14.- Un ángel baila bachata

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Cuando todos entran al salón, se sorprenden al ver un motón de basura en la butaca de Miguel, basura y gusanos. Apesta el salón entero.

Julio niega con la cabeza, prometió que esto pararía y ya había contactado a varios para que dejaran en paz a Miguel, hasta Derek le juró dejarlo cuando se lo pidió.

— ¿Quién hizo esto? —señala Julio el asiento. Nadie responde.

— Hay que quitarlo antes de que Miguel lo vea —dice Héctor.

Carlos corre a buscar algo para limpiar mientras que Julio se quita la chaqueta -la misma con la que Miguel le mojo de café- y trata de limpiar el asiento. Muy tarde, Miguel entra y ve su asiento. Deja caer su mochila por la sorpresa, no por los gusanos y basura, si no porque Julio intenta de quitar la basura con la ayuda de Ulises. El rubio se detiene sin saber que decir.

— Mira nada más, esto va contigo. Basura —dice Derek con rencor.

— ¡Eres un poco hombre, Derek! —exclama Julio con furia—. Prometiste que lo dejarías en paz.

— ¿Enserio te la creíste? ¿Y cómo es que piensas que fui yo? —dice Derek dejando su mochila en la mesa de su butaca—. Pudo haber sido un fantasma... ¿O como se dice fantasma en otakunes? Para que me entiendas, Angelito.

— ¿Qué te pasó en la nariz y en el labio? —cuestiona Miguel con una sonrisa en su rostro.

Todos notaron eso y se preguntaban lo mismo. Derek no diría que Rosalinda le dio una bofetada y de paso el "raro" fue quien le dio el resto de los golpes. Un momento embarazoso.

— Me asaltaron.

Julio ríe, todos se acercan curiosos por saber que paso. Miguel no sabe si contar la verdad o mejor escuchar la historia ridícula de Derek, se decide por la última. 

— Estaba caminando, en un sábado por la mañana, el día estaba nublado, ya saben chicos, como el clima esta de reloco, ¿no? —todos asienten—... entonces, voy calmadito, sin molestar a nadie y entonces, aparecen ellos, con pasamontañas...

— ¿Te dio miedo? —pregunta Carlita.

Miguel quiere reír. Soporta la carcajada.

— No, ellos querían mi celular... y mi billetera. Coloque mis puños frente a mi cara; listo para luchar contra esos vándalos —cuenta Derek colocando sus manos en posición de boxeador—. Me atacan y me dan unas grandes putazos. Es que mis chavos, cinco contra uno es muy difícil.

— ¿Cinco? —Miguel sonríe. Vaya, difícil saber si Derek es el idiota o los que le creen son los verdaderos cabezas de chorlitos.

— ¡Me amenazaron, colocándome una navaja en el cuello! Entonces no me quedo de otra que dejarlos irse con mis cosas.

— ¿Y ya denunciaste? —pregunta Luz que no es ninguna tonta.

— ¿De-denunciar? ¿Para qué? Si ya vez como esta esto de la política, con sus diputados corruptos y... El punto es que gracias a Dios estoy bien y no me mataron. Estoy vivo y coleando.

— No mientas —interviene Julio, que lo conoce mucho mejor que nadie más—. Dinos quien te golpeó.

— Digo la verdad, Julio Cesar —insiste Derek. Parece que se creyó su propia mentira.

— No te creo, llegaste a casa gritando que te llevaran al doctor. No contaste nada. ¿Por qué apenas lo dices? —Julio alza la voz lo más que puede; con intención de sacarle la verdad.

— Déjalo, el pobre de tú hermano, quiero decir primo, hermano. Bueno no importa, lo han asaltado y lo que menos necesita es ser regañado y señalado como mentiroso —dice Giselle.

Corazón de ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora