16.- Beso

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Pero...

¿Cómo se ha llegado a ese punto?

Los amigos no se dan besos en la boca, ¿o sí? No, en todo caso se les llamaría amigos con derechos.

Miguel piensa, recuerda una, y otra vez mientras yace en su cama. Mirando el conejo de trapo viejo que estaba con él cuando llego al orfanato. No ha dejado de jugar con el collar plateado que le regaló Andrea y veces le da una mirada al robot que le regaló Rosalinda.

Otra vez recuerda el beso sabor a cereza. La sensación que ha sentido. Mucho mejor que una fantasía, la suavidad de los labios de Rosalinda expertos en besar para lograr que ningún hombre olvide aquella delicia, una delicia extrema.

Como le hubiera gustado tratar de corresponder el beso ¿Cómo? El no sabe besar, nunca ha besado a nadie, aparte fue tan inesperado que no cerró los ojos, tampoco movió ni un solo musculo.

Los libros que se ha lanzado a leer de género romántico, describen muy diferente los besos, por lo tanto, el que se dieron no fue la gran cosa, a la vista de alguien más, pero le encanto, le gustó. Debió disfrutar cada segundo en lugar de preguntarse si era verdad o fantasía.

¡Dios! Es el mejor regalo entre todos los demás, no importa si hasta le han regalado un millón de dólares, billones, trillones, lo que sea, es feliz con el beso. Se lamenta de haber desayunado una torta llena de grasa y haber bebido un jugo de moras azules, Rosalinda debió haber detectado lo que él comió, aunque fue un tipo de contacto de labio a labio. 

Y pensó que las chicas sólo se preocupan por eso.

Si no lo hubiera besado, en estos momentos estaría recordando el abrazo, y su exquisito aroma.

Sus labios...

Y sus labios son de verdad suaves.

Labios sabor a cereza. 

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Ximena los despertó temprano, son las cinco de la mañana. La mujer fue a gritar que despertaran. A Diana tuvo que mojarla como si fuese un padre lazando agua vendita, pero con agresividad. Las madres son tiernas cuando quieren, y cuando no, es momento de correr y pedir piedad.

Desayuna la familia. Alonso lee el periódico. Ximena regaña a Beto al decir groserías en la mesa. Jorge y Diana discuten sobre la escuela, hablan mal de sus compañeros que, por cierto, son a los que llaman amigos. Andrea tiene tanta razón sobre que hay gente hipócrita. Miguel es el único que no dice nada, no presta atención las noticas que pasan en la tele. Está muy embobado aun por el beso, tiene ganas de gritar a los cuatro vientos, de decirle al Norte, Sur , Este y Oeste que Rosalinda le dio un beso, tiene la necesidad de presumirlo, divulgarlo por todos los medios si es necesario.

— Miguel, ¿qué tienes? Desde ayer andas raro —dice Alonso ya preocupado—. ¿Te estás drogando?

—Es... es un secretito —contesta Miguel sin cambiar de expresión. ¿Le podrá decirle a su familia? No, no quiere que sus hermanos sepan, por que se burlaran, dirán cosas innecesarias.

— ¿Te cogiste por fin a alguien? —dice Beto. Ximena le da un golpe en la cabeza con una revista enrollada por decir barbaridades.

— No —responde Miguel con un suspiro. Sus mejillas están rojas.

— ¿Entonces? —dice Diana—. Te encuentras raro. Ayer no has cambiado tu cara de pendejo.

— No les diré, los conozco y me van a decir ridiculeces —Miguel bebe de su leche con café.

Corazón de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora