6.- Los Cósmicos y un Ángel

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Es el día para arruinar mas la semana de Miguel, cuidar a tres niños para no pagar una cantidad enorme de dinero. A su madre casi le da un paro cardíaco cuando le contaron la noticia. No hay más opción que dejar que el chico se convierta en niñero. Aquel problema ronda por su cabeza, como un mosquito molesto que no le permite prestarle atención a la profesora de Lógica, que cada día sus clases se vuelven más aburridas que interesantes.

A Miguel le está dando sueño, no se concentra y lucha por quedarse despierto. Cierra sus ojos y se queda dormido en la mitad de la clase.

El timbre marca la hora de acudir a otra celda para ser torturados por gente mayor hablando de temas diversos y siendo ignorados la mayor parte del tiempo. Julio le echa una mirada a Miguel que aun duerme dejando salir un poco de baba, manchando su libreta de dibujos que más fea no puede quedar. Con una sonrisa, Julio lo toma sin despertarlo. Se va del salón con la libreta en sus manos.

Mientras camina al aula de Música, le da un vistazo al cuaderno, admite que los dibujos son geniales, hay algunas cosas escritas, letras bonitas como la canción que Miguel trajo para Literatura.

— Miren —anuncia Julio después de entrar en el aula. Pasa la libreta a Carlos.

— ¿No es de Angelito? No mames güey, regrésalo. Ya lo has molestado mucho.

— Quiero ver su cara desesperada al buscar esta porquería, pero mira lo que tiene escrito.

— Letras.

— ¡Son canciones! O eso creo.

— Sí, esta chido. Es mejor lo que hemos escrito nosotros —comenta Ulises al ojear la libreta.

— Hay que usarlas para cantarlas —Julio sonríe con orgullo de su idea.

— No —protesta Héctor—. No es de nosotros. Además, el problema no es la letra de nuestras canciones, es el vocalista que no logra alcanzar los tonos altos.

—Seamos honestos, la letra es una mierda —admite Carlos con pesar.

—Es verdad. Ni voz ni letras tenemos —menciona Ulises.

Un momento de silencio se apodera del lugar.

— ¿Qué me dicen de Miguel? —sugiere Carlos.

— ¿Qué? —Julio se limpia los oídos—. ¿Qué acabo de escuchar?

— Lo que oíste. ¿No recuerdas cuando leyó su tarea?

Julio patea con brusquedad el bote de basura. Si tuviera vida estaría llorando el inocente objeto que lo único que hace es recibir cosas inservibles.

— Leyó bien, sin tartamudear, y su voz es bonita —insiste Carlos—, leyó bajito a mitad de su tarea, pero no negare que me conmocionó.

— También lo note —anuncia Ulises —. Me gustó su tarea y como pronuncio la letra.

— Pero sigue siendo un puto tartamudo ¡Chingada madre! —se niega Julio.

—La verdad ya me canse de ver como lo humillas, igualmente me canse de quedarme mirando como lo maltratas.

— ¿Por qué quieres que se una a nosotros?

Carlos toma a Julio del brazo y lo lleva a la esquina del salón para que Héctor ni Ulises escuchen.

Por alguna razón, Carlos siempre logra convencer a Julio de lo que sea, pero esta vez parece que no.

El líder el grupo niega con la cabeza.

— ¿Y ahora? —suspira Héctor. Carlos sonríe.

— ¿Saben que haremos? —Carlos cruza los brazos —. Julio y yo apostamos.

Corazón de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora