10.-Doncella boba

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El viernes fue un día extraño para Miguel. Julio le dio un susto horrible, hablando formalmente y con algunos gritos sin ser agresivo, aunque no respetó mucho el espacio personal.

Lado bueno de las cosas: Ahora que es temporalmente uno de Los Cósmicos puede liberarse del acoso escolar.

En su cuarto, Miguel esta recostado boca arriba, observando el techo con goteras. Sus hermanos deben estar quejándose de que la casa puede acabar inundada.

Miguel saca de su chaleco la caja de cigarrillos que le dio Juan. Se relame los labios, lo piensa, entonces se dice: "Una segunda no daña".

Enciende un cigarrillo, trata de imitar a los demás cuando los ha visto fumar.

Por primera vez en su vida, ha desobedecido a sus padres.

"¿Me estaré volviendo rebelde? No creo que por tener un cigarro entre mis labios me vuelve un delincuente o un mal hijo, no daña a nadie. No, estoy equivocado, si daña a la gente al respirarlo, daña los pulmones, el sistema respiratorio. ¿Por qué lo estoy haciendo entonces? ¿Sera para sentirme grande? No creo que escupir humo me convierta en alguien sabio o maduro. Tal vez lo hago por curiosidad. Sé las consecuencias, pero es como si necesitara un poco de veneno dentro para sentirme diferente... ¡¿Por qué hablo como si mi vida fuera de pura tragedia?! Ni que sufriera tanto. Hay personas que la pasan peor . No debo quejarme". 

Observa el humo flotando en el aire y desapareciendo poco a poco de su vista. 

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El lunes por la mañana toda la familia Moreno desayuna huevos a la ranchera y miran las noticias que pasan por la televisión, como si estuvieran hipnotizados. A excepción de Ximena, ella mueve su nariz como un sabueso, se acerca a Miguel y lo huele.

— ¡¿ESTUVISTE FUMANDO?! —grita la mujer como si hubiese visto el peor crimen de los tiempos, se lo esperaba de sus hijos biológicos, pero no de Miguel.

Diana y Jorge se atragantan, no pueden creer lo que acaban de escuchar.

— ¡Te culpo Alonso! —Ximena señala a su marido.

— ¿Yo? —el pobre hombre está desorientado.

— Fumas delante de tus hijos, eso es suficiente para incriminarte —Miguel se quiere reír. Prefiere aguantarse porque su madre y Alonso lo regañarían—. ¡Miguel! Primero te vistes como emo...

— No soy emo, mamá. 

— Después fumas... ¡¿Te drogas?! ¿A caso no te damos suficiente amor? Te estás volviendo un delincuente —lloriquea la mujer, más que sentir culpa por hacerla llorar, Miguel siente vergüenza—. ¿Qué te está pasando?

Que Miguel sepa, sólo ha fumado, pero no ha cambiado en sí. La actitud de su madre es muy desesperada, exageradamente dramática. No dice nada, porque si abre la boca le lanzara un gran sermón, tan grande que será eterno.

Aunque parece que no sirvió de nada.

Sermones, las madres siempre lo dan y repiten lo mismo, tanto que uno ya se sabe de memoria cada palabra. Lo curioso es que hay en ocasiones que las madres alargan cada vez más sus discursos. Miguel imagina que las madres en el fondo quieren gritarles a todo el mundo y dar a conocer sus sabias palabras, quiera uno o no. Sus hermanos silenciosamente se retiran, incluso Alonso lo ha abandonado.

— Perdone. Yo...

— ¿A caso lo hiciste para encajar?

— No, mamá —"¿Alguien encaja sólo por fumar?". Esa duda llego de un golpe en la cabeza de Miguel—. Fue por curiosidad, lo siento.

Corazón de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora