lo pasó Castle con el percance del baño, le hizo ver que, por el momento, no podían dormir juntos, asique Kate se ha trasladado a la que era la habitación de Martha. 

El loft está iluminado por la sutil luz del sol al amanecer, que le da al ático un suave tono anaranjado. El ambiente está inundado por el aroma a café recién hecho. Kate está sentada en la mesa contigua a la cocina, con su taza de café entre las manos y centrada en los papeles, hasta que la voz de Castle la saca de sus pensamientos.

-Kate, ¿puedes ayudarme?

Cuando levanta la mirada, ve a Castle parado en mitad del salón y con una gran mancha de sangre en la camiseta. Su mente se traslada automáticamente al disparo de él. Finalmente, sacude la cabeza para sacar esos recuerdos de su mente y se dirige rápida hacia él para ayudarle.

 -Castle, ¿Qué ha pasado?- le levanta la camiseta para ver la herida.

-Se ha debido abrir mientras dormía- dice con un pequeño gesto de dolor.

-Quítate la camiseta y siéntate en el sofá, yo voy a por el botiquín para curarte.

Antes de volver al salón, Kate se detiene un momento, cierra los ojos, respira hondo e intenta calmar su pulso. Nada de eso evita que el corazón le dé un vuelco cuando le ve sentado y sin la camiseta. Vuelve a hacer el mismo procedimiento antes de arrodillarse delante de él para curarle.

En esa posición, un rayo de luz incide directamente en el rostro de Kate. Castle se asombra, nunca la ha visto tan hermosa como ahora. Le parece casi sobrenatural como brilla su piel, su pelo, sus ojos…Parece una diosa. No puedo dejar de mirarla, piensa.

-Tienes unos ojos preciosos- se anima a decir.

Kate le mira sorprendida, no se esperaba ese cumplido. No acierta a decir palabra, se limita a sonreírle y bajar la cabeza para que no la vea sonrojarse. Sigue notando sus ojos mirándola.

-Voy a cambiarte el vendaje.

-¡Ah!

-Lo siento, ¿te he hecho daño?

-No. Tienes las manos frías.

-Perdona- dice entre risas.

-Permíteme.

Castle estrecha las manos de Kate entre las suyas y comienza a acariciarlas para hacer que entren en calor. Kate siente como en la sala comienza a hacer cada vez más calor, pero rectifica, no es la sala sino su cuerpo. Vuelve a notar esa corriente eléctrica que surge entre ellos cada vez que se tocan, pero esta vez es diferente, esta vez es algo mutuo. Kate puede ver en los ojos de Castle que él también la está sintiendo, que también está recorriendo todo su cuerpo. Todo su ser le pide a gritos abalanzarse sobre él y besarle. Tiene la imperiosa necesidad de sentir sus labios, su torso desnudo y sobretodo, la erección que se le está empezando a formar y de la que él no se ha percatado. En ese instante suena el timbre de la puerta, lo oyen, pero ninguno de los dos quiere romper ese momento. Kate es la primera en reaccionar al oír a Martha gritar su nombre.

-Será mejor que vaya a abrir o echará la puerta abajo- le dedica una sonrisa antes de incorporarse, la cual es correspondida.

En el camino hacia la puerta, Kate reproduce en su mente lo sucedido y, aunque le ha gustado, decide que no puede volver a ocurrir. Lo único que conseguiría con esas escenas sería confundir más a Castle. Antes de abrir, cierra los ojos y respira hondo para intentar calmar sus pulsaciones y bajar la temperatura de su cuerpo.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora